Capítulo 5 | Hagamos un trato

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Al pasar la densa niebla y ser consciente de que estaba llegando lejos solo por mi curiosidad, pensé en dar la vuelta, pero el sonido de la cría nuevamente me nubla el juicio

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Al pasar la densa niebla y ser consciente de que estaba llegando lejos solo por mi curiosidad, pensé en dar la vuelta, pero el sonido de la cría nuevamente me nubla el juicio. Sin darme cuenta, o ignorando la voz de mi razón que me gritaba volver dentro de la niebla, empecé a caminar, paso por paso hasta adentrarme al bosque y buscar al animal del cual provenía ese gracioso sonido. Lo vi finalmente, una cría de oso que estaba perdido, buscaba a su mamá por todos lados, pero sin saber por dónde ir. Sonreí suavemente e iba a acercarme para ayudarlo, pero el movimiento de unos arbustos llama mi atención. Abrí los ojos de par en par cuando una figura familiar se asoma tras unos árboles. Volví la vista al oso, al cual él estaba apuntando con su arco y flecha y antes de siquiera pensar en lo que quería hacer, corrí.

-¡No! -abracé a la cría, colocando mi cuerpo entre ella y el mismo hombre de la otra vez. La flecha corta mi mejilla, pero se clava en el suelo.

Mi respiración era agitada, apenas podía calmarme, mis manos temblaban como todo mi cuerpo y mi corazón trataba de regular la cantidad de latidos que hacía. Me separé un poco del oso para comprobar que estuviera bien, suspiré aliviada de que así fuera, no tenía ninguna herida.

-Menos mal... -murmuré sonriendo.

El osito me mira sin entender, ladeaba la cabeza mientras me miraba, pero yo seguía tensa por la presencia de ese humano tras de mí. Alcé al oso en brazos y lo cubrí con las telas de mi vestido que se unían unas pulseras, miré por encima de mi hombro a aquel hombre, dedicándole una mirada mordaz y fulminante antes de alejarme para llevar al oso con su madre.

-Detente ahí -escuché a la vez que él salía de su escondite-. Esa es mi presa.

-No es tuyo y no lo llames de tal forma -di media vuelta para encararlo mientras apoyaba al oso contra mí-. Solo le pertenece a su madre, a quien se lo devolveré.

-No. Tú no te lo llevarás.

De repente me sujeta tan fuerte del brazo hasta hacerme daño, lo miré a los ojos y él se sorprendió unos segundos antes de que su cuerpo se sintiera en completa calma. Así pude librarme de su agarre y alejarme antes de soltarlo. Él parpadea un poco al reaccionar.

-Bruja -exclama sacando su espada de su funda y apuntándome con esta-. ¿Qué me has hecho?

-No soy una bruja. Solo he hecho que te calmes, me has agarrado con mucha fuerza y me ha dolido -reclamé-. Ahora déjame en paz y no vuelvas a venir por aquí.

-No haré lo que dices -vuelve a acercarse como para sujetarme de nuevo, pero en su lugar sujeta al oso por la nuca y me lo arrebata.

-¡Oye, devuélvemelo! -me acerqué, pero el filo de su espada amenazando mi cuello me hace detener con frustración-. Déjalo.

-Dime cómo me has hechizado, bruja.

-¡No soy una bruja, ya suéltalo!

Mis gritos se ahogan por el rugido de algo más grande. El hombre se da vuelta rápidamente, pero recibe el golpe de la madre del oso pequeño, quien cae al suelo, pero rápidamente escala a su madre hasta colocarse en su lomo. La osa ruge de nuevo. El hombre se levanta con su espada en mano y le hace una gran herida a la osa en el pecho.

LA DAMA DE LOS DRAGONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora