Cap 42

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—Todo empezó cuando volví a casa después de mi graduación universitaria —digo, intentando, y fallando mantener la voz firme—. Tenía que llegar a tiempo para la cena, pero el tráfico era inusualmente intenso y llegué casi una hora tarde. En cuanto encontré un lugar para estacionar frente a nuestro edificio, corrí al apartamento, dejando la maleta en el auto. Pensé en volver por ella después de comer.

» Tenía mis llaves, así que entré y fui a la cocina directamente, donde pensé que mamá estaba calentando algo de comida. Pero cuando llegué allí... —Me detengo para tragar el nudo amenazando con invadir mi garganta.

—Estaba muerta —adivina Hyunjin sombríamente, y asiento, lágrimas calientes escociendo en la parte posterior de mis ojos.

—Estaba tirada en un charco de sangre en el suelo de la cocina, con las muñecas cortadas. No pude sentir el pulso, así que corrí a buscar mi teléfono; tenía tanta prisa que olvidé la mochila con el teléfono en el auto. Pero antes de que pudiera salir del apartamento, escuché voces, voces masculinas, procedentes del dormitorio de mamá.

Sus ojos se entrecierran peligrosamente.

—¿Estaban allí? ¿En el apartamento contigo?

—Sí. Salté al pequeño armario junto a la puerta y me escondí detrás de los abrigos que había allí. Entonces los vi. Dos hombres grandes con pasamontañas. Salieron del apartamento, y volvieron a entrar inmediatamente. Los escuché volver al dormitorio y, como estaba junto a la puerta, corrí. Bajé los cinco tramos de escaleras y seguí corriendo hasta llegar a mi auto. —Respiré entrecortadamente, rechazando el recuerdo del pánico aturdiéndome, la hiperventilación y los sollozos mientras luchaba por meter las llaves en el contacto.

Hyunjin me da un momento para recomponerme.

—¿Después qué pasó?

—Llamé al 911 y conduje hasta la comisaría más cercana. Les conté lo sucedido, y enviaron una unidad a mi apartamento. Pero los asesinos ya se habían ido, y la policía dictaminó... —se me quiebra la voz—.

Dictaminaron que fue un suicidio.

Sus cejas se fruncen.

—No lo entiendo. ¿Les contaste de los dos hombres? ¿Presentaste un informe oficial a la policía?

—Lo hice. Les conté lo de las máscaras y las armas con silenciador y...

—¿Armas con silenciadores?

Asiento, rodeándome con los brazos. Tengo tanto frío que mis dientes comienzan a castañear.

—Los vi, en el pasillo a través de los abrigos. Bueno, técnicamente, sólo vi una pistola, pero más tarde, cuando los volví a ver, había dos, así que asumo...

—¿Más tarde? —Su mandíbula se tensa—. ¿Los viste de cerca otra vez?

—No, no de cerca. Estaban a una manzana de distancia. Fue después de esto. —Levanto la barbilla hacia el portátil—. Corrieron detrás de mí, y los vi. Cada uno tenía un arma.

—¿También tenían pasamontañas?

—Sí. —Me esfuerzo por recordar las dos figuras, pero aparte de su tamaño en general y las armas en sus manos, están borrosas en mi mente—.

Al menos, estoy bastante seguro.

La mirada de Hyunjin se agudiza.

—¿Pero no estás totalmente seguro?

—Yo... no. —Lo cual es una estupidez por mi parte. Debí haber prestado atención, debí haber memorizado cada pequeño detalle para poder...

—¿Esa fue la única otra vez que los viste? ¿La única vez que fueron a por ti?

—No. —Un escalofrío recorre mi cuerpo—. Ni de lejos.

Su rostro es una máscara de furia apenas contenida.

—Cuéntamelo todo.

Y lo hago. Le hablo de la camioneta negra con cristales tintados que casi me atropella cuando estaba saliendo de la comisaría, y cómo volvió a ocurrir en un estacionamiento de Walmart apenas una hora después de que denunciara el primer intento. Le hablo del incendio en el motel local donde reservé una habitación para evitar dormir en el apartamento, y una furgoneta que estuvo a punto de sacarme de la carretera cuando ya estaba huyendo. Le cuento mi error terrible en un mercado comunitario que da habitaciones económicas en Las Vegas, donde paré para un muy necesario descanso hace un par de semanas, sólo para terminar escapando por la ventana en medio de la noche cuando escuché ruidos de arañazos en la puerta.

—La cerradura. La estaban forzando. —La mandíbula de Hyunjin se aprieta con fuerza—. Si no te hubieras despertado...

—Sí. Y hubo otros casos en los que pensé que podrían estar cerca, como la vez que vi una camioneta negra con los cristales tintados acercándose a una gasolinera justo cuando salía. Sin embargo, estaba tan paranoico que, podría haber sido mi imaginación. O tal vez no. Tal vez eran ellos. No lo sé. Todo lo que sé es que siguieron viniendo a por mí, y lo único que podía hacer era seguir moviéndome. Es decir, hasta que me quedé sin dinero.

—Que es cuando te encontraste con mi anuncio.

—Sí. —Trago pesado—. Lo siento, Hyunjin. Lo siento de verdad. No estaba pensando bien cuando solicité el puesto. Solo me quedaban unos dólares, y estaba aterrorizado porque acababan de encontrarme otra vez, y se estaban volviendo más audaces, disparándome a plena luz del día. Me iré, juro que lo haré. Ni siquiera tienes que pagarme la semana. Encontraré otro trabajo y...

—¿De qué mierda estás hablando? —Levantándose abruptamente, apoya los puños en la mesa y se inclina. Su voz es dura—. Te he dicho que no vas a ninguna parte.

Me pongo en pie y retrocedo.

—Hyunjin, por favor. Lo siento, de verdad. No quería poner en peligro a tu familia. Me iré hoy. Ahora mismo. Antes de que descubran que estoy aquí y... —Mi corazón sube a mi garganta cuando avanza hacia mí, con ojos llenos de fuego y azufre—. Por favor. Te juro que...

Sus manos se cierran alrededor de mis brazos con un agarre de hierro.

—No vas a irte —gruñe, y atrayéndome hacia él, aplasta sus labios contra los míos. 

¹Guarida del diablo || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora