⋆。˚ ✦ 🐉 ✦ ˚。⋆༻──── 𝐏𝐔𝐑𝐄 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃
Visenya Targaryen era lo que todo hombre quería; hermosa, fuerte, valiente e inteligente. Tenía un carácter muy especial, pero por esa razón llamaba totalmente la atención de Daemon Targaryen, quien apesar de...
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En la fortaleza roja, las risas resonaban como un eco de alegría, rompiendo el silencio que a menudo envolvía sus muros. Visenya, con la parte inferior de su vestido alzada para facilitar su escape, se deslizaba ágilmente por los pasillos, seguida de cerca por la sonriente Rhaenyra.
— Padre me reprenderá si nos atrapa— susurró, apenas conteniendo la risa. Habían burlado a los guardias reales en busca de un respiro de las formalidades. — Nya, espera— llamó Rhaenyra, extendiendo su mano hacia su "tía" mayor sin dudarlo, colocándose a su lado para correr juntas.
Aunque Rhaenyra era aún joven para entender completamente el significado del amor, sabía que amaba la risa de Visenya, así como el profundo color de sus ojos violetas y su mirada coqueta, que parecía reclamar el mundo como suyo. Admiraba la seguridad con la que Visenya hablaba y se movía. Visenya era su mayor inspiración y deseo, aunque para la princesa mayor, las cosas eran diferentes.
Mientras se acercaban a la sala del trono, sus risas se vieron interrumpidas por gritos. Reconocieron la voz del príncipe Daemon en medio de un enfrentamiento con Wayne Hightower, el hijo de la mano del rey.
Los guardias rodeaban al príncipe por órdenes de Otto. La mirada de la mano del rey se posó en la princesa mientras ella corría hacia Daemon, tomando su brazo en un gesto protector. Sabía que, de alguna manera, ella era intocable; adorada por el rey y la reina, y bajo la protección de Otto. El príncipe del lecho de pulgas se sumió en un breve lapso de desconexión de la tumultuosa escena que se desenvolvía ante ellos. En ese instante, su atención se centró en la figura de Visenya, la dueña de sus suspiros y el epicentro de un torbellino de emociones que lo arrastraba sin piedad. Sus miradas se encontraron en un instante suspendido en el tiempo, y en ese breve intercambio, parecieron comunicarse en un lenguaje que trascendía las palabras.
En su corazón, anhelaba más que ser la esposa de un príncipe: deseaba la libertad de ser quien quisiera, de explorar los límites de su propia fuerza y poder. Aunque había alcanzado alturas de influencia y autoridad que muchos solo podían soñar, en lo más profundo de su ser, anhelaba la libertad de un guerrero en el campo de batalla, donde las reglas eran simples y claras.