Capítulo 58 ༒

900 117 65
                                    

Más o menos como a las seis de la tarde, Ray, Santos y yo llegamos al salón donde sería el evento al que Majo nos invitó.

Y ya con el auto estacionado, los tres mirábamos hacia la derecha, el sitio que nos marca la ubicación.

No nos llamó tanto la atención el salón, es grande, lo normal, y las luces decorativas lucen elegantes, además, la música no llega hasta aquí, por lo que suponemos es un sitio acogedor.

Lo que no podemos dejar de mirar es la entrada custodiada por un guardia, la fila de vigilantes y los vehículos de seguridad privada en ambos extremos del salón.

—Parece un aeropuerto —habló Santos.

Brinqué del susto cuando tocaron en mi puerta, era Álvaro.

Abrí y bajé, igual que los otros dos.

—Sigo creyendo que son narcotraficantes —me dijo Anna, quien se retocaba el maquillaje con ayuda de un pequeño espejo.

Ray me dio mi saco y me lo puse solamente en lo que entrábamos, porque hace frío aquí afuera.

Había tenido que ir de compras por un vestido y creí que el clima sería mejor.

Me equivoqué.

En la entrada, el guardia nos recibió los boletos de las invitaciones y dijo que, si queríamos salir, los pidiéramos para poder volver a entrar.

Ya teníamos una mesa predispuesta y un mesero nos indicó cuál era.

En cuanto nos vio, Majo se alejó de su familia, a quienes no conocemos, y vino a sentarse a mi derecha.

—Me alegra mucho que estén aquí —dijo.

—Qué bonita te ves —masculló Anna, mirándola deleitada, y eso solo sonrojó a la niña.

—... Gracias.

El evento era un aniversario, como una boda-aniversario. Todo el protocolo fue muy similar a la boda de mi mamá y Marcel.

En mi casa, no era momento para asistir a ninguna clase de celebración, por eso no los invité, en cambio, yo le había prometido a Majo que estaría aquí con ella.

Y aquí estoy.

No es por nada, pero le importa más mi presencia que la del resto.

Fue una celebración realmente agradable, la música, lo bien que parecían pasarla la pareja protagonista y creo que nunca había comido nada tan caro.

Por otro lado, sí me di cuenta de las extrañas miradas de las que supongo eran la familia de ambos, de los padres inclusive, que vendrían siendo los abuelos de Majo.

Ninguno parecía querer estar aquí y yo vi las puertas muy abiertas si lo que preferían era irse.

Lo importante fue que no alcanzaban a incomodar a nadie, solo estaban fastidiados entre sí.

Acompañé a Majo al sanitario en el segundo piso, porque sí, hay segundo piso, y esperé al fondo del pasillo, en el balcón, porque además de todo hay balcón.

Nunca antes había visto un salón de eventos tan bien condicionado.

Sigue haciendo frío, aunque de hecho es agradable, puesto que abajo hace demasiado calor.

Me dará una gripe por el cambio de temperatura tan drástico.

Eché la cabeza atrás y vi las luces de un avión, pero no lo escuché. Deben ser como las ocho y tantas de la noche.

—¿Qué tienes? —escuché a Majo.

—Nada... —musité—, creo que, por primera vez, no tengo nada.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora