CAPITULO 28 Solo la luna y las estrellas son testigos.

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Narrado por Bill.

– Espera, antes tengo que... – metí mi mano al bolsillo y saqué una de sus bandas que suele usar en la cabeza.

– ¿Eh? ¿Qué vas a hacer? – dijo dando un paso atrás.

– Tom, estamos en casa. No va a pasar nada, solo quiero darte una sorpresa. Anda, déjame.

– Cómo dejes que me caiga...

– Tonto. – reí – No va a pasar nada. Ven.

Ahora era mío, solo mío, para toda la noche. Me acerqué a él y le pasé la banda por la cabeza tapando sus ojos. Pasé mi mano por delante agitándola para comprobar que no veía nada. Abrí la puerta de casa, Dereck todavía estaba ahí. Salió sin apenas hacer ruido, Tom ni se dio cuenta. Él me sonrió y yo le guiñé un ojo agradecido. Ahora sí solos. Cogí de sus manos para guiarle, andando de espaldas.

– ¿Ya?

– No, espera.

– Esto es absurdo, Bill, me estás poniendo nervioso.

– Shhh. No seas ansioso. Déjame hacerlo bien. Vamos, un poco más.

– ¿Vamos a la terraza? – claro, el piso es tan pequeño que podía saber dónde lo llevaba.

– Vale. Quieto. Espera un segundo, yo te la quito. – me puse detrás de él. Todo estaba perfecto, tal como le pedí a Dereck.

La música sonaba suave. Al final de la terraza, al final de un camino de velas, unas mantas, cuatro mantas exactamente, para hacer más suave el estar tumbados en el suelo, y por si la noche refrescaba poder taparnos con una de ellas. Los almohadones de la cama encima de ellas. La cena. La cena era lo mejor. Vi por Internet un sitio que hace saquitos con comida de diferentes sabores y aromas, para comerlos de un solo bocado. Por los comentarios que vi, solían hacer pedidos parejas para noches especiales, todos estaban contentos, así que decidí probar para esta noche. Se supone que nada sabe a lo que realmente comes, puedes comer carne y que sepa a fresas. Esa era la gracia. Por si acaso tenía pizza en la nevera, por si aquello no nos gustaba. Y de postre unas fresas y nata. Tenía pensado el chocolate, pero como Tom se me adelanto, le dije a Dereck que lo cambiara por nata. Y ahí vi la cajita roja, creo que en ese momento tenía más ganas que Tom de ver como quedaron.

– Vale, cierra los ojos y no los abras hasta que te diga ¿eh?

– Vale, pero vamos. Me estoy poniendo nervioso. – sonreí. Le quité la banda y sí, tenía los ojos cerrados. Le rodeé la cintura con mis brazos apoyando mi barbilla en su hombro.

– Ya puedes abrirlos.

– ¡Oh... dios...! ¿Seguro que estamos en casa? – ambos reímos. – No tenías que haberte...

– Si tenía. Quería una noche especial contigo. Vamos. – le empujé un poco para seguir el camino de velas hasta la manta.

– Bill, esto es... esta perfecto. Tendré que ir a darle mi beso a Dereck.

– Oye... – le soplé a la cara. – Dereck me ayudó, pero la idea fue mía.

– ¿Sabes que me encanta cuando te pones celoso?

– No estoy celoso.

– Si lo estás. Sé que es idea tuya. Nadie más que tú podría pensar en algo así, y me encanta. Gracias. – giró sobre sí mismo rodeándome por la cintura y me besó, yo me colgué de su cuello.

Tiré de su mano para sentarnos en las mantas. Se sentó a mi lado, pero me cogió dejándome entre sus piernas, como hizo en la playa, solo que me ladeé un poco para poderle mirar mientras cenábamos.

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora