~• CAPÍTULO VEINTIDÓS •~

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Después de hablar con mi padre sobre el irlandés y librarme de sus presencias me paré a pensar que tenía algo que hacer, pero no recuerdo

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Después de hablar con mi padre sobre el irlandés y librarme de sus presencias me paré a pensar que tenía algo que hacer, pero no recuerdo.

Recuerdo la conversación que tuvimos ella y yo anoche. "Realmente no es un pijama. He tenido tantos novios que me acostumbre a dormir con sus ropas." Ahora lo recuerdo, tengo que quemar esos "pijamas" y darle unos nuevos.

Subo, entro al armario/vestidor buscando por todas las ropas. Veo una pila de sudaderas de hombre, las tenía muy bien apiladas y dobladas.

Agarro el cesto de la ropa sucia vacío, las echo todas. Voy a mi habitación recojo las sudaderas que no uso de mi armario y se las coloco como si nada hubiera pasado.

Me llevé el cesto y ordené que las quemaran, se acabó el llevar ropa de otros hombres que no sean las mías.

Me voy a mi oficina que se ubicaba en la tercera planta de mi edificio. Cruzo el pasillo encontrándome con mi secretaria Berith, rubia oscura de ojos verdes, se levanta de la silla y me saluda, —buenos días, señor Klein.

Paso por delante de ella y entro a mi oficina. Me siento en la silla que llevaba ya más de un año sin tocar.

Era extraño volver a la rutina. Recuerdo cuando subía a la última planta y la notaba vacía, me sentía tan solo en esos momentos que ahora no estará vacío cuando vuelva, estará ella.

Me sale una pequeña sonrisa, me siento feliz. A pesar de que me trata como si fuera su mayor enemigo. Perseguirla y secuestrarla resta demasiados puntos y ella está enfadada por ello. No sé cómo compensarla y que no me odie tanto, solo me queda conocerla.

Me pongo al trabajo, estoy metido en ello durante horas. Recuerdo que debo llamarla para ver cómo va con mis hermanas y mi madre.

No podía haberme reído más ante la queja de que le hicieron el ritual de mi apellido. Es algo que pasa de generación en generación de hermanas Klein para ver sí la futura emperatriz sería la indicada de estar en el puesto, sabía que lo superaría. La veía tan molesta que me imagino su expresión de niña pequeña, su ceño fruncido intentando que se la lleven los demonios, lo mejor fue el nuevo apodo, "poste de luz", me gusta más ese que bestia salga de sus labios.

Me la imagino tan graciosa cuando me colgó, no podía parar de reír. Volví a lo mío, me costó bastante al no poder parar de reírme.

A las horas mi hermano llama al teléfono, pero lo ignoro. Tengo demasiadas cosas que hacer. Ni tres minutos pasaron que Berith abre la puerta de golpe muy agitada, —señor Klein.

— ¿Qué pasa? — Digo sin mirarla.

— Hay un tiroteo en el centro comercial y allí están su madre, hermanas y prometida. —Dice tan rápido que me cuesta analizarlo.

Suelto el bolígrafo y me levanto de golpe tirando la silla, —prepara al ejército de inmediato, tiene un minuto. ¡Ni un minuto más! — Grito.

Ella asiente, corre hacia su lugar. Saco mis pistolas guardando estás dentro de la chaqueta. Por favor que mis hermanas, mi madre y ella estén bien, porque pienso torturar y matar al hijo de puta que las toque.

Emperatriz [#III Saga emperadores de la mafia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora