Capítulo 42 ༒

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Me había puesto un lindo atuendo, no tan producido, es más, un vestido guinda que tenía ahí guardado.

La mesa está lista y la comida era perfecta, de todas maneras, no conseguía dejar de sentirme intranquila con mi madre, Circe y yo en una mesa.

Si cualquiera, quien sea, entra por esa puerta, me desmayaré. Lo juro.

—En realidad, Nadia trabaja contigo desde que entró a Blackjack, ¿cierto? —le preguntó mi madre.

—Brak era el dueño en ese entonces —respondió Circe—, yo no tenía mucho que ver.

—¿Qué pasó con él?

Circe y yo nos miramos.

Mi madre sabe por qué Blackjack cerró y entiendo que también pretende saber si Circe estaba metida en todos los cargos que le adjudicaron a Brak y a la cafetería misma.

—Él se metió en algunas cosas que no debía y está preso.

—... —mi madre asintió, con el ceño fruncido y la mirada en la mesa—. Dices que no es tu papá.

—No, pero me crio, así que tampoco suelo hablar de él.

—No parece ser una mala persona.

—... Creo que no sabe tomar decisiones.

—Él decidió cuidar de ti.

Pude ver que Circe se incomodó.

—No sé a dónde quiere llegar, señora.

—A que pudo ser muy malo en muchas cosas, pero no fue un mal padre.

—Lo sabría si tuviera con qué compararlo —eso sonó hostil.

—Vamos a hacer una presentación en diciembre —cambié de tema—. Nunca has visto una —me dirigí a mi madre.

En realidad, ella nunca ha visto lo que hacemos además de servir café y leer las cartas.

—¡¿En serio?! —sonrió—. ¿Y puedo ir?

—Claro —respondí.

El resto de la cena, mi madre le hizo algunas preguntas más sobre lo que hace y los planes que tiene para Solitarie.

Son todas cosas que yo ya sabía y siempre que se mantuvieran en un tema que pudieran sobrellevar y no irse por otro lado, estaba bien.

Creo que no resultó tan mal.

Pero igual no quiero volver a hacerlo.

Mi madre tuvo que irse al trabajo porque esta noche haría guardia, entonces Circe me ayudó a levantar la mesa y se irá después de eso.

—No sabía que tu mamá trabaja en un hospital —mencionó al darme los platos que faltaban.

—Desde siempre.

Se recargó en el mueble a un lado.

—Te había querido preguntar desde hace mucho, cuando te ibas de la cafetería casi a media noche y decías que ibas al trabajo de tu mamá.

Poniéndolo así, entiendo por qué el casero del edificio creía que mi madre era de esas trabajadoras nocturnas.

—Ella y yo tuvimos que acomodarnos a muchas cosas, cuando mi padre murió.

—... —al guardar silencio, supe que ya no me estaba escuchando—. No quise responderle mal a tu mamá...

—No importa. Creo que no ayudó su lista de preguntas innecesarias e incómodas.

—No estoy acostumbrada a que me hagan preguntas sobre mi vida.

—Mi madre es igual de curiosa que yo —advertí. Siempre le ha molestado cuando le doy vueltas a sus preguntas o le respondo con otra, más cuando la envuelvo hasta que me confiesa lo que sea que me oculte, pero no puede decir nada porque eso lo saqué de ella.

Terminé de lavar los platos, solo los platos, me sequé las manos y me senté en una silla delante de ella.

—¿No hay ningún problema en que mi madre vaya a una presentación? —pregunté.

—No —respondió al acercarse.

—Le dije a mi madre que solo me ayudarías a recoger la mesa —murmuré. Me recogió el cabello de la cara.

—Yo no dije nada —luego de colocar las manos en la mesa, a mis costados, me besó.

Al ladear la cabeza para volver a besarme, sentí que abrió su boca un poco más y la presión de sus labios me hizo alejarme.

Separó sus labios de los míos, igual que antes, sin alejarse y mirándome a los ojos.

Veo en sus ojos que todavía quiere más. Puedo hacerlo.

Ladeé la cabeza al acercarme y abrir mi boca. Volvió a besarme, esta vez con su lengua dentro.

Me sujetó del cuello para mantenerme cerca.

Creí que darle un poco era suficiente, en cambio, fue tanto que ya no podía respirar.

Ella todavía no quería parar, pero en serio necesitaba respirar.

Fui yo la que se alejó.

—... Lo siento —dijo, aunque sonriendo igual.

—Está bien —bajé de la silla.

Es hora de que se vaya.

La acompañé afuera y, como cada vez, me quedé de pie en la acera, hasta que dejé de escuchar su motocicleta.

Ese tema sigue sin gustarle a mi madre. No es que a mí me encante esa cosa, más bien sé que Circe tiene consideración conmigo y con la velocidad a la que va cuando voy con ella.

Una corriente helada me hizo abrazarme y sentí mis brazos congelados. Cada día hace más frío.

—Entonces van en serio —volteé al escuchar la voz de Darcy.

—Se suponía que Alina te entretendría en su casa.

Se acercó.

—¿Qué, crees que soy un perro que pueden entretener?

Ladeé la cabeza. No se ve tan mal como la última vez que la vi, físicamente hablando, entonces no tengo que tener consideración.

—Te veo bastante bien como para ignorarte y dejarte hablando sola —di la vuelta y pensaba entrar a la casa, solo que me sujetó del brazo, haciéndome volver.

Me acercó a ella.

—Lo que siento por ti sigue intacto —susurró, mirándome a los ojos.

Halé de mi brazo y me soltó.

—Entonces demuéstrame que te importo y que me respetas. No me hagas fallarle —hice referencia a Circe—, como tú hiciste con Isabel.

Entré a la casa, apagué la luz de la cocina y subí a mi habitación.

De ahí ya no salí.

Subí a la cama, en la orilla, puse una mano sobre mi pecho y sentí mi corazón acelerado, además de mi cuerpo calentándose.

Tiene que dejar de afectarme así todo lo que Darcy dice y hace.




Nota de la autora ☄️:

Para que vean que sí los quiero, 4 capítulos juntitos.

Por cierto, me encantan las teorías que se están haciendo, los adoro.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora