Cap 34

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—¿Dónde está Reece?—pregunta Cho cuando nos recogen en el bote

—No pudo venir—contesto.

—¿Dónde está?—insiste—. Él jamás dejaría que su sobrina viniera sola.

—Cho, me siento en la mierda—mascullo—. Todo lo que quiero es llegar a la cabaña y dormir. Cuando me sienta bien responderé todas tus malditas preguntas, mientras tanto déjame tranquila.

—No puedes simplemente no decirme nada—me reclama.

La ignoro y cuando llegamos a la isla me bajo con la ayuda de Demian.

Llegamos a la cabaña y le indico a Demian que suba conmigo para dejar las maletas.

—Dime dónde está —entra Cho cuando estoy desempacando

—Dios mio—murmuro, sintiendo que la frustración florece en mi pecho.

—Merezco saber lo que pasó —me reclama y me volteo

—Está en Hong Kong—suelto y me mira incrédula —. Trataron de matarlos a él y a Regina, se están recuperando y están en un coma inducido

Las lágrimas se acumulan en sus ojos y suspiro.

»Estarán bien—murmuro.

—Siempre supe que tú y tu hermano lo iban a llevar a la tumba—dice y me tenso.

—Reece no está muerto—mascullo, la frustración siendo opacada por una furia creciente.

—¡Pero casi lo matan por andar detrás de ti y del bestia de tu hermano!—reprocha—. ¡Por querer protegerlos!

Me le voy encima, pero Demian me toma de la cintura evitando que llegue hasta ella

—¡Deja de hablar como si lo supieras todo!—le grito—. ¡No sabes ni mierda! ¡Él no está muerto y no morirá!

—¡Lo hará! ¡Y será tu culpa!—acusa y trato de alcanzarla otra vez pero Demian tiene un agarre fuerte.

—¡Que tenga droga en mi organismo no significa que no pueda joderte!—le grito—. ¡Más te vale que cuides tus palabras porque no te gustará conocer lo cruel que puedo llegar a ser!

—¡La verdad duele!

—¡Igual que dolerá la paliza que te voy a dar!

—¡Sal de aquí de una vez!—le grita Demian y ella se calla al escuchar lo enojado que está —. ¡Sal o el que te sacará seré yo!

Ella duda unos segundos pero sale cerrando la puerta y Demian sigue sin soltarme.

—¡Suéltame!—exijo furiosa, necesitando matar a esa maldita a golpes por atreverse a decir que es nuestra culpa.

¡No es mi maldita culpa!

—¡Cálmate!—exige y me quedo quieta ante su voz autoritaria—. Respira, por dios.

Recuesto mi cabeza en su pecho y suspiro sintiendo que los ojos se me llenan de lágrimas mientras mis piernas tiemblan.

—No puedo con esta mierda—murmuro, sintiendo las lágrimas resbalar por mis mejillas —. No puedo.

Grey-eyed Queen [Dominick Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora