CAPITULO 12 El comienzo.

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– ¡Tom! – mierda de tormenta. Pedazo de trueno. El estruendo me despertó de un salto de mi cama. – ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! – eso no era una tormenta, era la reina de las tormentas. Y Tom no me contestaba. ¡Ostia!

Mi corazón iba a mil por hora. Nunca me había explicado por qué les tengo tanto miedo. Los árboles se oían agitarse, el aire era tal que silbaba toda mi habitación. Me asomé por la ventana para ver el día que estaba haciendo, era de noche, así que apenas vi nada. Miré mi móvil buscando la hora, las siete de la tarde. Y era completamente de noche. Definitivamente, era la reina de las tormentas.

Otro relámpago y después otro enorme trueno me hizo salir de mi habitación en busca de Tom. Encendí la luz del pasillo y comencé a andar desesperado por él. Otro trueno más y con este la luz de casa se fue. Me quedé completamente a oscuras en aquel pasillo. No se veía nada.

– ¡TOOOOM! – grité a la desesperada.

– ¿Qué cojones....? ¿Bill?

– Tom. ¿Dónde estás?

– ¿Qué? ¿No hay luz?

– ¡No, joder, no hay luz y hay una tormenta de la ostia!

La luz de un relámpago nos dejó vernos. Yo a los pies de la escalera y Tom en la puerta de su habitación.

– Bill. – noté como me agarró del brazo. – Anda, ven.

– ¡Joder, que miedo, joder! – entramos en su habitación y me encaminó a los pies de su cama. Me senté en ella. Él no sé donde estaba, no podía verle. –¡Coño! ¡Tom! – grité tras otro trueno.

– Shhh estoy aquí, deja de gritar. – vi cómo encendía un mechero para prender una vela pequeña roja dejándola en el escritorio para así poder ver un poco.

Estaba sin camiseta, lo que me hizo tragar saliva y ponerme nervioso. Se sentó a mi lado.

– Estás temblando.

– Es por la puta tormenta. – en parte era cierto.

– Vamos, ven. – dijo tumbándose en la cama. Lo dudé, dudé en hacerlo, pero... lo habíamos hecho tantas veces que ¿qué había de malo en eso.? Me tumbé dándole la espalda.

– Joder... ¿no va a parar o qué? – dije tras otro trueno.

– El cielo estaba bastante cerrado, así que supongo que... estará así toda la noche.

– Vaya ánimos me das.

– Puedes dormir aquí, lo sabes.

– Ya lo sé.

Mis tripas sonaron. Tenía hambre. No habíamos comido nada desde esta mañana, al menos yo, Tom no lo sé.

– Vaya... hasta nuestros estómagos se ponen de acuerdo. – su estómago pareció contestar al mío. También tenía hambre. Los dos soltamos unas risas.– Voy a coger algo de la nevera. Espérame. – dijo levantándose de la cama.

– ¡No! Yo no me quedo solo, ni de coña. – le cogí de la mano – Voy contigo.

Tom cogió la vela de su escritorio para poder ver mientras bajábamos las escaleras. Fuimos a la cocina. Abrí la nevera mientras Tom dejaba la vela en la mesa.

– Pufffff.... ¿qué prefieres? ¿Carne cruda o fruta?

– ¿Carne cruda? Jajaja. Es verdad, la cocina es eléctrica... ¡mierda!

– Joder... saco fruta entonces. Hay una pera, un plátano y una naranja. ¡Vaya festín!

– Normal, nos tocaba comprar ayer y hoy no nos hemos ni acordado. Espera, tengo una idea. – dijo acercándose a mí y cogiendo la última fruta de mi mano, las demás las dejé ya en la encimera. Tú siéntate. Hoy la cena la hago yo.

– ¡Oh vale, chef! – bromeé.

No vi lo que estaba haciendo. Solo le vi coger un cuchillo y una tableta de chocolate del armario sobre su cabeza. ¿Chocolate? ¿Fruta? Mmmm... no sé qué es lo que va a hacer.

– Vale, a ver. Ahora me falta.... – hablaba él solo. Yo solo lo observaba. Se veía tan... ¿sexy? Cocinando sin camiseta. De espaldas a mí. Me mordí el labio. – Bill...

– Mmmm ¿qué?

– ¿Me estás escuchando? ¿O mi espalda no te deja pensar? – rió. Me había pillado.

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora