CAPITULO 41 Confesión de amor.

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Narrado por Tom.

– ¿Estás seguro de lo que estás haciendo, Bill?

– Sí. Bueno, joder, Kat. Vale, lo admito. No sé dónde coño me he metido, pero... la quiero, bueno, no querer como querer, pero sí. Me gusta. Quiero olvidarme de Tom.

Me había contado todo. Hasta con detalles de los que ojalá nunca hubiera sabido. Me contó toda su fantástica noche con Kristen. Y yo, como gilipollas, dándole consejos. De verdad que nunca pensaba en verme en este lugar, ni esta situación. Joder, me cago en mi puta vida y en, como no, Mia. Sentía una rabia tremenda, tenía ganas de gritarle que era yo, que con quien hablaba era conmigo y que como el gilipollas que soy... mierda.

– Bueno, Bill, si tú crees que estás haciendo lo correcto, sigue con ella. – me dolía decirle eso porque por supuesto que no quería que siguiera con eso, ni que la tocara. Pero qué podía hacer... siempre es lo mismo. – Solo que, no juegues con ella.

– Kat, ¿por quién me tomas?

– No me refiero a eso. Solo es que, si por algún motivo sientes que no debes estar con ella, déjala.

– Te refieres a si sigo pensando en Tom, ¿no?

– Si. – joder. Y aún seguíamos entendiéndonos sin necesidad de explicarnos. – No creo que se merezca que estés con ella pensando en él.

– Eso lo tengo claro, Kat. Y dime , ¿cómo estás tú? Siempre hablamos de mí, y últimamente no me has contado de ti.

– Bueno, no tengo mucho que contar. Estoy en casa, aburrida.

– ¿Y tu novio? Si estás hablando conmigo es porque no está. ¿Dónde está? – ¿Qué? Joder, casi olvido que para hablarle de Mia, me inventé lo del novio.

– Sí, él trabaja ahora. Ya sabes que no me deja usar el ordenador cuando está él.

– ¿Sabes? Sinceramente, creo que deberías largarte de allí y alejarte de él. – Bff si fuera tan fácil, amor...

– Sabes que no puedo, Bill. Ya sabes el porqué.

– Claro, sus amenazas.... Ese tío debe de ser un gran gilipollas. Ojalá me dijeras dónde vives para ir a matarlo con mis propias manos.

– Y ojalá así lo hicieras. – y ojalá fuera así de verdad.

– Oye, sabes que te quiero y estoy aquí, ¿verdad? Sabes que cualquier cosa...

– Lo sé... yo también te quiero, no sabes cuanto. Ojalá pudiera estar a tu lado para abrazarte. – ojalá pudiera, abrazarte, besarte y... hacerte mío como tantas otras noches.

–¡¡¡Toooom!!! – mierda, Mia. Cerré el portátil tan rápido como pude y me tiré en la cama haciéndome el dormido. – Amor.... oh! – sentí la cama hundirse a mi espalda. Y lo único que pensaba es que no tuviera intenciones de... – Mmmm ¿estás dormido? – no contesté. – Vaya. Comprobemos que tan dormido estas... – no, mierda, joder. Noté como pasaba su mano por mi pecho bajando hasta mis pantalones y después metió la mano bajo estos.

– Mia. Por favor. – le dije cogiéndole la mano.

– Mmmm. Haciéndote el dormido de nuevo. Tom, no sé cómo decirte que no me gusta que hagas eso. Sabes que no te obligo a... – le corté.

– Lo sé. Y sí me obligabas... no vengas ahora cambiando la historia.

– Tom. Yo... joder, siento todo lo que te echo pasar, ¿sí? Lo sabes. Te lo he repetido infinidad de veces durante estos meses. No me gusta verte día tras día con esa cara de....

– ¡¡Por favor!! Sabes que no te creo ni una sola palabra. Te lo dije la primera vez, y te lo he dicho muchas veces, no me hagas repetírtelo una vez más. Si me quisieras, no me tendrías aquí por la fuerza. – me levanté de la cama y me acerqué a la ventana encendiendo un cigarro. Ya estaba bastante cabreado con la historia de amor de Bill, como para aguantar las gilipolleces de Mia.

– Tom. – la ignoré. – No me mires si no quieres, pero al menos no me ignores cuando te hablo. – me sorprendió que me lo dijera con voz dulce y no ordenándomelo detrás de una de sus típicas amenazas. – ¿Me vas a escuchar?

– Habla. – le dije seco.

– Bien. Si quieres... puedes ir a ver a Bill.

– ¿Qué? – giré sobre mismo, con los ojos abiertos a más no poder.

– Lo que oyes. – se sentó en la orilla de la cama y la que me daba la espalda era ella a mí ahora. ¿Qué clase de juego traía entre manos ahora?

– ¿Y que me vas a pedir a cambio?

– Nada. Solo que vuelvas. Aunque no lo creas, no me gusta verte así, y sé que si vas a ver a Bill y a tu madre... vendrás contento. – esto no podía ser verdad. ¡Podía ver a Bill! Sí, podría ir a verlo, ¿pero para qué?

– No voy a ir. – anduve hasta la cama, sentándome en ella, a su lado.– No puedo ir, Mia. – me miró confundida por negarme a ese "detalle". – Si voy, le haré daño, a él y a mí. No puedo ir para volver a irme de nuevo.

– Te estoy dando la oportunidad de....

– Lo sé. Pero las cosas no funcionan así. Desaparecí sin más, me hiciste decirle que fue un juego, y ahora no puedo ir y decirle "eh, ¿cómo te va?", y desaparecer de nuevo. Le haría daño a él y me haría daño a mí mismo. – me quedé pensando un rato, no iría a verlo, pero podría pedirle que me dejara ir a casa, a mi piso, al piso de Bill y mío. –Si me dejas, me gustaría ir a mi piso... solo quiero pasar para comprobar que todo esté bien. Nada más. Sabes mejor que yo que él no ha vuelto a poner un pie allí.

– Está bien. Ve si quieres.

– Mia. ¿Puedo preguntarte algo? – le dije cuando se levantó a punto de salir de la habitación. Hacía días que la notaba rara.

– Dime. – se paró al lado de la puerta sin ni siquiera mirarme.

– ¿Qué te pasa? Me refiero a que... bueno, evidentemente no eres como siempre. Nunca me hubieras dejado ir a mi piso ni mucho menos ver a Bill.

– Bueno, todo el mundo cambia, Tom. Maduramos.... o nos hacen madurar. – y con esas palabras se fue dejándome solo. ¿Qué quería decir con eso? ¿Cambiar? ¿Madurar?

No es que ahora me importara lo que le pasara a Mia. Pero soy persona, mucho más que ella, eso está más que claro, y es evidente que le pasa algo que no me quiere decir.

Me tumbé en la cama y pensé en todo este tiempo que llevo aquí con ella.

Al principio solo era amenaza tras amenaza. El primer día que quiso que me acostara con ella, ni siquiera la toqué, ni tampoco me lo pidió, cosa que ya me extrañó comparándolo como se comportaba cuando pasó esto con Kristen. Esas veces me hacía que yo fuera el que la cogiera y la tocara y la excitara. Pero esa vez no fue así, simplemente dejé que hiciera lo que quisiera. Claro que me excité, como cualquier hombre delante de una mujer como ella, pero no porque quisiera o mis pensamientos la acompañarán, ni mucho menos. Intenté pensar en todo menos en lo que estaba pasando. Simplemente, se puso sobre mí y se podría decir que se folló ella sola. Fue.... en fin, asqueroso. Pero me lo tuve que tragar. Hubo más veces como esa, pero hace unas semanas hasta hoy, todo ha cambiado. Empieza a tocarme, pero si me niego o ve que la ignoró, siempre para. No sigue. Y eso me alivia y me asusta a partes iguales.

Mentiras en la red 1 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora