Capítulo 24

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—Entonces. ¿Qué es eso que cambiaría para mal mi opinión sobre ti? En primer lugar, ¿por qué das por sentado que mi opinión acerca de ti es buena? Tú no sabes lo que pienso —preguntó Amara, mordiendo su labio para no sonreír. Terminó por hacerlo finalmente cuando notó cierta consternación en el rostro de Viggo. ¿Se había sentido molesto por su comentario? ¿Realmente él quería agradarle? El hombre bebió su té y dejó la taza reposando sobre la mesa de café que los separaba—. A menos que puedas leer mentes como ese vampiro que mencionamos antes.

—No puedo leer tu mente, Amara. Puedes quedarte tranquila. Te dije que admiro a los escritores, pero no sé si podría estar ahí dentro —dijo señalando con su dedo índice la cabeza de la muchacha.

—Está bien. Puedes contarme eso que te atormenta.

—Como dije antes, Davina fue parte del ejército que mató a mis padres. Ella nos sentenció a mis hermanos y a mí a vivir esta vida de sangre y odio. La ira y la venganza fueron los únicos dos sentimientos que habitaron en mí por decenas de años luego de ser convertido. Era un ser despiadado en aquel momento. Cada vez que podía notar que ella apreciaba a algún humano ya sea de forma sexual o romántica, yo me encargaba de perseguirlos y matarlos. Para que ella pudiera experimentar un poco de lo que yo sufrí al perder a mis padres y mi antigua vida.

Sus ojos grises la miraron de lleno, analizándola, buscando la mínima reacción ante sus palabras. Lo que había dicho era lo más frío que ella había podido escuchar y el tono sombrío de su voz ayudaba a crear una atmósfera gélida. En ese momento, solo la taza tibia entre sus manos le proporcionaba calor.

—¿No vas a decir nada? Maté a muchas personas que se acercaron a Davina. Personas inocentes y humanas de pies a cabeza.

—¿Esperas que te castigue de alguna forma, Viggo? Esa no es mi tarea. Lo que hiciste es horrible y no puedo negarlo. Pero lo que ella te hizo también es espantoso. No soy partidaria de que la violencia se retribuye con violencia. Pero no soy yo la que ha tenido que estar en tu situación y lidiar con esa transformación y todas tus emociones.

—Luego de un tiempo de matar a esas personas, con mis hermanos hicimos un pacto de no ser responsables de más muertes. Alguna vez habíamos sido humanos, teníamos una aldea de gente buena y uno de los grandes valores era el compañerismo. Nos cuidábamos unos a otros ante las amenazas que venían por el mar alrededor de nuestras tierras. Quizá al comienzo fue fácil exterminar a los amantes de Davina. Pero con el tiempo, cuando la sed de sangre fue algo normal para nosotros, sentimos que estaba mal matar solo por diversión. Algunos vampiros todavía organizan cacerías y otros juegos macabros en bosques perdidos por el mundo. Nosotros nos alejamos de eso. Hasta que me enamoré de Evanna y Davina aprovechó para cobrarse todo el mal que yo le había causado. Ni siquiera estoy seguro de si ella sufría esas pérdidas en verdad, pero cuando vio que algo podía provocarme dolor, simplemente aprovechó la oportunidad.

—¿Cómo era Evanna? —dijo Amara, arriesgándose a hacer esa pregunta. Era probable que él no quisiera hablar de ella y que la tuviera enterrada en la oscuridad de su mente. Esa mujer debía habitar una tumba llena de ramas puntiagudas y espinas.

—Era una persona muy dulce y sin rastro de egoísmo en ella. A pesar de mi condición, me amó como ninguna otra persona en todos estos años. ¿Sabes algo? —preguntó y aclaró su garganta. Luego negó con la cabeza y no dijo nada más.

—¿Qué? Prometiste contarme toda la historia. Puedes decírmelo.

—Ella no escribía como tú. Pero sí contaba cuentos. Los inventaba en el momento y cada vez que yo no podía dormir, atormentado por los rostros de mis víctimas, Evanna me regalaba un cuento y acariciaba mi cabello. Era la única forma en la que yo podía conciliar el sueño y descansar.

Condena de sangre [Escarlata #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora