Capítulo 52 ༒

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Es como si la hubiera visto apenas ayer. No recordaba exactamente su voz, por eso no supe quién era hasta que la vi, pero sí tengo grabada su cara, la sonrisa burlona, el cabello rubio y el porte que en pocas palabras te dice que no puedes hablarle sin su permiso.

—¿Qué demonios haces aquí? —pregunté, quedándome de pie.

Pasándose la pregunta por el arco del triunfo, recargó un codo en la mesa y su mentón en la mano.

—Esperaba un mejor recibimiento —cantó—, uno más amable.

—Vete —estoy llegando a mi límite desde el momento en que la vi.

—Vengo a una sesión. ¿No extrañas las veces que me leíste las cartas aquí mismo?

—Ya te pedí perdón por eso —si su intención es reclamarme haberme burlado de ella, recibiéndola sin decirle quién era, le pedí una disculpa y no me importa si la aceptó o no.

—Vamos, solo una más...

—Ya me cansé —me tensé—. ¡Levántate de esa silla y lárgate!

Se encogió de hombros, mirándome deleitada, es más, sus ojos brillaban, igual que las perlas en su sonrisa.

—Esa es la fiera que vine a buscar —dijo y se aclaró la garganta—. No quiero una lectura —enserió un poco—. Vine porque supe que Darcy te dejó, otra vez —se burló.

Por supuesto que lo sabe y lo dice como si recién se estuviera enterando. Se está mofando de mí.

—¿Me vas a decir que no lo sabías? —me crucé de brazos.

Negó.

—No, me enteré hace unos días.

Maldición, no conozco sus expresiones cuando miente y cuando habla con la verdad.

Pero si es cierto, entonces no fue por ella, ella no tenía nada que ver y aún así está aquí, pateándome en el suelo.

—¿Qué quieres?

Señaló la silla y, si bien no quería, me senté.

—Voy a ir a una especie de retiro espiritual, con mi madre y mi hermano, y probablemente no regrese nunca. Ya no me vas a volver a ver —masculló con lástima, como si la fuera a extrañar—. Y tengo que limpiar mis deudas para estar bien conmigo misma. Se supone que solo pagando los favores que debo voy a poder cambiar, aunque yo no creo que tenga nada que cambiar, pero en eso difiere mi psiquiatra —eso último fue para ella.

Me crucé de brazos, al recargarme en el respaldo.

—¿Entonces?

Se aclaró la garganta otra vez, un tanto incómoda.

—Vine a devolverte el favor que te debo —respondió y eso sí vi que en realidad no lo quería decir.

—¿Cuál favor?

Se tensó.

—... Cuando casi... nos caemos de la cornisa —le costó trabajo mirarme. Y no íbamos a caer, ella se iba a aventar—. Ni yo soy tan desdichada como para no reconocerlo —se sintió como un curioso regaño.

—No quiero un pago...

—Ah, solo acéptalo —se frustró—. Déjame ser mejor persona que tú por solo cinco minutos.

Me rasqué la orilla de la peluca y le señalé con una mano que continuara entonces.

—Pues págame y vete.

—... —se aclaró la garganta—. Para que me entiendas, tengo que ir desde el principio. Nada más escúchame y no interrumpas que me cortas la inspiración —dijo de antemano, con una mano en el pecho, y con un gesto indiqué que me quedaría callada—. Sabes que Darcy y yo nos conocimos cuando yo estaba pasando por la muerte de Gabriel, estaba atravesando una depresión muy fuerte de la que no podía salir, aunque quisiera.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora