Capítulo 12

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Un día, Liam fue al centro. Sandrine aprovechó para llamar a su suegra y decirle que planeaba llevar a sus hijos a conocer a su hermana, pero sin decirles nada todavía. Sólo les dijo que los llevaría a "conocer a los hijos de una amiga de mamá". Peggy estuvo de acuerdo, y cuando fue a lo de Isabelle, se lo contó. Jenna se alegró mucho, pero su mamá seguía nerviosa. Entre todos le dijeron que no pasaría nada y le pidieron a Jenna no decirle a los chicos que era su hermana, y ella entendió y aceptó. Un rato después tocaron el timbre. Stanley abrió, era Sandrine con sus hijos, y los hizo pasar. Se presentaron todos. Isabelle disimulaba sus nervios. Luego los chicos se fueron al patio a jugar a la mancha. Stanley y Peggy decidieron dejar a Isabelle y Sandrine solas.

—Vení, Alex —dijo Stanley alzando a su hijo, y se lo llevó a upa al patio.

—¿Cómo estás? Veo que tenés lindos hijos —alagó Sandrine a Isabelle.

—Gracias. Vos también —contestó Isabelle con nerviosismo y mirando hacia abajo.

—Te noto nerviosa, podés estar tranquila. Vos sabés que mi cuñado me contó todo. No te voy a reclamar nada, no vine para eso. Sé que no tenés la culpa.

—No, no la tengo —dijo mirandolá—, pero en un caso así uno siempre está nervioso. De todas formas, espero que esto no haya arruinado tu matrimonio. Sigo queriendo que Liam conozca a Jenna, pero no que se separe de vos —aclaró.

—Yo tampoco quiero alejarme de él, a pesar de que mis padres sí. Ahora ni mi mamá lo aguanta, y ella lo amaba como a mis hermanos y a mí. Nada más estoy enojada con él, apenas le hablo, pero también trato de hacer que venga —contó Sandrine.

—Por lo visto, no quiso —notó Isabelle decepcionada, pero sin sorprenderse.

—No, hasta me prohibió traer a mis hijos. Liam no sabe que estoy acá. Cuando vaya a casa, creo que vamos a pelear de nuevo.

—Sandrine, perdoname, no queríamos que esto pasara así.

—Está bien, él es el único culpable. Ni vos ni mi suegra ni Noel ni nadie tiene la culpa, sólo mi marido. Es lo que todos tienen que entender.

—Al menos los chicos se están llevando bien —comentó Isabelle sonriendo. Ambas los miraban jugar desde la ventana.

Liam llegó a su casa y no había nadie. Los buscó por todos lados y no los encontró.

—Pero ella siempre deja una nota —murmuró para sí mismo y luego se quedó pensando—. No...no, Sandrine, vos no pudiste haber...—Se quedó callado temiendo lo que imaginaba que había pasado. Agarró las llaves de nuevo—. Pará, Liam, a lo mejor está por volver. —Las dejó y se fue al patio a fumar.

***

En lo de Isabelle, Sandrine ya se estaba por ir.

—Me despido de ustedes primero —dijo Sandrine a Isabelle y a Stanley—. Un gusto haberlos conocido, en serio.

—Igualmente, me alegra que te hayas entendido con mi mujer —dijo Stanley.

—Vos y tus hijos son bienvenidos siempre —agregó Isabelle.

—Suerte con mi hijo —le deseó Peggy.

—No va a pasar nada más allá de una discusión. Voy a buscar a mis hijos. —Salió al patio y volvió con los nenes—. ¿Se divirtieron?

—Sí, jugamos mucho —contestó Keegan.

—¿Cuándo los traes de nuevo, Sandrine? —preguntó Jenna.

—Cuando quieran. —Sandrine y sus hijos terminaron de despedirse y luego se fueron. Al llegar, encontraron a Liam sentado en el sofá. Los nenes corrieron hacia él, y los abrazó mucho. Se quedó un rato mimandolós.

—¿A dónde fueron?

—A ver a una amiga nueva —contestó Emily.

—Se llama Jenna —agregó Lester.

—¿Ah sí? —Miró a Sandrine muy serio y luego a sus hijos con una sonrisa falsa, pero convincente—. Me alegro. —Los chicos se fueron a la pieza, él se levantó y miró a su mujer.

—Liam...

—No peleemos ahora —la interrumpió—. Saqué de la heladera lo que sobró del mediodía.

—Bueno. —Su marido da media vuelta para irse a la cocina—. ¿Todo bien? —preguntó Sandrine sospechando.

—Hablamos mañana —insistió su marido.

Una hora después se sentaron a comer. Sus hijos hablaban todo el tiempo, pero Liam y Sandrine se ignoraban entre ellos.

Al otro día, vino el transporte a buscar a los mellizos y a Lester. Después de irse todos, Sandrine vio que tenía algo de tiempo para hablar con Liam.

—Liam, escuchame, yo sé que me dijiste que no llevara a nuestros hijos a conocer a su media hermana, pero tenía que hacerlo.

—¡Pero vos me habías prometido que no me ibas a traicionar! —le reclamó enojado.

—¡No me grites! ¡Esto no es una traición! —se defendió—. ¡Nuestros hijos tienen derecho a conocer a su hermana, no los prives de esto! Cuando sea el momento, les voy a contar.

—¡No quiero que los llevés nunca más ni que les digás nada! —le exigió—. ¡Esa nena no tiene nada que ver con ellos ni conmigo! ¡La quiero fuera de nuestras vidas! —Se sentó en uno de los sillones.

—¡Vos no vas a impedir nada, no tenés ningún derecho a seguir mintiendo! —Su marido estaba mirando al piso. Se agarró la cabeza y trataba de ignorar lo que decía—. Liam, pensá en tus hijos, en los 4. No es justo que sigas haciendo a Jenna a un lado. Si supieras lo bien que se llevaron nuestros hijos con su hermana. Ellos merecen saber que son hermanos, llevarse bien —decía Sandrine tratando de hacerlo entrar en razón. Pero Liam no aguantó más y se levantó a darle una trompada repentina que la tiró al suelo. Sandrine quedó impactada por esa reacción mientras seguía en el suelo y se tapaba la boca lastimada. Su marido la agarró fuerte de los brazos mientras ella seguía arrodillada, tratando de levantarse.

—¡¡¡Dejá de decir que es su hermana, estoy harto!!! ¡¡¡Me tienen todos harto nombrandomé a esa pendeja!!!—le gritaba Liam sacudiendolá. Quedaron callados unos segundos, y Liam se dio cuenta de lo que había hecho y no podía creerlo. Sandrine se soltó bruscamente.

—No me toques —dijo enojada. Se pusieron de pie.

—Sandrine, mi amor, perdoname. Perdoname, yo no...no quería —suplicó Liam.

—Esto se acabó, Liam. Sos una basura, es lo único que sos —le decía mirandoló con odio.

Tu hija 2: consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora