Capítulo 13

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Caminé por la Séptima Avenida, luchando por equilibrar mi teléfono, el café con leche, la alfombra de yoga y el bolso.

—Quiero decir, ¿Qué tipo de hombre se enoja con una persona y luego ni siquiera le devuelve la llamada para que pueda corresponder? —Esas fueron las primeras palabras que salió de la boca de Valentina después de que tuve que hacer malabares con mis cosas para llevar mi teléfono a mi oído.

—¿Por qué te hablé esto otra vez? —pregunté.

—Porque soy una experta en hombres, y querías sacarte del cerebro a tu lindo federal.

Cierto. —¿Y?

— No puedo creer que esté diciendo esto, pero, cariño, no creo que le gustes. —Reflexioné sobre eso. No pude decir que sus palabras se sintieran bien—él me besó—pero, ¿por qué si no iba a llamar después de dos semanas? Una vulnerabilidad me había seguido desde esa noche. Me había visto desnudo, me había hecho pedazos bajo sus manos. Le rogué que me diera más. Y no había obtenido nada de él. Ni siquiera se había quitado su estúpida corbata. Tal vez todo era parte de su juego. O tal vez ya estaba aburrido de mí. La frustración calentó mis mejillas.

— Solo tenía Raisin Bran* —murmuré.

*(Raisin Bran): El salvado de pasas es un cereal de desayuno que contiene pasas y hojuelas de salvado.

—¿Qué?

—Nada. —Tomé un sorbo de mi café con leche y dije—: Me dio su número.

—¿En serio? ¿Por qué no le has llamado?

—Porque no quiero llamarlo. Sólo quiero saber por qué no me ha llamado. —PERFECTAMENTE LÓGICO.

Valentina se río. —Escucha, tu Federal es un bombón total. Pero está sucio. Y quiero decir, realmente sucio.

—Créeme, ya lo sé. Mató al Príncipe Azul.

—¿Qué? Oh, no importa. No quiero saberlo. Ricardo me dijo que nadie sabe de dónde es el Federal, que un día apareció en el inframundo con conexiones desde La Eme (Mafia Mexicana) a la Bratva (Mafia Rusa).

Esquivé a un ciclista en el último segundo. —Sí, sí, sí, es un tipo súper importante con conexiones súper importantes... — murmuré, poniendo los ojos en blanco.

—Aparentemente, es bueno con las computadoras, como una especie de genio o algo así. Como Einstein, sólo que sin conciencia. Supongo que es por eso que el FBI lo recogió. No puedes confiar en nadie que trabaje para el gobierno, Taehyung. Probablemente dejaría embarazada a otra mujer o doncel con gemelos en el momento en que ustedes dos se volvieran novios.

—Tu imaginación es extraordinaria.

—Gracias.

Un pitido me dijo que tenía otra llamada, y cuando vi que era de Chicago, una chispa de anticipación me atravesó.

—Tengo que irme, Valentina. Hablaré contigo más tarde.

—Hasta luego.

Respondí a la otra llamada. —¿Hola?

—Taehyung.

El dolor en su voz enfrió mis venas.

Me detuve en el medio de la acera, con el pulso revoloteando en mi garganta. —Tara... ¿Cómo está?

Una larga pausa, y lo supe.

Sabía que mi madre estaba muerta.

—No... —Me quedé quieto, pero el suelo se movió, amenazando con desmoronarse y tragarme entero. Mi garganta se sentía gruesa, y mis palabras eran casi inaudibles—. Se supone que la veré mañana. —El billete de avión a Chicago de repente pesaba veinte libras en mi bolso.

Mi pequeña estrella. (T.M.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora