CAPITULO 29 Somos uno.

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La noche transcurría y yo estaba más que feliz de ver a Tom contento. Si es que no puedo decir nada más de él. Me hace tan feliz, me hace sentir todo y tener la sensación de que no me falta nada más. Es... es único. Es él. Nadie como él.


Seguía besando mi cuello. Nuestras respiraciones ya estaban más que aceleradas, mi corazón retumbaba como si de un momento a otro se fuera a salir de mi cuerpo. Me cogió de las manos dejándome caer sobre las mantas y él conmigo. Fue besando mi cuerpo de nuevo hasta mi ombligo, después noté como sus manos desabrochaban mi cinturón, los botones de mi pantalón y mis boxers se fueron junto a él en un simple tirón. Se acercó a besarme mientras con mis manos baje por sus costados buscando sus pantalones, metí mis manos en ellos y le atraje contra mí cogiéndole de su culito. Se puso de rodillas para poder desnudarse. Yo me mordía el labio admirando su cuerpo desnudo ante mí. Perfecto.

Se sentó frente a mí con las piernas cruzadas, en la misma posición en la que jugamos con la nata.

– Ven. – me dijo extendiendo los brazos hacia mí para, de un abrazo, dejarme sentado sobre él.

Me miró a los ojos sin hacer nada más. Solo mirándome me hacía sentir esas mariposas que siempre están presentes en mi estómago cuando lo tengo así, pegadito a mí, piel con piel. Pasé mis brazos por su espalda acariciándole. Tom me tenía abrazado por la cintura y también acariciaba mi espalda, suave, casi como un roce que me hacía excitarme todavía más. Y él también con mis caricias. Me besó tiernamente. Como cuando se besan dos adolescentes que tienen miedo de lo que están haciendo, besitos cortos, suaves, como si quemaran, como si pudieran hacernos daño.

Apretó todavía más su abrazo alzándome un poquito sobre él, lo suficiente para poder pasar su mano y enfocarse a mi entrada. La notaba, la notaba en mi entrada. Volvió a abrazarme sin dejarme bajar todavía. Dios. Notarla ahí, sin moverse, sin entrar todavía, no hacía otra cosa que ponerme más nervioso y que mi respiración se acelerara deseando que entrara ya.

– Tom... – le supliqué con la mirada.

– ¡Shhh! Quiero que sea especial.

– Mmm...

Me estaba matando. Todavía seguía ahí. Sin entrar en mí. Recorrió mi cuello de nuevo con su lengua, no sé qué es lo que quería probar, pero de seguro me mataría en el intento. Yo solo quería que lo hiciera de una vez, pero por otro lado, me estaba gustando tanto... Porque no quería romper el momento, si no ahora mismo estaría como un loco montándolo a caballo.

– No sé en lo que estás pensando, pero no lo hagas. – maldita conexión... le sonreí y él me devolvió la sonrisa.

Fue soltando el abrazo, dejándome caer tan suavemente, que más que penetrarme parecía una caricia. Me abracé a él, sintiéndolo, sintiéndolo suave, tan placentero, poco a poco dentro, y más, tan adentro que creo que nunca lo había sentido así.

– ¡Oh, dios!

– Mmm... tenías ganas...

– Siempre te tengo ganas. – le contesté besando sus labios.

Se apartó un poco poniendo su frente sobre la mía. Me tenía tan agarrado en su abrazo que no me dejaba moverme, ni él tampoco lo hacía. Estaba intentando calmar su respiración, así que me di cuenta de que lo que quería era simplemente sentirme. Al menos de momento. Quedarse ahí, sintiendo uno el cuerpo del otro.

Maldita sensación tan... excitante. Tenerle así y tener que ignorar lo que mi cuerpo pedía, moverme sobre él, hacérselo con locura, pero... esto era muchísimo mejor. Era una sensación totalmente nueva para mí. Solo notándole dentro, quieto, mirándome, sintiéndome.

– Me estás matando, Tom. – le dije en susurros frente a sus labios.

– Aguanta... quiero tenerte así. Solo quiero sentirte.

Me estaba matando, pero aguantaría. Aguantaría porque sentía morirme de placer. Pasé mi mano por su espalda, por su pecho, sin moverme, porque al mínimo movimiento rompería la magia. Esa burbuja que nos envolvía a los dos haciéndonos uno. Solo uno.

Simplemente con caricias, manteniéndonos así, estaba notando como mi cuerpo estaba experimentando algo nuevo. Lo mismo que estaba experimentando Tom. Que no hace falta las locas investidas ni el sexo como tal para sentir placer. Estábamos haciendo el amor como ninguna otra vez.

Seguimos con las caricias y esos dulces besos durante unos pocos minutos. Volvió a pegar su frente a la mía, abrazándome tanto que sentí un escalofrío recorriéndome cuando noté la presión de nuestros cuerpos en mi miembro. Yo pasé mis brazos por su cuello, con un brazo lo rodeé, mientras mi otra mano la tenía posaba en su mejilla. Y así, comenzó con un lento movimiento que me llevaba directo al más intenso de los placeres.

Su carita, su carita brillaba de sudor, de aguantar las ganas, del placer, de las mil sensaciones y de los cientos de escalofríos que ambos estábamos sintiendo. Sus ojos los abría y cerraba por momentos. Queriendo más, al igual que yo, pero sin querer romper ese momento, ese momento que estaba siendo maravilloso. Su boquita entre abierta soltando suspiros sin parar, los cuales recogía para después soltarlos en mis propios suspiros. ¿Podía existir algo mejor en el mundo? ¿Podría existir persona más bonita que él? Seguí yo con ese movimiento lento, pero matador. Suave, de atrás adelante. Como caricias. Lento. Eterno. Por un momento pensé que aquello duraría toda la noche, pero no. Mi respiración iba cada mes acelerada, igual que la de Tom. Solo se nos oía respirar fuertemente por la boca, gimiendo de placer y la suave música sonando de fondo. Las suaves caricias que notaba de nuestros vientres en mi miembro.

–Hum... amor... – venía. Ya no podía aguantarlo más.

– Sí... un poco más...

Seguí moviéndome y apenas segundos llegué al orgasmo más placentero que en mi vida podría haber imaginado. Mi cuerpo temblaba en espasmos que hacían que me contrajera en mí mismo, abrazándolo sin dejar de sentirlo dentro de mí.

– Mmm....

– Ohhh.... – dejó salir entre dientes frente a mí.

No pude evitar besarlo después de sentir su orgasmo. Después de sentir como me llenaba, fundiéndonos de nuevo en un abrazo entre dulces besos.

– Ha sido el mejor de todos. – le dije entre besos.

– ¿Todavía... tiemblas? – y cómo no iba a hacerlo si seguía dentro de mí.

– Jumm... – cerré los ojos al notarla salir.

– Tenemos que hacerlo más veces. Oye, ¿te he dicho que te quiero? – negué riendo. – Pues te quiero, te quiero enterito para mí.

– Te amo, amor. – nos dejamos caer sobre las mantas, cogiendo una para taparnos un poco.

Estaba en la gloria, no, en la gloria es poco. No sé dónde estaba, pero me había llevado al más maravilloso de los mundos. Todo fue perfecto.

– Ha sido un día perfecto. – le dije recostándome sobre él, dejándome caer sobre su hombro, rodeando su cuerpo con mi brazo y mi pierna entrelazada con la suya.

– No, tú eres perfecto. Tú has hecho el día perfecto. Además, solo te invité a desayunar y comer, lo que tú has preparado ha sido mucho mejor.

– No digas eso. A mí me han gustado tus sorpresas.

– Porque te conformas con poco. Eres como un niño pequeño. Hace falta poco para sorprenderte. – dijo dándome un toque en la punta de mi nariz.

– Solo me haces falta tú. Nada más. No sé qué haría sin ti. Ya no me imagino los días sin ti.

– Ahora podremos pasar más horas juntos. Estoy deseando empezar con el nuevo trabajo.

– Sí. Podremos despertarnos juntos, desayunar, comer juntos.... y pasar las noches juntos.

– Juntos.

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora