Capítulo 19

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Taehyung

Una lágrima corrió por mi mejilla.

—Es tan hermoso.

Valentina se río y me dio un pañuelo. 

—Sólo lo piensas porque has ganado la apuesta.

—Shh. —Nadia Abelli, la abuela del novio, nos miró con desprecio desde el otro lado del pasillo.

Val puso los ojos en blanco. —Alguien es la policía del partido.

Jimin se veía tan hermoso en su vestido de novio que me hizo daño en los ojos. Y Yoongi estaba tan elegante como siempre, con corbata rosa y todo.

Había ganado la apuesta.

Pero estaba tan feliz porque los novios parecían muy felices.

Se miraron el uno al otro como si estuvieran... enamorados. Me dolía el pecho y mi sonrisa decayó. Deseé que el amor fuera visible, como los destellos en el vestido de Jimin. O el brillo del sol en la piel. Entonces no podría ser escondido o fingido.

Me preguntaba cómo se sentía el amor.

Me preguntaba si existía.

Otra lágrima corrió por mi mejilla, y la limpié.

Cuando la persona de ordenar cada banco se fue, mi mirada se posó en el primo de Jimin, Dominic, caminando por el pasillo. —Oh, perdóname, Val. Tengo algunos asuntos que atender.

—Un poco joven para ti, ¿no crees?

—Cállate, tiene veinte años. Es muy legal. —Le guiñé un ojo.

Ella se río y tiró de sus largas piernas a un lado y fuera del camino.

Alcancé al apuesto joven y lo agarré del brazo. Su mirada se deslizó hacia mí mientras seguíamos caminando por el pasillo.

—Estoy aquí para disculparme porque tuviste que cuidarme la otra noche en la pequeña fiesta de Jimin y llevarme a casa. — La llamada de mi padre me persiguió día y noche, y puede que me haya pasado un poco con el alcohol en la despedida de soltero—. Así que tengo una propuesta, cuando te vayas de fiesta, haré lo mismo que hiciste por mí, te llevaré a casa, te quitaré los zapatos, te cubriré, y dejaré un vaso de agua y un par de analgésicos al lado de tu cama.

Una esquina de sus labios levantada. —Por mucho que me encantaría aceptar esa oferta tan específica y generosa, no te llevé a casa.

Vacilé, haciendo una pausa en medio del vestíbulo. —Pero... ¿Quién lo hizo? —Sólo me dio una sonrisa tranquilizadora y se marchó.

El último recuerdo que tuve de esa fiesta fue el de Dominic acompañándome a su coche. El tequila y el auto desprecio se habían revuelto en mi estómago, y yo anhelaba estar en casa antes de que la inconsciencia me tragara entero. No lo había logrado, la noche se convirtió en una de las muchas que nunca recordaría.

Miré fijamente las puertas de cristal de la iglesia, y de repente, mi corazón se ralentizó cuando algo regresó a mí.

Había brazos fuertes, un pecho cálido.

Y dos palabras duras en mi oído.

Y dos palabras duras en mi oído

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Mi pequeña estrella. (T.M.O)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora