Capítulo 30

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Sus hombros dolían al igual que su espalda. Su cuerpo parecía haber olvidado hacerle notar lo tensionado que estaba desde que puso un pie en el hospital.

Había sido apenas su primer trabajo real sin contar el haberse enfrentado a los consejeros para llegar a un nuevo acuerdo con los condes de Luxemburgo.

Fue él quien preparó los documentos para poder cerrar el acuerdo que su esposo había propuesto. Fue él quien llevó a cabo el conteo del oro que el conde Shikamaru y Gaara le habían prestado al ducado para poder darle prioridad al hospital, aún cuando los ancianos se negaban.
Debía aceptar que fue sorprendente el haber congeniado tan bien con Neji, el omega de Shikamaru, cuando apenas era la segunda vez que lo veía. El joven hablaba con tanta confianza y firmeza de tantas cosas, que creía imposible no oírlo durante horas.

Aún recordaba la mirada que el conde Danzo y el anciano Sarutobi le dedicaban. El primero con burla y el otro con molestia, e Itachi sabía perfectamente el por qué de esos sentimientos.

Ya le habían dejado en claro con comentarios indirectos, o quizás no tanto porque Naruto intervino en más de una ocasión para que cerraran sus bocas, que no lo creían capaz de dirigir el ducado junto a su alfa. Sin embargo, poco podía importarle a Itachi cuando sentía la mano de su esposo acariciar la suya con delicadeza y la sonrisa orgullosa que había iluminado el semblante del mayor al asegurar que el préstamo se encontraba firmado.

Además, las reverencias y sonrisas agradecidas de tanto médicos como pacientes, llenaban su pecho de calidez y le aseguraban que las pocas cosas que había hecho, habían valido la pena aún si los ancianos decían lo contrario.
La sonrisa de los pequeños con los que había estado jugando mientras su esposo hablaba con los dirigentes del hospital, había sido suficiente para poder entender que a pesar de sus raíces, era bien recibido como su nuevo soberano, gobernando aquel ducado junto al hombre que lo había enamorado.
El sentimiento cálido de jugar con aquellos pequeños, solo lo habían dejado emocionado y preocupado en partes iguales ante su condición actual.

Naruto sonreía con alegría, logrando que sus ojos brillaras con una emoción que no creía entender, pero que había visto en más de una ocasión.
El alfa había dejado los acuerdos en manos de Itachi, confiando ciegamente en él porque, a pesar de no haber sido instruido de la misma forma que Naruto, confiaba en la inteligencia de su esposo y su capacidad por hacer lo correcto.

—¿En qué tanto piensas?—La voz del rubio lo hizo sobresaltar.

El silencio en el interior del carruaje lo relajaba poco a poco y aún cuando sentía su cuerpo adolorido por los nervios previos acompañados de una ansiedad que pocas veces había sentido, su párpados habían comenzado a pesar, sintiéndose arrullado por el suave sonido que las ruedas del carruaje hacían al pasar por encima de las piedras pequeñas del camino.

—Quiero tener un hijo.—Susurró bajando su vista hacia sus manos unidas. Naruto se acercó un poco más a él y besó su frente por unos largos segundos.— Se cual es la situación, pero si lo que la doctora dijo es verdad, no estoy seguro de cuando me podré tranquilizar para que el estrés no altere mi cuerpo.

El alfa lo escuchaba mientras con una de sus manos acariciaba su cuello con cariño, justo donde tenía la marca de su mordedura.
No sabía realmente que decirle o que era lo que Itachi podría desear escuchar. No se creía capaz de sincerarse con sus sentimientos en ese momento, siendo que era su propio omega quien más afectado parecía por la situación.

En las manos del Duque (NaruIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora