Mi turno termina a las 10 p.m. y eran las 8:30 cuando Ruth me dijo que la jefa quería verme en su oficina.
Esperaba poder irme antes de averiguar si estaba molesta conmigo por lo de mi abuela.
Con una mano sobre mi estómago y delante de la puerta, respiré hondo antes de llamar.
Estaba abierto, así que la puerta se movió cuando toqué y Circe me miró desde el escritorio, por encima de los papeles que revisaba.
—¿Querías verme?
—Sí...
—Si es por lo de tu cabello, en serio lo siento —interrumpí—, mi abuela es así. En serio, en serio lo siento...
—No es por eso —me detuvo—. Es por algo que me dijo.
Fruncí el ceño.
—¿Qué te dijo? —pregunté, imaginando lo peor.
Se recargó en la silla.
—Que si no te iba a dejar salir temprano ni porque fuera tu cumpleaños.
Suspiré.
—Eso... —fui a tomar asiento al otro lado del escritorio—. ¿Cuándo te dijo eso?
—La vi en el estacionamiento, cuando se fue.
—Ah... Bueno —me recogí el cabello de la cara—, mi abuela no conoce la sutileza —dije más bien para mí—. Y, no te preocupes, pensaba cumplir con mi horario como siempre...
—Si te quieres ir, puedes irte —indicó sin más.
La verdad, sí quiero irme, pero por el cansancio de siempre y porque, ¿quién dice que no cuando le ofrecen terminar su turno?
—Circe..., no quiero que parezca que me tienes más consideración que al resto.
Me miró.
—¿De qué hablas?
—... —Esperaba no tener que hablar de esto—. A veces... parece que me consideras más que a los demás y no quiero tener problemas con ellos. Si empiezas a cortar cabezas cuando regresen Liz, Orlando, Raquel y Yafthe, no quiero que cortes la mía —dije de antemano—, pero, si no lo haces, se darán cuenta de...
—No voy a despedir a nadie —me interrumpió—. Y, ¿qué clase de consideración crees tú que te tengo?
—Pues... —lo pensé—, las veces que me has llevado a mi casa; no me cobras las horas que te debo; he llegado tarde muchas veces y nunca me dices nada.
Desvió la vista por un momento.
—Nadia, sabes lo que siento por ti, ¿cierto?
Pasé saliva, tanto por lo que dijo como por haberlo hecho mirándome a los ojos.
—Nunca me dijiste nada, pero lo sup... —guardé silencio por un momento, además enserié—. ¿Dijiste «siento»?
—¿Crees que iba a olvidarlo de un día para otro?
Respiré hondo.
—Circe...
—No me estoy confesando, así que no me tienes que rechazar —me detuvo—. Tú fuiste la que empezó.
Puse los ojos en blanco.
—Siento como si tú me acabaras de rechazar a mí.
Sonrió.
—Vete a tu casa y, para que estés tranquila, la próxima semana me pagas la hora y media que te faltó.
—Gracias —expresé con sinceridad.
Fui a avisarle a Ruth que ya me iba, con el permiso de la jefa, que me anotara las horas que estaba debiendo y, luego de una felicitación de cumpleaños de su parte, me cambié para irme.
En todo el camino iba pensando en que, si Circe me dijo sin anestesia que siente algo por mí, entonces no era eso lo que en repetidas ocasiones he visto que ha tratado de decirme.
Es otra cosa lo que no puede o igual y no quiere.
Al llegar a la privada, por primera vez desde que vivo aquí, vi al guardia fuera de la caseta. Está barriendo afuera de la reja.
—¿Y ahora? —pregunté.
—Tu mamá llegó derrapando y me llenó todo de polvo.
Me reí.
—Probablemente la que iba al volante era mi abuela.
Se recargó en el palo de la escoba y volteó a verme.
—Feliz cumpleaños, niña.
—Gracias —respondí.
—Si te hacen fiesta, quiero pastel.
—Seguro —entré de una vez o me quedaría a barrer la calle con él.
—¡Ah! —hizo que me detuviera—. Tu hermana me dijo que no iba a regresar hasta el lunes y que le avisara a tu papá, pero pues ya vas para allá —dijo como si nada.
Me tensé. No está hablando de Alina.
—Ella no es... —apreté los labios—. Yo le aviso.
La gente aquí piensa que Marcel es mi padre y Alina y Darcy mis hermanas. Con Alina no me molesta, al contrario, es agradable considerarla como a una hermana, es Darcy el problema.
Ella no es mi hermana y no quiero que nadie la vea como tal.
Y sí, me estaban esperando con la mesa puesta y una bonita tarta de cumpleaños.
No iba a rechazar el detalle, las felicitaciones, mucho menos los obsequios ni la atención, solo que todavía pensaba en Darcy y en que no estaba aquí, además, ni con esto pude olvidar lo que había sido el último cumpleaños que celebré.
En serio, fue horrible.
Casi a media noche, subí a mi habitación con mi abuela, puesto que se va a quedar conmigo. No es que se pueda utilizar la pieza de Darcy, esa sigue siendo completamente suya.
Yo me di un baño después de ella y se puso a secarme el cabello, cepillándolo.
La última vez que habíamos hecho esto era cuando mi madre se quedaba en el hospital a cuidar de mi papá cada que le daba una congestión y ella se quedaba en nuestra casa, para cuidarme a mí.
—Vi a Darcy —habló y, mediante el espejo, vio mi expresión alarmada—. Tranquila, después de saludarla, tu mamá no me dejó acercarme a ella.
—Abuela, es que a veces eres muy...
—Puedo ser amable —se quejó—, me disculpé con tu jefa.
—Sí, pero le dijiste que me dejara salir temprano por ser mi cumpleaños.
—Era justo —masculló satisfecha. Dejó el cepillo en el tocador y se recargó ahí mismo—. Me dijo que mañana es tu día libre, así que tú y yo iremos al Autofest.
La miré.
—¿Qué tanto hablaste con ella?
Además de la disculpa y la apelación por mi salida antes de mi hora, ahora resulta que hablaron también de mi día de descanso.
—Su motocicleta —respondió—. Yo tenía una de esas de joven —se separó del tocador para ir a acostarse en la cama.
—Creí que tus padres nunca te habían dejado tener una.
—Por eso me casé a los dieciséis, hice que mi marido comprara una motocicleta y, en el divorcio, fue lo único que le pedí.
Sé que tuvo muchos esposos, tantos que, siempre que me cuenta de alguno, resulta ser uno del que nunca antes me había hablado.
Pensé que su primer esposo había sido el botones que conoció en un hotel en Cancún.
ESTÁS LEYENDO
Solitarie | TERMINADA | ©
Roman pour Adolescents🗡️La relación de Darcy y Nadia tiene que atravesar el que ahora son hermanas por todas las de la ley. ⚝ Vivir en la misma casa. ⚝ Las estrictas reglas de sus padres. ⚝ Y una a otra deberán probar lo que están dispuestas a hacer por su relación. ¡Y...