Capítulo 8 | Hormigueo

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Reed y yo decidimos escondernos tras unos arbustos para entender la situación frente a nosotros, sonreí y salí de detrás de estos para acercarme a aquel pajarito que se había caído de su nido

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Reed y yo decidimos escondernos tras unos arbustos para entender la situación frente a nosotros, sonreí y salí de detrás de estos para acercarme a aquel pajarito que se había caído de su nido. Reed aparece junto a mí y yo, con aquella sonrisa enternecida por el pequeño animal, se lo mostré.

-Esto pasa muy seguido, tuvo suerte de que estuviéramos aquí ahora -comenté mirando el árbol en busca de su nido-. Será mejor devolverlo, la madre no nos querrá vernos con él.

-Permíteme -pide de repente-. El nido está algo lejos y tú llevas un vestido, sería complicado subir.

Miré a la avecilla con duda, pues aún no confiaba demasiado en Reed, a pesar de haber pasado unos pocos días desde su interés por mis ideales. Volví a mirar el nido, es verdad que estaba lejos y también es verdad que con mi vestido sería complicado. Normalmente Ayris es quien trepa mientras yo estoy en su lomo. Resoplé y volteé hacia Reed, él junta sus manos, suavemente deposité al pajarito sobre estas, sintiendo como rozaban con las mías levemente; fue un momento corto, pero de todas formas pude sentir un hormigueo en aquella pequeña zona del roce, lo miré dando un paso hacia atrás para darle espacio. Él observó al pájaro en sus manos como si se sintiera bien teniéndolo.

Reed lo acomoda en una mano antes de empezar a subir, sujetándose de ramas y escalando con cuidado de no tirar al pajarillo, finalmente llega hasta el nido y lo deja con mucha delicadeza allí. Volví a mostrar una sonrisa al saber que ese animalito ahora estará bien. Reed vuelve al suelo de un salto y se me queda viendo, como si esperaba una felicitación de mi parte.

-Jm -me reí corta y suave sujetando mis manos tras la espalda y mostrándole esta para apartar la mirada-. Nada mal.

-¿Solo eso? ¿En serio?

-Agradece que es algo.

Lo miré por encima del hombro cuando rodó los ojos, pero volvió a sonreír. Aparté la mirada una vez más y comencé a caminar con él siguiéndome de cerca.

-Y dime... -empieza-. Entonces, ¿vives entre los dragones tras la niebla? ¿Cómo es eso posible?

-Vivo con ellos, soy parte de ellos. Es posible porque me han criado desde que tengo memoria.

-No puedo imaginarme a unos dragones cuidando de un bebé, ¿por qué decidieron hacer eso?

-Pues... porque le he caído bien a su líder, es todo -me encogí de hombros sin estar segura de si contarle sobre los vínculos, ¿qué haría con esa información?

-Ya, pero ¿y si...?

-Haces demasiadas preguntas, me estás empezando a molestar -lo enfrenté para que dejara de hablar como si fuésemos amigos íntimos de toda la vida.

-Lo siento -apoya una mano sobre su pecho e inclina la cabeza para mostrarse más sincero.

Quizás ha hecho que me sienta algo mal por hablarle de tal forma. Me di vuelta de nuevo para que no me viera dudar, no podía sentir compasión tan rápido por un humano como él. Aún no olvido lo que le ha hecho al pobre lobo la primera vez que nos encontramos.

Empecé a escuchar el caer del agua por una cascada cercana, miré a Reed de reojo antes de esbozar una sonrisa por la idea metida en mi cabeza. Mientras más nos acercábamos, más fuerte era el sonido de la cascada y el río a nuestro lado se volvía más caudaloso. Al acercarnos al borde y presenciar la caída del agua, vi que la altura a la que estábamos era muy alta, pero al vivir toda mi vida en las alturas, estar tan cerca no me provocaba ni un temblor.

-Será mejor que te alejes del borde, no me gustaría que fueras a caer -escuché a Reed.

-¿Y si me fuera a lanzar? -cuestioné con diversión.

Él voltea a verme con una ceja enarcada pero no pudo reaccionar cuando de verdad lo había hecho. Escuché su grito llamándome, pero yo disfrutaba del viento golpeando mi rostro mientras acomodaba mis manos para hacer un clavado, el agua me cubre al llegar, bajando una gran altura considerando desde la que había saltado. Empecé a subir y acomodé mi cabello hacia atrás para que dejara de molestar frente a mi rostro. Esto me recuerda a cuando juego con los dragones de agua, siempre me lanzan desde las cascadas.

-Joder, estas viva... -volteé para ver a Reed con la respiración agitada por haber corrido mientras suspiraba con alivio.

-Por supuesto, ¿realmente creíste que la altura me aterraría? -dejé escapar una pequeña risa.

-Debí imaginarlo -él niega con la cabeza. Me acerqué hasta la orilla y él me tendió la mano para ayudarme a subir.

Lo miré unos segundos, aunque siempre me tienda la mano y yo siempre la rechace... él no deja de hacerlo, y no parece resentido conmigo por dejarlo con la mano tendida. Recordé entonces la delicadeza con la que tomó al pajarillo que había caído del nido y como tuvo tanto cuidado para subir al árbol y dejarlo en su hogar.

-Huh -no fue capaz de disimular su sorpresa cuando mi mano toca la suya.

Me agarré a él quien deja la sorpresa a un lado para ayudarme a subir. Era una sensación extraña, nuestras manos juntas hacen que sienta que la mía hormiguea con intensidad. Levanté la mirada para encontrar a Reed observando nuestras manos, sujetaba la mía con suavidad, pero a la vez como si no se creyera que me estuviera tocando y yo no me apartara.

-¿Qué pasa? -pregunté riendo divertida-. ¿Nunca habías tocado a una mujer?

-Ja -suelta a la vez que nuestras manos se separan-. Realmente es más acertado decir que... tú eres la que nunca ha tocado a otro ser humano.

-Touché -respondí haciéndolo sonreír-. Es hora de volver, pronto oscurecerá.

Reed asiente, pero noté como su mirada se desvía hasta la mano que él agarró, empecé a caminar con él siguiéndome. Nos tomó un poco de tiempo volver a subir y luego llegar hasta la pared de niebla.

-Entonces, nos vemos mañana -comenté volteando a verlo.

-Por supuesto, estaré esperando con ansias -él se inclina con una sonrisa mientras un brazo permanece tras su espalda y el otro frente a su pecho. Es delicado pero firme, con un porte que me da la impresión de que sea sacado de una de mis novelas de caballeros. Actúa como tal.

Volví a darle la espalda y a entrar en la niebla, no podía dejar de pensar en el cuidado que tuvo con el pajarillo. Hasta ahora no he dejado que toque a ningún animal que encontramos, tenía miedo de que fuera a ser bruto con ellos y les hiciera daño, pero... veo que puede ser delicado de vez en cuando. Aparté los pensamientos de mi cabeza mientras iba hasta el castillo, le pedí a uno de los centinelas que me llevara para ir más deprisa.

-Gracias -sonreí agradecida. El centinela se inclina un poco antes de alejarse.

-"Eliette, ¿por qué te ves tan mojada?"

Volteé rápidamente para ver como de las sombras aparece Ayris. Mi sonrisa se ensancha, corrí hasta ella y la abracé, pues la había extrañado un montón en estos días sin ella.

-Ayris, volviste.

-"Sí, y traje a una buena cantidad de dragones conmigo, ya te los presentaré" -comentó, pero volvió a ver mi vestido mojado- "¿Y bien?"

-Bueno... -no podía decirle que había ido fuera de la niebla mientras ella no estaba-. Decidí ir a jugar con los nuevos bebés de agua, estas son las consecuencias.

-"Ya veo, está bien" -responde antes de dejarme subir a su lomo-. "Mejor entramos antes de que te resfríes aquí afuera."

Ayris me lleva hasta mi habitación, fui a darme una ducha relajante y cambiarme de ropa por algo seco. Al acabar, ambas nos acostamos en mi cama y le pedí que me contara todo lo que había pasado en su viaje. Quería saberlo todo.

LA DAMA DE LOS DRAGONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora