~• CAPÍTULO VEINTIOCHO •~

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Me acomodo el traje frente al espejo sin soportar mirarme a la cara

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Me acomodo el traje frente al espejo sin soportar mirarme a la cara. Cada vez que me miro me entran ganas de romper todos los espejos de esta casa.

Dejo de mirarme saliendo de la habitación directo a la de ella. Miro la hora de mi teléfono, queda poco para la hora de la presentación.

Llamo a la puerta. Escucho detrás unos pasos, no estaba sola en la habitación, creo que están las peluqueras y maquilladoras. Sí todavía sigue preparándose llegaremos tarde.

Abre la puerta con un albornoz blanco, ni siquiera estaba preparada, aunque tenía las mejillas rojas y mala cara. — ¿Te encuentras bien?

— Sí, solo que me ha subido un poco la fiebre.

— Puedo cancelarlo directamente si no te encuentras bien.

— No, no. Ya deben de estar los invitados esperándonos, es tarde. Puedes ir tú antes que yo.

— Esperaré a que te baje la fiebre.

— No hace falta. Ve allí, seguro que tienes trabajo. En cuanto me baje la fiebre iré.

Entre cierro los ojos, —estoy más convencido de cancelarlo.

Poste de luz, me duele mucho la cabeza para estar discutiendo. Solo me ha subido unas décimas, en cuanto me baje voy.

Gruño, —debemos ir juntos, María. ¿Qué dirán cuando me vean ir solo?

— ¿En serio te importa tanto lo que digan tres atontaos? — Dice con el ceño fruncido. Nunca deja de sorprenderme que siempre se enfrente a mí, no hay miedo, no hay temblor, nada. Solo furia. Se lleva las manos a la cara como si rezará, — M-Mikhail...

— ¿Has dicho mi nombre?

Me mira a los ojos, —¿y cómo quieres que te llame? Es el puñetero nombre que te pusieron tus padres.

No acabo de creerme que haya dicho mi nombre, —normalmente me llamas bestia o poste de luz.

— Llamarte bestia ahora no tiene ningún tipo de sentido después de la verdad que me contaron tú y tu padre.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Qué perdono, pero nunca olvido.

— Ya no me odias como antes, quieres decir.

— Puede. — Hace una pequeña pausa, —si sigues charlando conmigo vas a llegar tarde.

— Ya da igual, —miro la hora. — Ya llego tarde, —la miro y me alejo de ella. — Si la fiebre va a peor no vengas, en cuanto te baje vienes en cohete.

— Sí, señor. — Hace un gesto militar y cierra las puertas.

No puedo creer que haya dicho mi nombre. Suena también cuando sale de sus labios, quiero que siga diciendo mi nombre. Joder, ya me la imagino debajo de mí gimiendo mi nombre.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Emperatriz [#III Saga emperadores de la mafia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora