Capítulo 3

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Naruto mantenía su vista fija en el espejo de pie con marco de oro pulido frente a él. Podía escuchar a Iruka comentarle sobre lo que podría hablar y lo que no, pero no se encontraba prestando verdadera atención.

Sus pantalones algo ajustados se amoldaban a sus piernas, de aquel color azul oscuro que tanto le gustaba y franjas rojas en los lados expuestos de sus piernas.
Su camisa blanca no se veía al portar el saco ajustado a su cuerpo del mismo color que su pantalón. El cuello de la prenda se cerraba completamente y los botones dorados con pequeños detalles se extendían desde aquella zona hasta su estómago.

Las criadas colocaron su banda dorada, asegurándola en su hombro derecho con las hombreras de hilo dorado, hasta caer en el lado izquierdo de su cadera.
Permitió que enguantaran sus manos con aquellos guantes de tela gruesa y blanca y finalmente, se dio la vuelta para observar al beta.

Se ve perfecto, alteza.—Halagó a pesar de recibir un gruñido de parte del alfa.— No tiene nada de que preocuparse.—Comentó.— Puede marcharse cuando guste de la casa.

Naruto asintió, manteniendo en su cabeza aquella frase para recordársela a Iruka en el momento en el que la quiera cumplir.

Observó a su padre en el umbral de la puerta de su cuarto con un traje similar al de él, pero sin la banda y que marcaba su estrecha cintura. Suspiró con cansancio y caminó hacia su progenitor para salir de su cuarto.

El carruaje está esperándonos y ya tenemos listo a los guardias. Será mejor partir cuanto antes.—Comentó el mayor, recibiendo un asentimiento de parte de su hijo.

Yo... —Naruto dudó un momento, provocando que su padre tensara su mandíbula.— Lo lamento, pero no iré.

No estuvo muy seguro de si la mirada de su padre fue lo que provocó que su sentencia cambiara de un segundo a otro. Y es que, a pesar de ser un omega pequeño y tranquilo, sabía de lo que era capaz si se enojaba.

Refunfuñando, tomó la mano de Minato y caminó hacia el carruaje con pasos pesados, no queriendo subirse y teniendo en su cabeza, las actividades que debería postergar por esos momentos.

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A medida que se adentraban en las calles de Luxemburgo, Naruto observaba en silencio a las personas a través de las finas cortinas. Todas y cada una de ellas, inclinándose ante la presencia de su carruaje al pasar.

Se detuvo de repente y observó a Iruka abrir la puerta del vehículo.
Su mirada azulina paseó por la construcción simple de dos pisos que se ubicaba justo frente a él.

¿Es aquí? —Preguntó señalando el lugar con su dedo índice y solo recibiendo un asentimiento de parte del beta, quien caminó con tranquilidad hacia la casa.

El moreno se detuvo de repente y Naruto presenció la salida de un hombre mayor de edad, quien se marchaba con el ceño fruncido y soltando improperios en uno de sus idiomas.
Sin embargo, el mayor abrió sus ojos con sorpresa y se inclinó ante él cuando estuvo a punto de chocar contra Iruka.

Siempre es un gusto verlo, alteza.—Habló con voz gruesa.

Igualmente.—Correspondió Naruto con un asentimiento.

Fue entonces, que el duque pudo observar el carruaje negro que se encontraba justo frente al suyo.
Le resultaba extraño que aquel hombre haya salido del hogar Uchiha, siendo que era de público conocimiento que no solía salir de su palacio.

Iruka, luego de incorporarse por haber reverenciado al conde, caminó nuevamente hacia la puerta y golpeó con suavidad.

Naruto apretó sus manos en un puño, sintiendo la mano de su padre dar suaves golpes en su espalda para tranquilizarlo.

En las manos del Duque (NaruIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora