⋆。˚ ✦ 🐉 ✦ ˚。⋆༻──── 𝐏𝐔𝐑𝐄 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃
Visenya Targaryen era lo que todo hombre quería; hermosa, fuerte, valiente e inteligente. Tenía un carácter muy especial, pero por esa razón llamaba totalmente la atención de Daemon Targaryen, quien apesar de...
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La tarde transcurrió con una mezcla de tranquilidad y emociones encontradas. Por un lado, Daemon rebosaba de alegría por la llegada de su nuevo hijo, Aemon, mientras que Visenya vivía el luto por la pérdida de Azriel, un integrante importante de su familia.
—Quiero descansar, Daemon —farfulló Visenya, entregando al pequeño Aemon a los brazos de su esposo, quien asintió comprensivamente.
—Iré a la sala —informó Daemon al salir de la habitación, dándole a Visenya un espacio para que pudiera tranquilizarse y gestionar sus emociones. La mente de Visenya estaba abrumada por los eventos que habían ocurrido. ¿Quién había sido el responsable de la muerte de Azriel? ¿Qué razones podrían haber llevado a alguien a cometer ese acto?
Cuando Daemon llegó a la sala, notó a Reid cerca de la imponente chimenea, desde la cual emergían chispas por la fuerza del fuego. El sobrenombre de "Lobo" resonó en el ambiente, y Reid giró hacia el príncipe con una falta de entusiasmo evidente, sin ganas de discutir, como solían hacerlo con frecuencia.
—Visenya quiere hablar contigo —anunció Daemon, aunque era una mentira, algo que retorcía su interior. Ambos compartían un lazo afectivo con el difunto Azriel y comprendían el peso del dolor que cargaban. En ese momento, nadie podría entender a Visenya mejor que él.
El lobo blanco asintió y se levantó, pasando junto al príncipe. A pesar de que su presencia irritaba a Daemon y de la falta de obediencia que caracterizaba al Stark, no había nada que pudiera arruinar ese momento tan especial con el pequeño Aemon, que descansaba tranquilamente en los brazos de su padre.
Reid tocó dos veces en la puerta, un aviso típico que tenían la princesa Targaryen y el exiliado Stark. Cuando escuchó el "adelante", ingresó a la habitación, que se encontraba sumida en una penumbra salpicada por rayos de sol deslumbrante.
—¿Cómo te sientes? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar.
—Quisiera poder sentirme más alegre —respondió Visenya con sinceridad, elevando un poco más la voz. Estaba abrumada por la culpa y el dolor.
—Nya, no puedes martirizarte... No tienes la culpa de nada.
—La tengo, Reid. Él murió por mi culpa —exclamó Visenya, elevando aún más la voz—. Hydra quedó sin su padre debido a una venganza que él no debía pagar, pero la sangre derramada será vengada.