Capítulo 29 | Día cualquiera

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Al escuchar movimiento en la habitación empecé a abrir los ojos con cansancio, miré el espacio libre que había en la cama, pero estaban las huellas de que alguien había dormido allí junto a mí, el viento fresco golpeando contra mi piel desnuda, cu...

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Al escuchar movimiento en la habitación empecé a abrir los ojos con cansancio, miré el espacio libre que había en la cama, pero estaban las huellas de que alguien había dormido allí junto a mí, el viento fresco golpeando contra mi piel desnuda, cubierta solo por mis mantas desde la cintura para abajo, me hizo removerme un poco y tratar de mirar al responsable de mi desnudez y del leve ruido en su intento por ser silencioso. Antes de que me girase él ya se había acercado, besó mi cuello con suavidad e igualmente mis hombros.

-Vuelve a dormir, mi reina. No quise despertarte -murmuró con la voz más ronca de lo normal, una voz mañanera que con gusto haré caso absoluto.

Volví a caer sobre mis almohadas para dormir de nuevo, pude escuchar su leve risa mientras acomodaba las mantas sobre mí para cubrirme mejor, besó mi cabeza y se alejó de mí hasta salir de la habitación. No tardé en caer dormida nuevamente, pero esta vez no fui capaz de soñar con nada, fueron solo unos segundos para mí, pero al volver a despertar supe que habían pasado horas por el cambio de la luz que entraba a mi habitación. Me senté en la cama mirando a todos lados, bajé la vista hasta mi cuerpo y todos los recuerdos me invadieron la mente de un golpe. Mis mejillas se calentaron rápidamente, pero la sonrisa en mi rostro no podía quitármela.

Me levanté de la cama y fui hasta el baño apresurada para asearme y ponerme algo de ropa, me sentía más feliz que de costumbre y no tengo ni idea del porqué, ¿quizás sea por lo de anoche? Es que me hizo sentir tan bien y más unida a Reed. Bajé las escaleras del castillo deslizándome por el barandal, cruzando a un lado de sirvientas y Marlene.

-¡Majestad!

-Lo siento, Marlene, me saltaré las lecciones ¡otra vez!

-P..pero... ¡Majestad!

Salte del barandal al llegar al final y caminé hasta el comedor, había una cesta con frutas en el centro, tomé una manzana y la mordí mientras me dirigía hacia la entrada principal del castillo, pero Marlene me detuvo el paso con la respiración agitada.

-Majestad, eso de deslizarse por los barandales es... Quiero decir, una reina no...

-Marlene, sé que no soy la clase de reina que los humanos esperan que sea, pero ¿sabes algo? Soy la clase de reina que yo espero, tus lecciones las aprecio mucho y las pondré en práctica cuando me toque tratar con personas extrañas al reino, pero mientras no sea así, prefiero vivir mi vida como hasta ahora lo he hecho -la dejé boquiabierta a ella y a las demás criadas-. No digo que abandonaré tus clases, espero que me sigas enseñando más cosas, pero solo las necesarias, ¿sí?

-Muy bien -responde finalmente-, será como usted quiera, majestad.

-Gracias. Oh, ¿has visto a Reed?

-El rey está entrenando con los nuevos soldados, majestad. Está en la nueva arena de entrenamiento.

Volví a agradecer antes de salir, Ayris estaba allí esperándome, salté para subir a su lomo y de inmediato me llevó al lugar indicado por Marlene, vi a muchos hombres y mujeres entrenando, algunos con espadas de madera y otros con armas reales. Bajamos hasta ellos llamando inevitablemente la atención, todos hicieron una reverencia mientras yo bajaba de Ayris a quien Jadiel se le acerca de inmediato, al igual que Reed a mí.

-Hola, mi reina -él me toma por la cintura y besa mis labios-. ¿Qué haces aquí?

-Pues quería ver cómo iba esto de seleccionar los cargos, aún no lo entiendo muy bien y quería ver cómo lo hacías tú -respondí.

-Bueno, es algo que tendrás que saber igualmente -con su mano en mi cintura me dirige hasta una fila de soldados ya enderezados y en posición-. Estos soldados son los más experimentados y bien entrenados, son los líderes de las diferentes divisiones que tiene la armada. Tristán.

Uno de los soldados da un paso al frente, lo reconocí como aquel que me ha dicho que debía esperar en el reino mientras él y unos cuantos iban a buscar a Reed antes de que se lo llevaran.

-En Valoria él era otro candidato a ser primer general de las tropas, si no lo era yo, iba a ser él, pero ahora lo es para Dracovia. Es el más fuerte de los soldados y mi mano derecha, aunque a veces se ponga tan borracho que no distinga la izquierda de la derecha -me sorprende por la burla al final, pero el soldado ríe sin poder evitarlo y mira a Reed.

-Te encanta ponerme en vergüenza frente a las damas, ¿no?

-Como no tienes idea -ambos se ríen un poco, pero Tristán retrocede. Reed me presenta a más caballeros y el puesto que tienen ahora.

Parecían bien formados, la caballería de Dracovia ya tomaba forma y si aumentábamos los números, seríamos un reino bien armado para los enemigos. Además de contar con la ayuda de los dragones para defendernos a todos y nosotros a ellos.

-Cuando el reino termine de asentarse y prepararse, estaremos bien -dice Reed volviendo a mirarme.

-Espero que para cuando eso ocurra yo ya no tenga que ir a clases... que, por cierto, están por empezar justo ahora.

Suspiré levemente con aceptación de que es mi realidad en estos momentos y si bien algunas clases puedo evitarlas, otras no son tan fáciles de hacerlo. Me despedí de Reed con un casto beso y volví al castillo para mi lección de economía, realmente me falta mucho por aprender sobre el valor del dinero para los humanos, pero me va bien.

Aunque siempre que las clases terminan, con ellas mi día y mis ganas de hacer cualquier cosa además de estudiar. Estaba agotada, incluso subir las escaleras me parecía agotador, apenas podía levantar un pie porque no quería hacerlo. Resoplé recargándome por el barandal y mirando todo el tramo de escaleras que tendría que subir para llegar a mi habitación. Iba a hacerlo, hasta que escuché una risa burlesca a la vez que me levantaban en brazos.

-Supongo que debo llevarte o serás capaz de dormir en el suelo -comentó Reed con burla.

-Sería capaz, sí -respondí con una sonrisa antes de acurrucarme contra su cuerpo-. Pero tengo la suerte de que estés aquí ahora.

Volvió a reír suavemente comenzando a subir las escaleras. Su calor corporal me hacía sentir tan cálida y cómoda que a mitad de camino mis párpados comenzaban a cerrarse, solo pude ser consciente de cuando habíamos llegado y cuando me dejó suavemente encima de mis mantas. Luego de eso, no supe más nada.

LA DAMA DE LOS DRAGONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora