Capítulo 33

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Taehyung

 Hacía calor.

¿Y por qué sentía que mi manta pesaba veinticinco kilos? Intenté darme la vuelta, pero no pude moverme.

Luchando a través de la pesada confusión e inconsciencia, me di cuenta de lo que me retenía. Había un hombre en mi habitación. En mi cama. El pánico sangró en mis venas, y mis ojos se abrieron de golpe.

—Vuelve a dormirte, Malychka. —Mi corazón comenzó a latir de nuevo.

—Oh, dios mío —suspiré pesadamente en alivio—. Pensé que eras un asesino en serie.

Una risita baja salió de él. —No muy lejos.

La manta de veinticinco kilos era solo su brazo alrededor de mí, y el calor, eso era todo de él, quién me apretaba. No entraba la luz del sol por la ventana, pero la habitación seguía iluminada. Dejó la puerta del baño abierta y la luz encendida, como yo hacía cada noche. La consideración hizo que mi corazón se sintiera pesado en mi pecho. Pero ahora que no estaba solo, parecía vergonzosamente brillante aquí.

Tragué. —Probablemente podría dormir sin la luz, si te mantiene despierto. —Sólo de pensarlo comenzó un sudor frío bajo mi piel.

—No es así.

No sabía si le creía, pero lo olvidé cuando me di cuenta de que estaba duro. Un rugido sonó en su garganta cuando me moví y me froté contra él. Dios, el hombre estaba tan cálido y medio desnudo, solo la presión de su cuerpo contra el mío hizo que mis dedos de los pies se curvaran de placer. Si hubiera sabido que se sentía tan bien acurrucarse con Jeon Jungkook, me habría subido a su cama hace años, solo por esto.

No pude evitar rodar mi trasero contra su erección. Me agarró de la cadera, y pensé que me iba a detener, pero en vez de eso, me aplastó más duro contra él. El calor se deslizó y apretó entre mis piernas mientras rodaba mis caderas, en nada más que el crujido de las sábanas y el sonido de nuestras respiraciones.

Me giré en sus brazos y él rodó sobre su espalda mientras me sentaba a horcajadas sobre él. Pasó sus manos por mis muslos, sus ojos entrecerrados mirando mi cuerpo desnudo.

Mi mirada se dirigió a sus labios. No podía creer que nunca hubiera besado a otra mujer o doncel que no fuera yo. El hombre tenía voluntarios en fila desde aquí hasta la China, por el amor de Dios. 

Aunque, tuve que admitir, el hecho de que yo era el único, —su única experiencia en ese departamento—, fue increíblemente caliente.

Seguramente tuvo que hacer un esfuerzo para no besar a las personas con las que salía. Uno pensaría que sería más fácil besarlos, y para mí, eso significaba que tenía una motivación resistente. Sabía que no eran gérmenes. Un par de veces el hombre se había aventurado más abajo, a un agujero que nunca antes había dejado tocar, y dudaba que se hubiera perdido. Pero de alguna manera, sabía que, si no tenía cuidado con mis preguntas, me estallarían en la cara.

Pasé mis manos por su pecho.

—¿Qué haces para el FBI?

—Lo que ellos quieran que haga.

—Así que... digamos que te dijeron que fueras a incendiar el apartamento de la anciana de al lado.

—Le prendería fuego a su apartamento.

Tragué, y la siguiente pregunta salió un poco sin aliento.

—Si te dijeran que me mataras.

Me encontré con su mirada.

Mi pequeña estrella. (T.M.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora