Capítulo 7 ༒

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Ese mismo día, salí temprano y, mientras llegaba la hora en la que debía irme a Solitarie, estaba con Darcy en su habitación, con puerta abierta y cortinas recogidas.

Me estaba pintando las uñas, solo que me desesperé.

—¿Tienes buen pulso? —le pregunté.

—Más o menos.

Le ofrecí el barniz.

Se sentó con las piernas cruzadas, cerca de mí. Agarró la brocha, tomó mi mano y comenzó a pintar lo que me faltaba.

Recién compré este esmalte, es morado en un tono oscuro y brillante, algo que se verá perfecto con mi disfraz gitano.

—¿Qué hiciste con la chica que te pidió hierba? —preguntó concentrada.

—Le dije que se la daría el viernes. Ya no es un secreto dónde trabajo, tampoco lo voy contando por ahí —antepuse—, pero no hay problema en que la lleve para dársela ahí.

Me miró.

—¿Para cuidarla? —desconfió.

—No, porque te prometí no vender fuera de Solitarie.

Expresó cierta soberbia, previo a continuar con mis uñas.

Terminó de pintar y cerró el esmalte, pero no soltó mi mano, estaba mirando mis dedos, uno por uno.

—¿Qué? —pregunté.

—Estoy pensando en cómo se verían en mi espalda —respondió sin más.

Miré al techo al sentir mi cara caliente al instante, además de mariposas en el estómago.

—Hasta que se sequen —advertí. Este pintauñas me salió muy caro.

—Como digas —masculló al soltarme.

Revisé que siguieran bien y si ya estaban secándose. Sacudí mi mano.

—Una profesora me dijo que tengo que prestar atención, ¡yo!, casi soy vidente —me jacté.

—¿Te está molestando?

—No —le resté importancia—, el punto es que leo las manos, un texto es un insulto para mí.

—Siempre he querido preguntarte por qué lo haces.

—¿Leer las manos? —Asintió—. Pues... —miré al techo—, es un trabajo.

—Me refiero a por qué precisamente eso.

Suspiré para prepararme, porque lo siguiente nunca se lo he dicho a nadie.

—Cuando tenía trece años, fue el primer coma etílico de mi papá, y mi mamá me envió a vivir con mi abuela, la mamá de mi papá. Ella vivía en un pueblo muy chiquito y con muy poquita gente. Era de esas señoras que hacen limpias, que creen en los espectros, las vibras y las almas, y además era partera.

»Dijo que yo tenía todo para ser una nigromante, entonces me enseñó a leer las manos.

—... Entonces sí sabes leer las manos —aseguró, aunque todavía con cierta desconfianza.

Ladeé la cabeza.

—No lo hago. Prefiero asumir cosas.

Entrecerró los ojos.

—No entiendo, ¿sabes o no?

Me reí.

—Sí sé —admití por fin—. Las líneas —le mostré mi palma, señalando una línea con una uña—, ya tienen un significado, y los conozco todos, pero suelen ser cosas que no han pasado. Si le dices a la gente algo sobre su futuro, es difícil que crean en uno, por eso prefiero apuntar a lo que están pasando en ese momento.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora