Capítulo 29

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—¿Qué? No puede ser posible. Debería haberme dado cuenta. Davina no es mi amiga. Mi amiga se llama Virginia. Esas descripciones físicas pueden ser de cualquier otra mujer —protestó Amara, soltándose de la mano de Viggo. Tenía una mezcla de sentimientos encontrados que estaban creando una tormenta dentro de su pecho. Sentía algo de miedo, decepción y se estaba llenando de anticipación y ansiedad.

—Ni siquiera puedes completar su nombre con el apellido. Si no eres capaz de recordar cuándo y dónde la conociste y tiene ojos celestes, quiere decir que siempre ha estado manipulándote, Amara. Se ha metido en tu cabeza quién sabe por cuánto tiempo —explicó Viggo poniendo un mechón de su cabello blanco detrás de una oreja. Se puso de pie y caminó hasta el ventanal otra vez. El sol de la mañana recién nacida a sus espaldas creaba la impresión de un halo de luz desprendiéndose de su cuerpo. No era momento para fijarse en esas cosas, pero la escritora no pudo evitar pensar que el tipo era la criatura más bella que había visto en su vida. Ni su imaginación podía acercarse a describir ese rostro. Tampoco podía creer que, obsesión de por medio, él le decía que estaba interesado en ella.

—Me siento una tonta. Tendría que haberme dado cuenta —dijo en un suspiro y empezó a preocuparse—. ¿Qué haremos si ella regresa? ¿Qué tan peligrosa es?

—No digas eso acerca de ti. No eres una tonta —dijo él, mirándola con cierta dulzura—. Somos unas jodidas bestias, Amara. Es nuestra culpa que te sientas así. Ahora entiendo por qué cuando supiste la verdad acerca de mí, no quisiste que nuestros caminos se volvieran a cruzar. Debe sentirse horrible ser manipulada por nuestro don. Si ella regresa, me encargaré de que nunca más vuelva a molestarte. Y creo que será hora de que mis hermanos y yo nos alejemos de tu vida.

Apenas Viggo terminó de decir esas palabras, Amara sintió una sensación horrible en el pecho. No quería que él desapareciera. No justo en ese momento y con todo lo que él le había confesado acerca de sus sentimientos hacia ella. Pero no tuvo mucho tiempo de procesar lo que estaba escuchando porque un estruendo los sorprendió. El cristal detrás del vampiro fue impactado por una roca a toda velocidad y estalló, convirtiéndose en una lluvia de diamantes sobre el piso del living. Antes de cubrirse la cara para que los trozos de vidrio no la lastimaran y caer de rodillas al suelo, notó que Viggo se volvía una sombra para interponerse entre ella y el ventanal. Se convirtió en un escudo y no permitió que su piel fuera lastimada. Enredó sus brazos alrededor de ella con seguridad y su mejilla se pegó a la de ella. Fue en ese preciso momento que Amara decidió que no lo quería fuera de su vida. No dejaría que se fuera.

—Me encantaría saber cómo serías capaz de lastimarme, Viggo Svensen. No creas que no escuché esa parte, galán —dijo una voz que Amara conocía muy bien, pero ahora tenía otro tono. Era su voz real y sonaba malvada. Virginia o más bien Davina había llegado—. Cada vez que intentaste herirme en el pasado, fallaste. Es imposible ir contra el Creador. Yo te hice y también te puedo destruir.

La mujer se había soltado el cabello rojo. Este caía en ondas por sobre sus hombros. Llevaba la misma ropa de la noche anterior, pero su vestido blanco estaba manchado de sangre en la parte del pecho, como si se hubiera alimentado de forma salvaje. Estaba descalza y lo único diferente en ella eran sus ojos grises. Nunca los había visto de ese color. Viggo estaba en lo cierto. Ella la había estado engañando todo el tiempo. Ni siquiera tenía noción del comienzo de su relación.

—No tienes que hacer esto —dijo Amara, poniéndose de pie y se quedó junto a Viggo—. No entiendo por qué lo estás haciendo en primer lugar. ¿Por qué me recomendaste venir a Aguas Negras? Yo soy solo una escritora y no tengo nada que ver contigo.

—¿Eso crees, mentirosa? —dijo Davina soltando una risita entretenida y la miró entrecerrando los ojos—. No creas que no vi ese archivo que mirabas en tu laptop. Yo sabía esa información mucho antes que tú. Apenas supe que eras descendiente de Evanna Wellington, sentí que era mi oportunidad. Había estado buscando a alguien de su línea de sangre por años hasta que di contigo. Estaba segura de que Viggo se iba a enamorar de ti o quedar flechado. De esa forma, nuestro perverso jueguito podría continuar.

Condena de sangre [Escarlata #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora