CAPITULO 32 Un beso.

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Narrado por Bill.

– ¿Señor Kaulitz, Bill Kaulitz? – me dice un señor vestido de traje que me espera a la salida del largo pasillo a la bajada del avión.

– Sí, soy yo.

– Soy Peter. Persona de confianza del Señor Dominick. – estrecha mi mano. – Le llevaré a la mansión. – ¿mansión? ¡Joder!

Salimos del aeropuerto camino a otra gran limusina, la cual ahora sí aprecio. Eso de mansión me ha dejado con la boca tan abierta que estoy deseando llegar. Eso significaba que me quedaría en la casa del jefe. Abre el maletero y deja mi maleta en él. Mi bolso de mano lo llevo conmigo.

Conducimos sin cruzar palabra. ¿Así se sienten los ricos? ¿Los ricos de verdad? Vaya lujo de coche. Limusina. Tom fliparía si estuviera aquí.

Para el coche frente una enorme vaya plateada con las iniciales de mi jefe en ellas, o eso imagino. Una "D" y una "B". La verdad no sé cómo se apellida. Veo como apunta con algo a ella, un mando. La puerta se abre y nos adentramos con el coche. Joder... vaya casa. A lo lejos se puede apreciar la casa, mientras vamos por un camino con piedrecitas pequeñas rodeado de árboles y flores. Menudo jardín. Llegamos a la puerta y allí espera otro hombre con el mismo traje que lleva Peter. Bajo del coche y este se me presenta de la misma manera.

– Bienvenido, señor Kaulitz. – se inclina frente a mí y yo quedo en ridículo con la mano tendida esperando que me la estreche. – Llevaré su maleta a su habitación. Peter le acompañará hasta el comedor donde le espera el Señor para comer. – coge mi maleta sin más y se va.

– Señor Kaulitz, si me acompaña...

– Claro.

Subimos cinco escalones y cruzamos la gran puerta principal, la cual da lugar a un recibidor que creo que es tres veces nuestro piso. No puedo evitar abrir mis ojos de par en par observando todo, cada rincón, cortinas incluidas, dios, la de pasta que hay aquí metida.

– Buenos tardes, Bill. Espero que hayas tenido buen vuelo.

– Oh. Gracias. Sí. Algo cansado pero sin problemas. – nos estrechamos la mano.

– ¿Te gusta Italia? – dice mientras nos sentamos en la enorme mesa.

– Es preciosa, la verdad. Lo poco que he visto hasta ahora me encanta.

– Me alegro. Antes de nada quiero avisarte que en primer lugar... bueno, no puedo hacerlo si no te parece bien. Así que tienes la última palabra.

– Dígame.

– Había pensado que tal vez con un corte de pelo se te vería mucho mejor. No pienses que me meto con tu estilo o...

– ¡No! Está bien. Ya lo tenía pensado, así que me parece perfecto.

– No pretendo cambiar tu estilo, sabes que me encanta tu manera de vestir y demás. Pero para presentarte ante...

– Sí. No hay problema. Lo comprendo. – lo tenía pensado hace días, así que, qué más da si quiere que me lo corte lo haré.

– Bueno, gracias supongo. No pensaba que aceptarías tan rápido.

– Hace días tenía pensado cortarlo. Y tengo que teñirme de nuevo así que...

– ¿No eres... moreno?

– No. – sonrió – Soy castaño, rubito.

– Vaya. Eso sí que no lo hubiera imaginado nunca.

Seguimos charlando un poco. Le expliqué como pensaba cortarlo. Nada de tintes rubios que le dije a Tom. Seguía pensando en dejarmelo algo largo por arriba y cortito por los laterales. Se lo expliqué a Dominick y pareció gustarle la idea. Me preguntó sobre los trajes que me pidió que trajera y de igual modo, le expliqué la ropa que traía conmigo. En su expresión podía notar que no entendía ni la mitad de los modelitos que traje, pero me dijo que estaba bien. Supongo que confía demasiado en mí. Espero no meter la pata.

Comimos mientras charlábamos de todo un poco y me explicaba cosas de la tienda. Me pregunto por "mi pareja", conocía a Tom por lo que nos había escuchado hablar a Kate y a mí. Se interesó en cómo nos conocimos y cuanto tiempo llevábamos. Me tuve que inventar una gran historia para que me creyera. De locos.

– Bien, pues, esa es tu habitación. Descansa lo que puedas, esta tarde te llevaran a mi peluquería habitual. Allí puedes explicar como quieres el corte. Acomódate en la habitación y, estás en tu casa, Bill. Cualquier cosa siempre tendrás a Peter rondando por abajo. Pídele lo que te surja.

– Gracias.

– Se me olvida. Esta noche tendremos cena con los diseñadores. Nada formal. Simple cena entre amigos. Si quieres puedes acompañarme y así conocerlos mejor y... quién sabe, puede surgir alguna oportunidad interesante para ti.

– Sí, me encantaría acompañarlo.

– De acuerdo. Peter te mantendrá informado. Hasta luego, entonces.

– Gracias de nuevo.

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora