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19. La fiesta de Cyrene

Es la primera vez que pongo los pies en la casa de Cyrene.
Aunque "casa" es un eufemismo muy grande para la mansión de dos pisos de estilo victoriano que se ubica en la esquina de la manzana. Pequeños faroles decoran el frontón superior, el porche y las barandas de la escalera de piedra de la entrada. Suponiendo que su padre es escultor y su madre es la rectora de la facultad puedo entender perfectamente porque mi amiga vive en un lugar como este.

Y por primera vez en semanas no tengo que cumplir ningún toque de queda y estoy muy segura que mi hermano no va a seguir la estricta dieta que nos hace seguir el abuelo. Digamos que mi papá no es muy fanatico de las reglas ni del orden y tampoco hizo un comentario con la elección de mi atuendo. No es que sea indecente, pero sé que mi abuelo tendría algunos comentarios sobre la falda negra en corte sirena con la raja hasta el muslo, con el sweater beige por encima del ombligo y con la campera de cuero por ser demasiado informal.

Mis botas apenas hacen ruido cuando subo los escalones dos en dos y aprieto el timbre negro. Espero unos segundos antes de volver a tocar hasta que se oyen unos pasos amortiguados detrás de la puerta, a continuación se abre y Jano me recibe con una sonrisa en su rostro.

Mi amigo lleva puesto una camisa a cuadrillé en tonos grises y blancos y unos jeans rasgados.

—¡Hola! —estoy por darle un abrazo, pero alguien lo empuja un costado y termino en los brazos de otra persona.

Unos mechones negros y un buzo oversize gris me dan una idea de quién es. Y ni hablar del perfume que me recuerdan a menta y bosque que empecé a darme cuenta que usa...

—¡Cream, viniste! —sonrío ante la voz animada de Vikesh, pero le doy un empujón cuando Jano tose falsamente y le exige que saque sus mujeriegas manos de mí—. ¿Ya viste cómo me tratan este y mi primita?

—¿Cómo? —le doy una mirada a Jano y rueda los ojos antes de cerrar la puerta detrás de mí.

—Creen que soy su esclavo haciéndome llevar cosas de acá para allá —Vikesh continúa su diarrea verbal en contra de mis amigos—. Ya perdí la cuenta de las cajas que me hicieron llevar arriba y todo por esta hermosa carita -se señala a sí mismo.

Kiran me sigue pareciendo el chico más lindo que he visto nunca, con su estilo playero y piel dorada. Pero Vikesh tiene un rostro duro y cincelado y tiene algo que le gana a cualquiera. Hoyuelos. Hoyuelos y una sonrisa compradora.

—Sí, sí "hermosa carita" —Jano le pone una mano en el hombro y le da unas pequeñas cajas negras y le señala unas escaleras que no me dí cuenta que estaban ahí—. Llevale esto a Cyrene antes que baje y te rompa esa hermosa carita que Dios te dió.

Vikesh me da una mirada que dice "Ves lo que te digo" y desaparece escaleras arriba.

—¿Con qué lo amenazó? —me saco la campera de cuero porque aquí dentro ya está haciendo demasiado calor—. ¿Dónde puedo dejar esto?

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