Amara se pasó varios días de la semana escribiendo su libro y respondió algunos correos electrónicos de su editora que, de manera sutil, pero repetitiva, le preguntaba cómo iba el proceso de escritura. Sin decírselo de forma clara, le ponía presión para que continuara con la historia. Hacía tiempo habían recibido noticias de una productora grande de películas que estaba interesada en los derechos de su obra para llevarla a la pantalla. Luego de la primera emoción por esas novedades, las voces se aquietaron y la muchacha entendió que en ese mundo todo tenía que ver con paciencia. Así que se dedicó a escribir lo que restaba de la historia. Eso era lo que ella sabía hacer y disfrutaba. No iba a generarse ansiedad con lo otro.
El jueves por la tarde cuando salió a trotar para despejar su mente de una escena compleja que no sabía cómo resolver se encontró con Seren en el bosque. Sus pies se frenaron al instante. Amara entrecerró los ojos al ver la mirada turquesa de la chica. Parecía llena de energía y sus mejillas estaban rojas como manzanas en lo mejor de la estación. Siempre que habían charlado su piel se veía tan pálida que era extraño verla de esa manera. En su mente, Amara había entretenido la idea de que los hermanos Svensen eran zombis o alguna clase de criatura paranormal. Casi soltó una carcajada frente a la muchacha al pensar en eso. Pero en verdad le resultó raro ver a Seren llena de vida. Sí, eso era. Se la veía viva.
—Hola, Amara —saludó la mujer, reduciendo la velocidad para trotar a la par de la muchacha de cabellos oscuros cuando decidió seguir con su actividad. Desde el día de la fiesta había decidido alisar su pelo con una plancha que Esteban le había obsequiado. En ese momento lo llevaba ajustado en una cola de caballo alta—. Tendré que reducir un poco la velocidad para decirte esto.
—Lamento interrumpir tu ejercicio tan demandante con mi paso lento —dijo Amara con sarcasmo sin detenerse a charlar. A Seren no parecía costarle nada mover un pie delante del otro, respirar y hablar al mismo tiempo. Ni siquiera cuando los rayos del sol entibiaban su piel. La chica no sudaba y en nada parecía cansada.
—Mis hermanos dijeron que sí.
—¿De qué hablas? —cuestionó Amara girando su rostro a la derecha para observar a la chica.
—El viernes por la noche cenaremos en tu casa —comentó la rubia con una sonrisa enorme que podría iluminar cualquier salón oscuro y ser la atracción de la noche—. Finn y Viggo están de acuerdo. Nos vemos a las nueve.
—¿Qué? Espera. Yo nunca... —intentó decir Amara y observó como la muchacha ya estaba dando pasos rápidos delante de ella. Levantó su mano en el aire para saludarla y se perdió en el horizonte a toda velocidad—. Nunca dije que haría una cena. Bueno sí. ¡Maldición!
Luego de su trote y una buena ducha Amara le envió un mensaje a Esteban y le pidió el favor más grande del mundo. Quería que la ayudara a buscar un buen servicio de comida y a preparar mejor su casa para recibir invitados a una cena que ella no había planificado dar. Sin embargo, en el fondo la idea le producía entusiasmo. No lograba entender esos sentimientos encontrados. Necesitaría a su amigo durante la mañana y la tarde del viernes para dejar todo listo. ¿Por qué se metía en esos enredos? Porque muchas veces no sabía decir que no y poner límites. Aunque había querido negarse a la propuesta de Seren, no había podido. Las palabras en su mente, que eran tan claras, no eran las mismas que abandonaban sus labios cuando hablaba con los Svensen. Por alguna jodida razón se encontró queriendo complacerlos.
Esa misma noche Esteban le consiguió a Amara el teléfono de una amiga que tenía un emprendimiento de comidas para eventos especiales. También se encargaba de la bebida y tenía sus propios mozos para servir. Solo necesitarían dos porque no eran muchos comensales. La muchacha se quedó tranquila de que una de las cosas que necesitaba estaba lista. Su amigo le ayudó el viernes luego del mediodía a embellecer el deck de madera que se encontraba en el patio pegado a la puerta de cristal corrediza. Instalaron allí la mesa del comedor de Amara. La chica dio gracias de tener seis sillas porque serían cinco personas esa noche. Esteban había traído algo de su colección para fiestas. Puso cuatro postes de metal altos que se sostenían de una base y creó primero un rectángulo con cables y lámparas sobre la mesa. Luego se encargó de entrelazar otros tantos cables más para formar una especie de techo con las bombillas de luz. Conectó su creación y las lámparas brillaron. Por la noche se vería demasiado bonito, como estrellas sobre la mesa. Amara sonrió y le dio un abrazo.
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Condena de sangre [Escarlata #1]
ParanormalAmara Iglesias se muda a una pintoresca cabaña en Aguas Negras para escribir su libro nuevo; una isla sobre un lago donde viven los misteriosos hermanos Svensen. Un extraño herido en una noche de tormenta caerá junto a la puerta de la escritora y le...