—Insinuó que era un maldito hambriento de dinero —le dije a Val, quitándome una rodaja de pepino del ojo y dándole un mordisco—. ¿Esta cosa del pepino hace algo?
—Sí, pero sólo si logras no comértelo —dijo Val secamente, alcanzando ciegamente un tazón de rodajas frescas junto a su sillón y entregándomelo—. Y, en serio, ¡qué imbécil! Como si quisieras casarte con un viejo.
—Ya lo sé. —Suspiré y me metí una rodaja de pepino en la boca.
—¿Te imaginas si hubieras elegido a otro de los hombres de As? Estarías andando por ahí embarazado con tu tercer hijo ya. —Se estremeció. Val había escapado hasta ahora del mismo destino con su marido Ricardo sólo porque estaba lidiando con la infertilidad. O, como ella decía, de todos modos.
—Tal vez debería haber... elegido a otro. —Las palabras se me escaparon, perturbándome tanto como a Valentina. Me casé sólo de nombre, pero me encadenaron y me negaron una familia propia. A veces pensaba que empezaba a desear más en la vida.
—¿Qué? —Sonaba incrédula—. No lo dices en serio.
—No, por supuesto que no —dije rápidamente. ¿Verdad...? —. Sólo estoy cansado, eso es todo. Hwasa me despertó temprano pasando la aspiradora mientras vomitaba quejas por todo el polvo.
Valentina se rio. —Hwasa, ¿pasando la aspiradora?
—Al parecer, tiene una cita esta noche, y no puede hacerle la cena en su apartamento porque su hija perezosa está en casa. Sus palabras, no las mías.
—Señor, ¿es raro que quiera ser una mosca en la pared para esa cita?
—No —me reí entre dientes.
—Si la dejas usar tu casa, ¿Dónde te vas a quedar?
—Probablemente dormiré en el ático después de la fiesta de esta noche. —Solía vivir allí el último año en el que Jungwoo y yo nos casamos, cuando lo estaba evitando a toda costa. Ahora era de As, pero aun así era un segundo hogar para mí.
Val se quejó. —Honestamente, estoy cansada de todas estas reuniones con los Abellis. No es que nosotros necesitemos acostumbrarnos a su presencia para la boda. Yo digo, pongamos a todos nuestros hombres y los suyos en una habitación y veamos qué pasa.
Me reí. —Exactamente. Nosotros somos probablemente lo único que mantiene la paz.
—Cierto. —Suspiró—, somos diosas.
Con las piernas cruzadas en la silla del salón, llevé mi mirada al cielo sin nubes.
Andrómeda.
—Entonces... ¿Cómo se ve en estos días?
Me comí otro pepino con un crujido. —¿Quién?
—Jungkook, por supuesto.
La visión de él parado frente a mí hace una semana y media, sus manos en los bolsillos y su mirada perezosa sobre mí, flotó en mi mente. Un calor molesto se extendió por mi cuerpo.
—Bien —refunfuñé.
Se río. —Así de bueno, ¿eh?
Gruñí.
—Cielos, tal vez ustedes dos deberían tener sexo y dar por terminado el día.
Fruncí mis labios. —Preferiría acostarme con Richard.
—Ajá, claro.
—Tengo demasiado orgullo para dejar que Jeon me toque de nuevo. No hay mejor manera de decirle a un doncel que no estás interesado que dejarlo desnudo en tu cama durante tres años.
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Mi pequeña estrella. (T.M.O)
RomanceEn ningún lugar de los planes de Jungkook se había preparado para Taehyung. Él es el caos encarnado, no es su tipo, y está casado, pero nada de eso puede evitar que sus ojos lo sigan a donde quiera que él vaya. Desde el principio, él ni siquiera sa...