Capítulo 3 | El cazador

3.1K 211 1
                                    

Narra Eliette

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Narra Eliette

Abro los ojos de golpe cuando a mis oídos llega el llamado de un animal, uno de auxilio. Me levanté para sentarme en mi cama y ver que la noche reinaba y los únicos que estarían despiertos son unos cuantos dragones y criaturas nocturnas, como el lobo que pedía auxilio. Me puse en pie y me acerqué a la ventana, podía escucharlo, tan claro como si estuviera cerca de mí, pero me di cuenta de que provenía fuera de la pared de niebla. Fue saber eso lo que me hizo dudar, miré hacia abajo, pensando en que Ayris estaría durmiendo junto a los demás dragones de oscuridad bajo los cimientos del castillo. Aunque los dragones oscuros son más activos de noche, ella y algunos cuantos duermen durante la noche porque han trabajado demasiado durante el día.

Suspiré pensando en regresar a la cama, pero el aullido no cesaba, no podía dejarlo así. Bufé frustrada cerrando los ojos y tomando una decisión. Nuevamente me acerqué hasta la ventana y llamé a uno de los centinelas, quien se ha acercado rápidamente hasta colocarse de manera que me permitiese subir a su lomo.

-"Mi reina, pero no puede..."

-No puedo ignorar a alguien que está sufriendo. Por favor, llévame allí. Prometo que no me distraeré, tampoco hablaré con nadie, pero necesito asegurarme de que ese lobo estará bien... Te juro que yo misma le diré de lo sucedido a Ayris y que fui yo la que te ordenó llevarme.

El centinela parece dudar por temor a como Ayris fuera a reaccionar, pero tampoco podía desobedecerme a mí, así que voló hasta la barrera de niebla y por primera vez en mi vida, salí de mis tierras. Miré hacia atrás, viendo como nos alejábamos de la niebla hasta el bosque tras esta. Mi corazón latía con fuerza por los nervios que sentía, jamás había pasado esa niebla y ahora lo hice a escondidas de Ayris. No iba a mentir que me sentía como si estuviera traicionando su confianza, pero no podía evitarlo, y tampoco quería pelear con ella para que me dejara ir.

El centinela baja hasta meterse entre los árboles, el aullido del lobo se hacía cada vez más cercano hasta que lo tuvimos frente a nosotros. El pobre estaba atrapado por una trampa humana, lo sé porque nadie más maneja el acero o puede crear cosas tan complejas como esas. Una trampa circular con dientes afilados que se había cerrado por su pata delantera izquierda, la sangre se derramaba y al moverse parecía hundir más los dientes de esa cosa. Pero eso no era todo, además de esa trampa que hería su pata, tenía una gran cortada en un costado, aullaba de dolor y parecía cansado, como si fuera a desplomarse en cualquier momento y dar su último aliento de vida.

Bajé del lomo del centinela y luego de corroborar que no hubiera nadie por los alrededores, me acerqué al lobo quien deja de aullar al verme y gruñe con miedo. Intentó alejarse, pero eso solo lo lastimaba más.

-Espera... no hagas eso, te harás más daño -comenté arrodillándome frente a él para demostrarle que no soy ninguna amenaza-. Puedo ayudarte, déjame hacerlo.

Extendí una mano lentamente hacia él que seguía gruñendo, entonces se lanzó y clavó sus afilados colmillos en mi mano. Solté un quejido y el centinela se preocupa de inmediato.

LA DAMA DE LOS DRAGONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora