Capítulo 10 ༒

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Por la mañana, bajé a la cocina, ya arreglada para irme al instituto.

Darcy estaba ahí, sirviéndose café.

Se estremeció cuando llegué por atrás y la abracé, recargándome en ella.

—¿Me das? —pregunté. Volteó—. Café —expliqué. Sonrió y me dio su taza.

Me recargué en la mesa detrás, para beberlo. Ella lo toma mucho más cargado que yo, pero lo necesitaba.

—¿Te sientes mejor?

Asentí.

—Esa mujer me va a sacar canas, pero voy a tratar de llevar la fiesta en paz —Me observó, por lo que lo hice yo también. Al cabo de un momento, ladeé la cabeza—. ¿Qué? —pregunté.

Sonrió y negó.

Me quitó la taza, colocó las manos a mis costados y se acercó a besarme.

—¿Sabes cuánto te amo? —preguntó en mi oído.

Alejé la cabeza para poder verla a los ojos.

—Lo sé.

Besó mi frente.

—¿Te llevo?

—Voy por mis cosas —bebí un poco más de café y subí por mi mochila.

En el camino, Darcy me dejó adueñarme del reproductor. Todo lo que quería era mantenerme en mis cinco sentidos, antes de llegar.

Si llego de mal humor a la clase de Inglés, predispongo a esa mujer.

Me despedí de mi novia y entré.

Fue un gran alivio haberme encontrado primero con Álvaro. Tengo la primera clase de hoy con él, solo que recién se aparece en el instituto.

—Ray dijo que estuviste enfermo —apunté al tomar asiento a su derecha.

—No fue nada, y Anna estuvo al pendiente de mí.

—Te habría ido a ver, pero no sé dónde vives.

Sonrió.

—Anna no deja que ninguna chica se acerque a mi casa.

Me reí.

—Creo que puede hacer una excepción conmigo.

—¿Dices que ella no debería cuidarme de ti, sino yo cuidarla de ti?

—Ni hablar, Anna no es mi tipo —repuse.

—¿Cuál es tu tipo?

—Darcy —contesté enseguida, sin pensarlo y sin filtros.

No es que me gusten las chicas, es que me gusta una y estoy perfectamente consciente de que es una chica.

Es algo molesto cuando suponen que una iría detrás de cualquiera.

Como un obsequio de los astros que viven en la nebulosa del manto de estrellas, la profesora Sofía no llegó, solo mandó avisar con un asistente que teníamos la hora libre. Es una sola, pero me cae de maravilla.

Aproveché para comer algo, con Majo, en una mesa al aire libre.

No había pensado en que se adhiere mucho a mí y una vez me dijo que no tiene nada que hacer, lo que debe ser en serio porque ni siquiera nos conocemos tanto.

—¿Qué hiciste con lo que te di? —pregunté al morder mi emparedado.

—Todavía nada —contestó.

—Puedes llevarla a Solitarie y fumar ahí, hay un área para eso.

—Prefiero hacerlo en mi casa, por si me muero...

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora