Extra.

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Thomas estaba sentado en lo alto de un acantilado con los pies colgando sobre el borde con el diario de Newt entre sus manos. El sol ya estaba bajando detrás el horizonte, que parecía brillar como el fuego. Nunca había contemplado algo tan maravilloso.

El pelinegro observo aquel objeto por unos minutos, sintiendo el miedo de lo que podría encontrarse. Pero finalmente tuvo el valor de abrir el cuaderno recordando las palabras de la chica.

«Newt escribió su historia en este diario, y una confesión hacia ti (...) Thomas. No le falles.»

Thomas abrió el diario y leyó las primeras palabras que hicieron que su corazón se hundiera. Se tuvo que tomar unos segundos más para procesar que Newt ya no estaba con él, ni con sus amigos, y ni siquiera vivo en este mundo. Tomo aire y volvió a leer lo escrito.

Se tomo una hora para leer y procesar todo lo que Newt había pasado desde que llego al laberinto, hasta sus últimos días de vida. Y el como Charlotte le salvo la vida de tantas maneras como fuera posible. También había un pequeño escrito pidiéndole a Thomas que si la llamarada lo volvía demasiado loco, se llevara a Charlotte a un lugar más seguro y cuidara a la chica como si dependiera de su vida.

Newt murió con la esperanza de que Thomas había cumplido con su promesa de cuidar y proteger a Charlotte, pero una vez más le fallo. Lágrimas finas corrieron por el rostro del pelinegro. Se obligo a apartar esos pensamientos de culpa y los remplazo por los buenos momentos que pasaron juntos en el Área.

Estaban sentados en el piso, apoyados de un tronco, frente a la fogata. Estaban celebrando la llegada del nuevo novato, y obviamente ese era Thomas.

—¿Crees que soy feo como una comadreja?—pregunto el pelinegro, a lo que Newt casi se atraganto con el "alcohol ilegal" que preparaba Gally. Una mezcla que daba poca confianza beberla.

El rubio rio antes de responder.

—¿Por qué la pregunta?

—Chuck me dijo eso.—respondió Thomas. Aunque esa pregunta era rara, quería hacérsela a Newt por alguna razón que ni él entendía.

—Ese chico siempre tan bromista—sonrió Newt mirando al pelinegro—. Pero volviendo a la pregunta. No eres feo como una comadreja, Tommy. No le hagas caso a Chuckie. Confía en mi.

—¿Entonces estoy guapo?—ambos rieron y Newt golpeo el brazo de Thomas con una fuerza no tan bruta pero si dolió un poco.

—Que no se te suba el ego, Tommy.

—Lo intentaré.

Thomas sonrió inconscientemente al recordar esos momentos junto a su mejor amigo. Y aquel apodo. Tommy. Un apodo único que solo el rubio le colocó y que él solamente podía transmitir una vibra de serenidad al decirlo.

Lo extrañaba más de lo imaginable. Y lo extrañaría cada día del resto de su vida. El sentimiento de culpa también lo perseguiría como un fantasma en busca de atemorizar cada momento del día al humano.

Otro día. Era de noche. Thomas estaba fuera de la finca sin poder dormir, por lo que fue a caminar un rato y se encontró con Newt sentado en un árbol cerca de la entrada del bosquecito—el cementerio le decían, ya que ahí colocaban palos en forma de cruz y los clavaban en la tierra con cada nombre de algún corredor muerto en el laberinto—. Newt no le dio atención a Thomas. Solo miraba la luna creciente en ese cielo artificial.

Thomas iba a hablar pero la voz del rubio hablo inesperadamente.

—¿Sabes lo peligroso que es ser corredor?

el pelinegro no sabia a que venia aquella pregunta, pero la respondió igual.

—Si, pero ya perdieron a uno, necesitaban a otro. No digo que yo este remplazando a Alby, es solo...

—Fue muy estúpido de tu parte ser corredor.—el rubio lo miro y vio que Thomas tenia el ceño levemente fruncido.

—Por qué puedes terminar muerto o, lastimado gravemente, y no quiero perder a más amigos—confeso Newt—. De hecho, no quiero perderte a ti, Tommy.

Entre recuerdos del pasado y el diario de Newt, Thomas llego a una parte especifica del diario. Se encontró con una pagina en blanco, dio vuelta la hoja blanca y en el lado derecho de la hoja, decía escrito: Querido Thomas.

Comenzó a leer nuevamente lo que era la sospechosa confesión que dijo Charlotte al pelinegro antes de suicidarse.

Con un nudo en la garganta, Thomas comenzó a leer nuevamente.

Jamás tuve el valor de confesarte tal cosa, tampoco lo tuve porque ahora lo estas leyendo y yo tal vez ya este muerto. Desde que llegaste al laberinto supe que serias algo más que un compañero de los que convivíamos en el Área. Y desde el momento en el que corriste al laberinto, supe que te seguiría adonde fuera. Cada momento que pase a tu lado. Bueno o malo. Fueron momentos, y fragmentos que me los guarde en todo momento. Por si te lo preguntas: esos pequeños momentos juntos siguen rondando en mi loca mente. Como si los hubiera vivido ayer. Cada segundo que pasa he pensando en ti Tommy. Cada maldito momento, segundo, minuto y día, te recuerdo por miedo a olvidarte y que la llamarada me lleve lo más preciado que he tenido. Un buen mejor amigo, el más valiente y lo más importante; mi amor imposible. Sabia que lo nuestro no iba a funcionar pero jamás perdí las esperanzas, porque se que en alguna parte de tu corazón sentías lo mismo. Las miradas que nos lanzábamos, nuestras charlas nocturnas, el como nos protegíamos el uno al otro, y mucho más. Pudimos tenerlo todo. Pero no era el momento, ni el lugar correcto.

Siempre fuiste más que un amigo para mi, Tommy. Pero siempre tuve miedo de que tal vez mis señales no eran claras. Y si lo eran, te incomodarian. Desearía tanto haberte confesado esto antes, pero soy un maldito cobarde. Si tan solo no tuviera la llamarada, o si tan solo estuvieras aquí... conmigo, todo seria distinto. No me olvides, Tommy. Recuérdame como tu rubio gruñón, como tu chico favorito. Recuérdame como sea, menos del que me convertí en un Crank o de que estoy muerto. Por favor Tommy. Solo recuérdame...

Cuida a todos por mi, y cuídate tu también.

Mereces ser feliz.

Gracias por ser mi amigo.

Adiós Tommy.

Newt.


Thomas se seco más lágrimas gruesas que mojaron nuevamente sus mejillas y cerro el diario. Se quedo observando la luz del día que se desvanecía casi por completo. El color del cielo y del agua paso de anaranjado, rosa y violeta, a un azul oscuro. Mientras el ultimo destello de sol desaparecía en el horizonte, Thomas miro una vez más el diario de su amigo y susurro un:

—Ojala estuvieras aquí y pudiera verte otra vez, Newt.

No te vayas de mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora