Capítulo 30 ༒

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Quería saber, quería preguntar, pero no podía hablar de eso directamente con Darcy, porque no sabía cómo hacerlo y seguía sin verla, ni siquiera escuchaba su nombre salir de la boca de mi mamá ni de la de Marcel.

Consideré a Alina como mi mejor opción, solo que ella también había dejado de aparecerse y no es como que no pudiera ir a verla, vive a solo diez casas, el punto es que no sabía cómo preguntar.

Toda la semana tuve el asunto de Darcy en la cabeza, sin decidirme a hacer nada.

El sábado, ya arreglada y con Majo esperándome en la sala, para irnos a aquella celebración programada para mí, estaba empezando a arrepentirme.

—Diviértete por una noche —me pidió mamá al darme las llaves del auto.

—... —suspiré después de tomarlas—. Volveré temprano.

—No tan temprano —insistió y me dio un golpe en el hombro.

Majo se despidió de mi mamá con un gesto y salimos de la casa.

Ella subió primero y arranqué hasta después de que se puso el cinturón de seguridad.

—Oye... —masculló—, ¿sigues molesta por lo que dijo Anna, en la pijamada?

Negué.

—No, no estaba molesta, pero sigo pensando en eso.

—¿Crees que Darcy haya pasado por algo así? —se refiere al abuso que supuso Anna.

—... No sé. Si sí o no y es otra cosa, estoy segura de que fue eso por lo que terminó conmigo.

Solamente algo así la habría hecho no solo terminar conmigo, sino intentar deshacerse de mí y buscar esconderse en los confines de la tierra.

—Creo que eso puede esperar —expresó un tanto más animada—. Solo diviértete por hoy, como dijo tu mamá.

Respiré hondo.

—Bien... —mascullé.

—Y no dejes que nadie se me acerque —dijo para sí y empecé a reírme.

Mi día libre en Solitarie seguía siendo el sábado y no pensaba pedir más permisos con Ruth y mucho menos con Circe, así que fue hasta entonces que me encontré con Ray y el resto en un bar, donde por lo menos pagaron mi entrada.

Pero yo pagué la de Majo.

En realidad, solo le envié una invitación mediante un texto y ella decidió venir.

Si bien no es mi tipo de ambiente, lo tolero y lo conozco, por las tantas ferias a las que Brak nos había llevado.

Lo único que no hago es tomar alcohol.

Y sí, sí bailo, Ray también y fue mi pareja toda la noche.

En serio me divertí mucho más de lo que esperaba, porque admito que estaba reacia a ir, en cambio, el problema fue cuando ya nos íbamos.

Majo.

Creo que ni ella sabía que no sabía beber.

Ray me ayudó a llevarla al auto de mi madre y de por sí tenía pensado que se quedara conmigo, sin embargo, el conflicto para mí se presentó cuando llegué a la casa.

No podía ni bajarla del auto, menos iba a poder llevarla hasta mi habitación.

Estoy sobria, pero cansada y sigo teniendo la fuerza de un crío.

No iba a llamar a mi madre y mucho menos a Marcel para esto, así que, dispuesta, abrí la puerta de atrás, puesto que la niña está acostada en el asiento trasero, me sujeté el cabello, la levanté y metí mis manos bajo sus brazos.

No es pesada en realidad, solo incómoda de cargar.

Tiré de ella, luego me detuve cuando ya solo sus pies quedaban dentro del auto, suspiré y di el último tirón.

Di la vuelta para recargarme en el auto, abrazándola, o ambas caeríamos al suelo.

—Ayúdame, niña —murmuré y solo la escuché quejarse.

Siento que mi estómago empieza a doler por el esfuerzo.

—¿Qué estás haciendo? —volteé al escuchar la inconfundible voz de Darcy. Venía por la acera y se había detenido en el cofre del auto.

—... Tengo que llevarla a mi habitación.

Metió las manos a sus bolsillos y miró hacia la casa, luego volvió a mí.

—¿Te ayudo?

Suspiré.

—Por favor.

No la cargó, solo recargó un brazo en ella y la sujetó por la cintura. Yo cerré el auto y llevé mis cosas y las de Majo a mi habitación.

Darcy la llevó hasta mi cama, donde Majo por sí misma se acomodó al abrazar una almohada, después se retiró sin decir nada.

Solo le quité las botas y un prendedor que traía en el cabello.

Bajé a la cocina, a preparar un café para mí y uno para Majo en caso de que se despertara.

Darcy estaba ahí, encendiendo la cafetera.

—... Pensé que te habías ido —hablé.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó sin mirarme.

—¡No! —respondí al instante—. No —bajé el tono porque casi le acababa de gritar—. Es que no sabía que ibas a venir.

—Mi mamá me fastidió y no quise despertar a Alina —sirvió café para mí y para ella.

—... —tomé la taza con ambas manos—. No tenías que irte para empezar —al decir eso, me miró un momento.

Con su taza, se recargó a un lado, en el mismo mueble que yo.

—Es mejor así.

Emití un bufido.

—¿Tienes que asumir todo por ti misma?

—Nadia...

—No, no intentaba preguntarte nada —repuse—. Es que... —la miré y no pude evitar pensar en lo que Anna puso en mi cabeza días atrás.

Darcy volteó a verme.

—¿Qué?

—... Nada —negué. No sé cómo preguntárselo porque no sé siquiera si está bien que lo haga.

Su hermana una vez me dijo que Darcy se guarda los problemas, por eso no creo que me lo vaya a decir y todo depende de mi manera de preguntar.

Es que no puedo con la idea de que le esté pasando algo así de grave y yo no esté ahí para ayudarla.

Solitarie | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora