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20. Marine no. Maureen

Odio faltar a clases. Realmente lo odio y no tiene nada que ver con una obsesión por cumplir la asistencia al cien por ciento.

Es la primera vez que falté a clases en todo lo que va del semestre porque me vino en la madrugada y el dolor de ovarios es tan fuerte que apenas lo pude controlar con algunos analgesicos. Hay meses que mi periodo se vuelve loco y me agarran estos calambres me mantienen en la cama sin ganas de moverme.

Alguien da unos golpes en la puerta.

—Pasá —respondo y me acomodo sobre los almohadones.

Es mi mamá.

Ya perdí la cuenta de las veces que la estoy viendo con ese delantal rosa pasado de época. Y ni hablar de que ahora siempre tiene atado su pelo castaño en un moño. Ya no se arregla como antes.

—Te traje algunas cosas —me muestra la manta de lana gruesa que tiene debajo del brazo y la taza blanca que humea y tiene un aroma increíble.

—¿Café? —le pregunto esperanzada, pero ella rompe mis ilusiones cuando dice—: Chocolate caliente.

—Cruel, pero justa.

Me da una sonrisa de costado y deja la taza encima de mi mesita de luz. Estira la manta de lana por encima de la frazada blanca y procura que esté bien tapada antes de pasarme la taza con cuidado.

—¿Mejor?

—Sip —le doy un trago al chocolate y murmuro—: gracias, ma.

—Que suerte que te vino en casa y no en el de tu padre. La última vez me mandó un mensaje porque no sabía diferenciar entre las toallitas comunes de las diarias.

Eso fue hace mil años y le tengo que dar un punto a favor a mi papá: me vino mientras estaba jugando con mi hermano a las cartas y ni siquiera le aclaré que no uso toallitas, sino tampones.

—No seas tan mala.

—Elegí un buen padre para mis hijos —por un segundo la tristeza nubla su cara. Yo sé que a pesar de todo se siguen queriendo. Pero se recompone enseguida y me pregunta si necesito algo más.

—¿Me pasas mi celular? Lo dejé anoche cargando encima del escritorio.

Me lo da y se va cerrando la puerta otra vez.

Reviso las notificaciones pendientes.

Lo primero que abro es el correo de mi profesora de Economía con las correcciones y la nota del último trabajo que nos mandó a hacer. A pesar de que mi trabajo tiene algunas correcciones, la nota es un diez.

Abro el chat grupal con mis amigos. Jano dice que cuando me sienta mejor me va a llevar un termo de chocolate "mágico" solo para mí. Cyrene no ha escrito nada en el grupo, pero me envió un mensaje privado que dice "¿Querés que te lleve los apuntes que tomé a tu casa? No tengo que hacer nada ahora mismo".

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