Capítulo 28 ༒

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Mi abuela se fue el lunes muy temprano, de hecho, mi mamá y yo la llevamos a la central de autobuses, luego me dejó en el instituto.

Mientras caminaba hacia el aula donde tendré la primera clase, pensaba en lo que me dijo mi abuela antes de irse; que resolviera mis asuntos en la cabeza y en el corazón.

No es Circe ni ninguna otra persona lo que me da vueltas en la mente, es el hecho de seguir esperando a Darcy.

La verdad es que no he querido pensar en que ella no va a volver.

Antes de llegar a mi casillero, vi a Majo recargada en la puerta de este y, en cuanto me acerqué, me abrazó.

—Dime que todavía aceptas felicitaciones —dijo, colgándose de mí.

—Sí —respondí.

—¿Me vendes más hierba?

Puse los ojos en blanco y quité sus manos de mí.

—No —abrí mi casilla.

—¿Por qué no? —preguntó en un tono inocente.

—La última vez dejaste el estómago en el sanitario, no voy a... —guardé silencio cuando vi a un profesor camino hacia aquí. Una vez que se alejó, continué—. Eso no es para ti —cerré la casilla.

—¿Puedo ir a Solitarie?

—No, Majo, no te voy a dar más —aclaré.

Suspiró.

—Bien... —hizo una mueca decepcionada, con la vista en el piso, luego levantó la mirada hacia mí, animada otra vez—. ¡Oye!, ¿quieres dormir en mi casa?

Fruncí el ceño.

—¿Me estás invitando a dormir?

—Sí. Mis papás van a viajar mañana y no me gusta quedarme sola.

—¿A dónde van? —cerré la casilla y encaminé con ella.

Vamos hacia aulas distintas, pero pasaremos primero por la mía, luego ella seguirá hacia la suya.

—Son fotógrafos, los invitaron a un evento y esta vez no van a volver hasta el miércoles por la noche.

—Tengo trabajo, salgo después de las diez de la noche —expliqué que, si lo que quiere es pasar la tarde con alguien, no puedo.

—No importa, solo no quiero quedarme sola.

Es eso entonces. Recuerdo que una vez me dijo que no tiene mascotas ni hermanos.

Llegamos a mi aula.

—Bien, haremos una pijamada —mascullé con una sonrisa—, ¿de acuerdo?

Asintió.

—¿En casa de quién y por qué no me han invitado? —Anna se asomó desde dentro del aula, con una mano recargada en el marco de la puerta.

Majo enserió y se encogió de hombros.

—¿Ella puede ir? —pregunté.

La niña ladeó la cabeza y asintió, con duda. El punto es que dijo que sí.

Cuando se fue, Anna y yo nos asomamos hacia el pasillo, viéndola irse.

—Parece un chihuahua —expresó Anna al volver a su sitio.

—Tienes que hablarle más bonito. Es tímida de por sí —tomé asiento a un lado.

Ambas se conocen, pero creo que nunca antes habían hablado siquiera y ahora pasarán la noche en la misma casa.

Cuando vi a Ray, él también me felicitó, aunque ya me había enviado un texto desde el viernes; Álvaro me dio un amistoso golpe en el hombro; Anna se limitó a un gesto; y Santos no me dejó ni opinar a lo que ya tenía planeado para mí.

En mi casa, le avisé a mi madre que me quedaría a dormir en casa de Majo al día siguiente, pues cuando saliera al instituto por la mañana, no iba a volver sino hasta el miércoles.

Anna no iba a llegar por sí sola a la casa de la niña, así que la vi en Solitarie poco antes de las diez de la noche, mi hora de salida, y me estaba esperando mientras terminaba de quitarme el disfraz.

—¿Por qué no te consigues un trabajo en una cafetería normal? —preguntó. Se encuentra dentro de los vestidores porque ya casi todos se fueron, entonces no me meteré en problemas.

—Me gusta este lugar.

—... —la escuché murmurar algo—. ¿Y por qué trabajabas en Blackjack para empezar?

Nunca nadie me había preguntado eso.

Tomé asiento en la grada donde ella y empecé a quitarme la joyería.

—Un día, iba pasando por donde era Blackjack y me llamó la atención. Entré y me quedé —expliqué en pocas palabras.

Lo que le dije no es todo, en cambio, no le voy a contar algo que en realidad es personal.

Fue casi enseguida de que mi padre falleciera y al mismo tiempo en que nos mudamos mi madre y yo.

Yo tenía muchas cosas en la cabeza y no me gustaba quedarme sola cada que mi madre se iba al hospital, en ese departamento que ni siquiera conocía.

No conocía a los vecinos, las calles a los alrededores ni a nadie de toda la gente a la que me encontraba.

Y, caminando por ahí, fue que di con Blackjack.

No es mentira que me llamó la atención desde la primera vez, sin embargo, lo que pretendía era solamente conocerlo, por eso entré a tomar algo en la cafetería, pero escuché a la que era la encargada en aquel entonces que necesitaban más personal.

Fueron varios días hasta que me decidí a ir a solicitar trabajo.

Tuve aquella peculiar entrevista de Circe, luego me dio el trabajo como camarera que había solicitado desde un principio y, meses después, llegaron un grupo de oficiales a tomar algo, e hice lo único que se me ocurrió cuando uno preguntó si podían subir al segundo piso; leerle la mano.

Ahí supieron que yo podía hacer eso, porque en realidad no lo puse en mi solicitud de empleo.

Saben que me valgo más bien de prestar atención y el talento que tengo para decirle a los demás lo que quieren escuchar.

Nunca les he dicho, y no pienso hacerlo, que de hecho sí sé leer las manos.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora