Mentiras en la red 1 - TWC-R

CAPITULO 27 Un mes y un sí.

Narrado por Tom.

Las cosas no podían ir mejor. Un mes. Cumplimos un mes juntos. Y pensar en todo lo que ha pasado... Aunque seguro vendrán muchas cosas más, pero estaremos juntos. Espero que sea así. Le quiero tanto y cada minuto que paso con él me enamora más. Con una simple sonrisa. Con solo una mirada. Con solo darme la mano. Le echo de menos. Definitivamente, tengo que encontrar otro trabajo, no puedo seguir sin verle. No puedo seguir acostándome a su lado cada mañana cuando vengo sin hacer nada, cuando lo que más deseo es abrazarme a él y perder la noción del tiempo y los sentidos a su lado. Si seguimos así... tarde o temprano terminaremos discutiendo porque apenas vivimos juntos. Y eso mata a cualquier pareja.

Salgo de la ducha y me vuelvo a mirar al espejo. Esta barba... pica. Pero a Bill le gusta y en cierto modo a mí también. ¿Cortarse el pelo? Está loco. Y mientras lo pienso sonrió imaginándome cómo le quedaría.

– Tom, dime donde vamos porfi, porfi, porfiiii. – ya íbamos camino a mi sorpresa. Primero el desayuno.

Aparco el coche pasados dos minutos más o menos en el centro de la ciudad. Salimos del coche. Ya tiene que haberse dado cuenta.

– ¿Es una broma? ¿Vamos a desayunar en un chino? – apreté mis ojos intentando no reírme a carcajadas, ¿en serio creyó eso?

– No, Bill... cómo se te ocurre. Mira. – me acerqué poniéndole frente a la gran torre que teníamos delante. La cual tenía una terraza abierta en la última planta. Siempre que pasábamos por aquí me decía que le gustaría venir para poder ver la ciudad desde arriba, pero nunca pensó en que allí había un restaurante y podía subir cuando quisiera. Era un edificio de oficinas, así que siempre suponíamos que no podríamos ir allí, hasta que Dereck me explicó que había un restaurante al que podía acudir cualquiera.

Le cogí por la cintura y después coloqué mi mano bajo su barbilla para que mirara arriba, ya que todavía no se esperaba que iríamos ahí aun teniendo la torre enfrente.

– ¿En serio? ¿Podemos subir? – asentí. – ¡Vamos, me muero por ver la ciudad desde arriba!

Me cogió de la mano y empezó a correr llevándome casi arrastras. Primer acierto del día. Bien, Tom.

– Bill, espera. – le dije frenándole. – Son oficinas. La gente está trabajando, no puedes entrar corriendo.

– ¡Oh! Cierto.

– ¡Buenos días! – nos saludó el hombre que había en la puerta del edificio.

– ¡Buenos días! – dijimos a la vez. – Tengo reserva en el restaurante. Tom Kaulitz. – buscó en la lista. Este sitio lo tienen bien vigilado.

– De acuerdo. Pueden pasar. Que tengan un buen día.

– Gracias.

Entramos al edificio cogiendo el ascensor, este estaba fuera de la torre. Era acristalado y... dios... si llegó a saber esto no reservo aquí.

– Tom, ¿desde cuándo tienes vértigo?

– No tengo vértigo, pero... joder. Esto es peor que montar en una de esas atracciones.

– Oye... relájate, estás blanco. Tom, Tom, mírame a mí, no mires abajo. – mierda... busqué sus ojos y me sonrió apoyando sus manos en mi cintura. Vale, eso funcionaba. La sensación que tenía se estaba esfumando.

–¿Mejor?

– Sí. Sí, mucho mejor. Pero bajaremos por las escaleras.

Soltó una carcajada. Ya estábamos arriba, salí de allí de un salto como si aquel ascensor se fuera a caer al mínimo movimiento.