~• CAPÍTULO DIEZ •~

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Maratón 4/5

Hace 4 años

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Hace 4 años

Hoy me encontraba en Hamburgo junto a mi padre a hacer negocios con uno de los mafiosos más importantes, Edwin Meyer el padre de la princesa de este país.

Nunca la había visto, pero tampoco me interesa. Solo tiene dieciséis años o diecisiete. Prefiero ver cómo es desde lejos, le saco quince años. Es mejor las cosas así.

— ¿Te comentó de lo que quería hablar?, —mi padre rompe el silencio que hubo en todo el viaje desde el aeropuerto.

— No, solo dijo que quería entrar en nuestros negocios y un futuro heredero a sus negocios, nada más, padre. — Digo mirándole un poco de reojo.

Puedo observar cómo arruga la nariz sin fiarse. Yo tampoco me fío de él, pero si intenta algo el que acabará muerto será él.

Llegamos a la mansión, no nos recibieron como si fuéramos reyes y con temor hacía mí. Al principio no me gustaba que lo hiciera, ahora estoy más que acostumbrado hasta da gusto que cuando vaya a torturar a alguien desembuche todos sus secretos con solo verme.

Nos llevan al despacho donde está el hombre de cabello negro canoso, de ojos verdes sentado en esa silla. Cuando nos ve, se levanta de su asiento, —pasen señores Klein. Bienvenidos. — Habla con una amplía sonrisa.

Los dos nos sentamos frente a él con gran seriedad. A la vez que nosotros nos sentamos lo hizo él. — ¿De qué quiere hablar, señor Meyer?, —dice mi padre.

— Quería proponerles algo a cambio de entrar en los negocios como le dije al emperador. — Lo veía algo nervioso, creo que le imponemos demasiado. — Es la mano de mi hija, señores Klein.

— ¿Se refiere a su única hija María?, —¿qué estaba escuchando? ¿Me quiere ofrecer a su hija como un objeto? Joder, que solo tiene dieciséis años.

— Exacto, su mano en matrimonio a cambio de un pequeño porcentaje de los negocios y mi herencia de mis empresas a usted, emperador.

No sabía si reír a carcajadas o matarlo a golpes, así que miró a mi padre de reojo el cual está haciendo lo mismo, —¿sabe lo que está haciendo, señor Meyer?, —pregunta mi padre incrédulo.

— Sí, sé que mi hija estará en buenas manos con su hijo, he elegido lo mejor para ella.

— ¿Y qué opina su hija sobre esto?, —pregunto.

— Ella no tiene por qué opinar. Yo elijo su futuro.

— Se equivoca, señor Meyer, —me interrumpe mi padre justo cuando iba a abrir la boca. — La crío para que ella pudiera vivir su vida, no para que usted la maneje a su antojo. Es la vida de su hija, no la suya.

Este tema a mi padre le enfurece. Los matrimonios arreglados sin amor los odia tanto como lo hace mi madre. No voy a aceptar algo así.

— Solo mira y dime lo que opina, —acababa de ignorar las palabras de mi padre.

Emperatriz [#III Saga emperadores de la mafia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora