Capítulo 21

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¡Oh! Fugaku estaba hecho una fiera y Mikoto parecía una pequeña presa que esperaba su fin a manos del depredador más peligroso.

Sabían que se estaba conteniendo, pero el aroma que desprendía hubiera sido capaz de obligar a cien omegas a bajar su cabeza, completamente sumisos.

La venas de su cuello palpitaban y el rostro colorado por las quemaduras del sol, se encontraba completamente bordó de temperamento.

—¿Y tú no quisiste decirme nada?

Claro que podía entender su molestia, pero no debía ser él quien pague los platos rotos de la situación y si por Izuna fuera, se hubiera escondido detrás de su hermana para protegerse.
Poco le importaba que pudieran llamarlo cobarde en ese momento, bien sabía como esquivar las garras de un alfa furioso. Sobre todo cuando era más grande que él.

Madara se la había jugado en grande, comentándole que llevaría a Sasuke al palacio para que vea a su hermano por un momento.
Claro que Fugaku no se encontraba y Madara, al saber que su cuñado ya estaba de regreso, prefirió alejar a su sobrino de allí con tal excusa.

A su hermano no le había importado que él se quedara, después de todo, la idea fue del mayor con el estúpido argumento de que si tenía que ser él quien mediara el problema, la pareja iba a terminar con un maldito zarpazo de su parte.

Izuna estaba seguro de que no mentía, después de todo él siempre debió estar para que su hermano no arremeta contra ningún alfa que lo haga enojar.
Sin embargo, ellos apenas habían hallado nuevamente a la familia. ¿Cómo demonios iba a lograr bajar los niveles de ira de su cuñado?

Apretó sus dientes con fuerza cuando su espalda chocó contra la despintada pared y pudo sentir las garras de Fugaku rozar contra su garganta en cuanto lo sujetó del cuello de su kimono.

—Lo supe apenas... Llegué.—Habló con dificultad.

La nariz del mayor se arrugó cuando su labios se elevaron mostrando sus afilados colmillos.
Si ese era su fin, Izuna prometía volver del más allá para atormentar a su hermana y de paso, darle algunos sustos a Madara por dejarlo en esa situación.

Fugaku observaba los ojos oscuros de Izuna buscando la sinceridad en ellos o quizás, algo que le diga que las estupideces que había hecho su esposa eran una completa mentira.
Sin embargo, solo pudo hallar el miedo hacia su persona y desesperación. Una completa desesperación por no saber como calmarlo.

Lo soltó con lentitud y pasó sus manos por su rostro, en un intento por no atacar a la omega.

—Dime donde está.—Pidió entonces con la voz más calmada. Mikoto negó en silencio y aquello solo logró que una nueva ola de rabia naciera de su interior.— ¡Habla de una puta vez!

—Con el duque.—Respondió entonces, acuclillada y tapándose los oídos por el grito.— El duque lo desposó.

Fugaku cerró sus manos en un puño, clavando sus garras en sus palmas y sintiendo el tibio líquido deslizarse por sus dedos hasta gotear cerca de sus pies.
Miró hacia Izuna, quien negó al no conocerlo y se acercó con pasos tranquilos hacia la mesa.

Allí se encontraba una pequeña bolsa de tela que cabía en la palma de su sangrienta mano.
Su esposa la había dejado allí cuando llegó sin percatarse de su presencia y por el sonido del tintineo, pudo descifrar que se trataba de monedas de oro.

—¿Qué planes tienes con Sasuke? —Mikoto tembló y Fugaku se acercó a ella para acariciar su cabeza. Acto seguido, la tomó del cabello a la altura de su nuca y la obligó a verlo a los ojos.— Habla ya.

La mujer mordió su lengua con fuerza, negándose a decirle una sola palabra.
Miró de reojo a Izuna con ojos suplicantes, pidiéndole que intervenga entre ambos.

En las manos del Duque (NaruIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora