Capítulo 12 ༒

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Una semana más tarde, le tuve que mostrar a mi madre una especie de citatorio que me dieron en la universidad.

Cuando acabó de leer la hoja, me miró.

—¿Agobiante? —preguntó.

—Fue todo lo que dije —aseguré.

Hace unos días, acababa de tener otra discusión con la profesora Sofía y, claro, yo salí perdiendo. Estoy castigada toda la semana, una hora, además, quiere hablar con mi madre.

—Dímelo todo y voy a poner en su lugar a esa mujer...

—No, mamá, no lo hagas peor. De ella sigue dependiendo mi carrera.

Si repruebo la misma asignatura tres veces, me dan de baja. Ya llevaba una y se sumó la del curso de verano, solo me queda una oportunidad.

Suspiró tranquila.

—Nada más voy a hablar con ella, ¿está bien?

Asentí, aunque no del todo convencida.

Subí, para ir a dormir, solo que vi la luz de la habitación de Darcy encendida.

Fui a asomarme porque la puerta estaba abierta.

Está sentada en su cama, hojeando un libro.

Me advirtió casi enseguida, de pie en el umbral de la puerta.

—¿Qué haces ahí? —preguntó.

—¿Puedo pasar?

—Tú no tienes que preguntar.

Sonreí para mí y fui a sentarme en la orilla de su cama.

—Pensé que ibas a quedarte con tu mamá —hablé.

En la mañana, antes de irme al instituto, mamá me dijo que Darcy se había ido muy temprano y que no volvería hasta mañana.

Además, cuando volví de Solitarie, no sabía que estaba aquí.

—Me fastidió —explicó, volviendo al libro.

—Yo tengo una mamá de esas —susurré. Dirigió sus ojos a mí y sonrió.

Fue un gran alivio para mí y para mi corazón verla sonreír.

—Sí, pero la mía lo hace con toda la intención —cerró el libro, se levantó a dejarlo en el librero y volvió—. No quise bajar porque escuché que te estaban regañando.

Estiré el cuello y me dejé caer en la cama.

—Lo mismo de siempre. Soy un imán de problemas —hablé, mirando al techo—. Aquí es donde me dices que no y me besas —apunté.

Volvió a sonreír.

—Me duele la cabeza, no me puedo inclinar.

—Bien —levanté medio cuerpo y ambas nos acercamos.

Me sujetó del cuello, besándome.

Sabiendo que no iba a ponerse encima de mí, yo lo hice. La tomé del cuello, para seguir besándola.

Al acomodarme, recargué una rodilla entre sus piernas y sentí que se tensó.

Cargó mi pierna para colocarla por fuera y no me soltó, al contrario, me presionó.

—Puedo hacerlo yo —murmuré antes de volver a besarla.

Desde su cuello, bajé una de mis manos, tocando todo en el camino.

Cuando llegué al broche de su pantalón, me sujetó la mano, para volverla a poner en su cuello, entonces me apretó más contra ella, tomándome de la cintura.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora