CAPITULO 26 Sobran las palabras.

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Narrado por Bill.

Cómo Tom puede sacar tantas fuerzas para consolarme, para decirme las palabras correctas cuando lo necesito, pero es como yo. Somos tan parecidos es ese aspecto. Nos apoyamos el uno en el otro cuando lo necesitamos, y somos nuestros propios pilares cuando nos derrumbamos. Ayer yo era el que tenía miedo de hablar con mamá y ahora parecía tener un ataque de ansiedad o algo parecido.

– Tranquilízate. Lo dejaremos para otro día. – le dije entre mis brazos. Lo paré a tiempo para que no se fuera de casa. Le di un beso en los labios para tranquilizarle.

– Mamá... – dijo tan bajito que casi no pude oírle. Mamá. Miraba fijamente a mis espaldas, ¿mamá estaba ahí? Nos ... ¿Había visto?

Por un momento sentí que el corazón se me paraba, pero por otro estaba tranquilo porque sabía que Kristen había hablado con ella y más o menos nos había abierto camino en las ideas de mamá para que fuera más fácil para ella. Además de que mamá, cuando se enteró de que Kristen estaba enamorada de su primo, no hizo ningún escándalo. Es más, fue como si ese detalle nunca hubiera salido de la boca de Tom, según me contó él, cuando habló con mamá.

Me aferré más a Tom. Ya no había marcha atrás. Ahora sí que teníamos que decírselo. Por favor, que todo salga bien.

– ¿Estáis bien? ¿Tom...?

– S–si... solo que...

– Mamá, tenemos... que hablar contigo. – dije agarrando la mano de Tom sin darme cuenta.

Lo que pasó nos dejó a ambos con la boca abierta. Mamá se nos acercó cogiendo nuestras manos unidas con las suyas. Nos dejó un beso en ellas.

– Tranquilos ¿sí? Todavía tenemos que tomar el postre. Habrá tiempo de hablar.– nos dedicó una sonrisa. – ¿Vamos? Tiene muy buena pinta la tarta, Tom.

Nos soltó y se volvió a sentar en la mesa. Ambos nos miramos sin entender la reacción de mamá. Nos vio... besándonos. Un simple beso de nada, pero... ya era suficiente para que hubiera reaccionado de... de alguna manera exagera o... no lo sé. Parecía que sobraban ya las palabras.

– Dios, está riquísima. ¿Dónde narices has aprendido a cocinar, Tom? – preguntó Kristen.

– Pues... mamá siempre nos la hacía por nuestro cumpleaños. Y... bueno... siempre que voy a sitios donde cocinan me fijo como hacen las cosas. – dijo avergonzado.

– Ayer también hizo la comida. Le salió igual de buena que la de hoy. – le sonreí.

El rato pasó tranquilo. Mamá le contaba anécdotas de cuando éramos pequeños a Kristen. No parecía molesta ni mucho menos. Nos miraba, nos sonreí. Fue... tan normal todo.

– Bueno. Ahora si chicos. ¿Qué es eso taaaaaan importante que me queríais decir?– reía, ¿por qué lo hacía? Miré a Kristen quien apoyó su cara sobre sus manos expectante.

– Pues... – empecé a decir.

– Nosotros... – Y Tom se quedó mirándome a los ojos sin encontrar tampoco las palabras exactas.

– Ya, la vergüenza os mata. Denme la mano. – dijo mamá extendiendo las suyas en la mesa. Yo le cogí una y Tom la otra. Nos unió las manos, cogiendo ambas entre las suyas. – Lo sé. – ¿qué? – Mis niños... El amor es algo que no se puede controlar. – ¿ya está? ¿Tantos nervios para que sea ella la que hable al final? – No puedo estar en contra de esto. De vosotros, sois mis hijos. Si vosotros pensáis que estáis en lo correcto... no seré yo la que se oponga. – creía desmayarme. – Pero solo pido que os respetéis, ante todo son hermanos. Y... toda pareja... siempre tiene sus discusiones. – miré a Tom, quien ahora tenía una preciosa sonrisa en su cara que me hizo sonreír de la misma manera. – Se ven tan felices que... – ahora mamá lloraba – ... me hacen feliz de que se tengan siempre el uno al otro.

– Mamá... – se acercó Tom a abrazarla. – Lo siento...

– No, hijo. No pidas perdón. No me siento mal. Me siento feliz por vosotros. Estoy feliz, Tom, Bill... no os preocupéis más. – acaricié su mano, la que tenía ahora entre las mías. – Todo está bien... solo quiero que sean felices y si así lo son.... No hay nada más que decir. Los quiero... los quiero mucho.

– Gracias, mamá. – le dije imitando a Tom y dándole un gran abrazo.

– Bueno... ahora que todo está dicho... ¿unos chupitos? – dijo Kristen levantándose de la mesa.

– Kristen... – la miró mamá de reojo, regañándola.

– ¡Oh, está bien! Nada de alcohol. – bufó sentándose. Tom y yo reímos. Parecían madre e hija.

Supongo que para mamá estaba siendo la hija que nunca tuvo, y para Kristen la madre que echaba de menos.

– Bueno, mis niños, tenemos que irnos. En hora y media tenemos reunión. – dijo mamá levantándose del sofá donde charlamos un rato. – Cuidaros ¿sí?

– Claro, mamá. Tranquila. – le abracé mientras Tom abrazaba a Kristen.

– Gracias por la comida, pequeño. – estrujé a Kristen.

– Esta noche te llamo para que me expliques... – quería saber que había hablado con mamá para que ella reaccionar tan bien como lo había hecho.

– Ok.

Nos despedimos y se fueron. Cerré la puerta y vi como Tom se dejaba caer en el sofá. Me subí sobre él y nos abrazamos.

– ¿Cómo está tu estómago? – ya que vomitó toda la comida prácticamente.

– Mejor. Mucho mejor. Ha sido... raro, ¿no?

– Sí, demasiado. No imaginé que sería así, ni mucho menos que se lo tomara como si nada. Le dije a Kristen que hablara con mamá, que le insinuara cosas pero... es como si le hubiera dicho todo.

– Cierto. Bueno, si ha sido así de todos modos, nos ha quitado un peso de encima, aunque pienso que ella... no debería haberle dicho nada. – hice una mueca con la boca. Ninguno de los dos sabíamos de esa conversación, así que tampoco podíamos juzgar lo que había dicho o no Kristen.

Pasamos un ratito así, abrazados, sintiéndonos, queriéndonos... como me gustaban esos pequeños ratos en los que le sentía tan cerquita a mí. En los que el silencio no era incómodo. Observándole, acariciando sus trenzas, su mejilla... era tan... perfecto mirara por donde le mirara. Sus ojitos... su piel, su cuello largo en el que me hundía para absorber su aroma.

– Pasaría la vida así, abrazado a ti. Solo mirándote.

– ¿Solo? Sería aburrido. – bromeó.

– ¿Eso es lo que piensas? ¿Que es aburrido este momento? – le dije poniendo cara de niño pequeño.

– No es aburrido. Pero...

– Peeeroooo... – le dije con tono divertido.

– Pero... no aguanto las ganas de... hacer esto... – me besó el cuello y yo cerré los ojos al notar sus labios – ... ni esto... – mordió mi oreja y sentí un escalofrío al notar su aliento – ... ni esto... – mordió mi labio inferior para después darme un beso en el que me sujetó por la nuca para profundizar más. Que bien se sentía...

– ¡Ou, mierda! – exclamé al oír la puerta de casa en la que pegaban pequeños golpes.

– No abras. – me pidió Tom, volviéndome a besar con más ganas.

– No...mmm... tengo que abrir. – dije entre sus labios. Refunfuñó y me levanté, a lo que él me soltó una palmada en el culo.

– ¡Ey! Eso pica. – dije rascándome el trasero. Los pantalones que llevaba eran finos, lo que hizo que esa pequeña palmada picara. Tom se reía, acostándose por completo en el sofá y encendiendo la televisión.

– ¡Hola! – saludaron al abrir la puerta.

– Dereck... Hola. ¿Que ...? – ¿cómo iba a preguntarle qué hacía allí así sin más? – Pasa.

– ¡Gracias! – entró y se quedó como avergonzado al ver a Tom tirado en el sofá. – ¡Hola, Tom!– Tom solo se dedicó a hacerle un gesto con la mano sin ni siquiera mirarlo. – Lo siento si molesto yo... volveré en otro momento.

– Oh no, tranquilo, no molestas. Pasa a la mesa si te sientes más cómodo. – vi que estaba algo nervioso, así que le hice pasar a la mesa, ya que Tom no se le veía con intención de levantarse.

– Eres lo peor. – le articulé con la boca y él me sacó la lengua. – ¿Quieres tomar algo? Un refresco, cerveza...

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora