Capítulo 7

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El hombre de cabellos tan blancos como la nieve que se acumulaba en la cima de las montañas le había hablado y Amara se había quedado sin poder reaccionar. Ni siquiera había respondido a su saludo. El sujeto se había presentado ante ella como una aparición. Por supuesto que era un placer ver a semejante tipo de esas características sin camiseta, pero no se había esperado a nadie rondando por ese lugar en la soledad de la arboleda. Decir que la había tomado por sorpresa era quedarse corta. Al observarlo con más detenimiento quedó impresionada con lo imponente que era. Él era más alto que Esteban y su espalda ancha bien podría ser del mismo tamaño que la puerta de su casa. Sus hombros se veían redondeados de manera imposible lo que denotaba dedicación al ejercicio. Su cabello blanquecino llegaba hasta por encima de los hombros y lo llevaba recogido detrás de la cabeza con dos mechones de su mismo cabello. Sus ojos eran de un extraño color gris, pero por momentos se coloreaban de una bonita tonalidad celeste parecida al hielo de los glaciares. Su piel parecía no recibir nunca la luz del sol y por esa razón sus labios rojos destacaban en su rostro como una fruta exquisita y prohibida.

—¿Estás bien? No has dicho una sola palabra. ¿En verdad te asusté tanto? —cuestionó el tal Viggo. Ese nombre había mencionado al presentarse antes con un acento raro que le hacía remarcar las erres. Era obvio que el español no era su lengua materna—. Tal vez estás agotada. Suele suceder.

—Sí, es eso —mintió la muchacha. Halló su botella de agua y le quitó la tapa para beber un buen sorbo. No iba a darle el gusto de que notara que en verdad se había quedado absorta ante su presencia—. Estaba tratando de recuperar el aliento. Mi nombre es Amara Iglesias. Un gusto.

Ella extendió su mano para estrechar la de él, pero él ni siquiera hizo el intento de tomarla. La miró como si fuera una cosa de poco valor y se cruzó de brazos. Amara dejó caer su mano y pensó que eso era lo más descortés que había visto en su vida. El personaje principal de su libro nunca trataría así a nadie. Viggo torció su cabeza a un lado y ella podría jurar que sus ojos llevaban una tormenta dentro porque se habían vuelto más grises que antes. La observó con una sonrisa ladina haciendo que ella se sintiera como un payaso de circo.

—Eres la propietaria de una de nuestras cabañas. Creo que mi hermana Seren te visitó anoche y dejó una invitación para la fiesta de verano que daremos el sábado que viene. ¿Recibiste la tarjeta?

Amara revisó a la velocidad de la luz los recuerdos de su mente agitada y no recordó que la chica de cabellos blancos hubiera dejado el sobre. Sintió escalofríos recorrer su cuerpo pensando que tal vez esa mujer había vuelto a la cabaña más tarde, cuando ella ya dormía para dejar el sobre por debajo de la puerta. Le parecía terrorífico que esas personas anduvieran merodeando en el bosque sin que ella se diera cuenta.

—¡Oh, sí! Eres su hermano... —dijo, pretendiendo inocencia. Frente a un hombre como ese era mejor no mostrar toda la verdad. A veces era bueno pretender ser tonta cuando no tenías ni un pelo de ello para salir airosa de ciertas situaciones—. Es el apellido en la tarjeta y bueno, tu cabello te delata. No solo eso. Sus rostros tienen rasgos parecidos.

—Puede ser. Es fácil de suponer, ¿verdad? Aunque yo soy el más apuesto de los tres Svensen —dijo con voz ronca y volvió a levantar una de las esquinas de su boca. ¡Qué arrogante!

—Eso es decir mucho. Tu hermana es muy bonita y al otro hermano no lo conozco. Así que tal vez vaya a tu fiesta para saber si en verdad eres el más atractivo de todos —dijo Amara en un tono desafiante. Nunca había sido la chica que se volviera pequeña ante una persona engreída. Le gustaba darles esa característica a sus personajes femeninos y la había adoptado como propia.

—Sería un placer tenerte como invitada en nuestra fiesta. Quiero ver cómo te comes tus palabras y me das la razón. Así que nos vemos pronto, Amara. Estarás ahí el sábado a las ocho de la noche —dijo el muchacho con ojos más claros y se alejó trotando, pasando junto a ella para perderse entre los árboles. Detrás de él dejó una estela que era imposible de no percibir. Era una mezcla de perfume caro, exquisito y bien elegido y el aroma de un cuerpo de hombre haciendo ejercicio. Amara reprimió ciertos pensamientos que podrían llevarla a un lugar oscuro. Una cosa era crear escenas candentes en sus novelas y otra muy diferente era tener a un tipo salido de sus historias en carne y hueso frente a ella. Sacudió la cabeza y bebió más agua antes de regresar trotando a la cabaña. Le contaría todo a Esteban y le pediría ir a las mejores tiendas de ropa. Así tuvieran que visitar las cinco aldeas alrededor de la isla. También reservaría una cita con un estilista para arreglar su cabello y humectar un poco la piel de su rostro. Estaría dispuesta a hacer todo lo que su amigo dijera que fuera necesario para causar una buena impresión en la fiesta de Viggo Svensen. Las palabras del hombre rondaban su cabeza como fantasmas. Estaría allí, como él le había pedido.

Condena de sangre [Escarlata #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora