Capítulo 17

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—¡Maldita sea! ¡Joder! —gruñó Viggo con ira recorriendo sus venas. Sentía una rabia tan intensa que hubiera sido capaz de crear una tormenta en el cielo sobre su cabeza y hacerlo explotar con relámpagos. Corrió a toda velocidad para intentar pensar en otra cosa que no tuviera que ver con que lo habían descubierto y en un par de minutos se detuvo al instante. Dobló las rodillas, haciendo que sus piernas fueran pesadas sobre el suelo y se deslizó por unos metros sobre la tierra del bosque detrás de la mansión dejando dos marcas con los pies en la tierra tras él. Polvo, ramas y hojas secas que se morían porque el sol nunca les brindaba una caricia tibia, salieron despedidos a su paso. Llevó su brazo derecho hacia atrás doblando el codo, notando como la vena en su bíceps se hinchaba. Cerró los dedos dentro de su puño con anticipación y dio un golpe fuerte contra el tronco de un viejo roble que se tambaleó por el impacto. Una lluvia de hojas y semillas en forma de bellota cayeron sobre él. No había puesto tanta energía como para derribar el árbol, pero le había causado un daño significativo. Abrió las palmas de las manos y las apoyó sobre el rugoso tronco del roble y bajó la cabeza entre sus brazos, apoyando la frente en la madera agrietada para respirar intentando calmarse. Se había quitado la camisa al llegar a la casa y también los zapatos. Solo llevaba esos pantalones oscuros que había vestido toda la noche y podía sentir el beso de la brisa fresca sobre el torso. La frescura de la noche se acentuaba todavía más por el sudor que recorría su pecho y espalda. Estaba furioso y enojado con él mismo. Había sido descuidado y su verdad había salido a la luz. Gracias a eso tuvo una pelea con Finn apenas lo encontró en la mansión. Le dejó unos moretones en el rostro. Aunque se pintaron con color morado sobre su piel por tan solo un momento, le dio algo de satisfacción saber que le había causado daño. El muy idiota de su hermano se había ido de la mesa en la casa de Amara. Le había pedido que se quedara en su lengua materna porque la escritora estaba bajo su encanto. Pero el maldito obsesionado había decidido pasear por el bosque con el humano, haciendo que su don se desvaneciera y por eso la muchacha lo encontró más tarde alimentándose de la moza. En el momento en que los ojos oscuros de la chica lo observaron, sintió el terror recorriéndolo entero. Pretendió con todas las fuerzas no mostrárselo. Ella era tan desafiante y atrevida. No se había esperado ese ataque. Alimentarse de humanos era un acto tan privado para él, casi sagrado y siempre había sido cuidadoso. Cientos de años atrás, cuando alguien los había descubierto, se habían metido en problemas. Otros vampiros habían muerto con estacas puntiagudas clavadas en el medio del pecho al ser su naturaleza revelada. Y no eran los simples campesinos quienes los mataban. En el pasado, cuando un vampiro era descubierto, la Guardia Roja se encargaba de aniquilarlo para que no diera más problemas.

En la brisa flotó la voz de Davina tan antigua como espeluznante. Recordó la primera vez que le contó de esa desventaja que tenían las criaturas como ellos. La mujer de ojos maliciosos le explicó que, si un humano los veía alimentándose, ese humano abría los ojos al mundo de los vampiros. Eso les daba la capacidad de contemplarlos enteros y nunca más podrían usar sobre esa persona sus dones. Nada de hipnosis y control mental. Davina también le dijo que el conocimiento era tan potente y letal para ellos como un rayo de sol que atravesaba las nubes oscuras para traer secretos a la luz. Al contrario de lo que la mayoría de los libros y películas decían, el sol no les afectaba en lo más mínimo. Ese había sido un gran invento de mentes con mucha imaginación. Pero la luz en los ojos de un humano podía descubrirlos y ponerlos en grave riesgo. Eso era más letal que el sol. Había una opción fácil para deshacerse del problema. Ese problema que llevaba el nombre de Amara. Podía clavar los dientes en su cuello, rasgarle la piel con facilidad y beber hasta la última gota de sangre de su cuerpo para luego dejarla desangrándose en el bosque. Su sangre sería una explosión de color alrededor de su cadáver. Pero era eso justamente lo que lo tenía irascible. ¡No podía matarla! ¿Qué culpa tenía ella de que sus hermanos la habían convertido en una estúpida apuesta? Gracias a la muchacha se enteró de que Seren la había convencido de dar esa cena. Minutos antes habló con sus hermanos en la sala de estar mientras bebían una copa de vino. Minimizaron el tema diciendo que ellos no habían sido descubiertos. Luego de golpear a Finn por su irresponsabilidad, Seren dijo que iría por la mañana a visitar a Amara para que se olvidara de todo. La chica lo había descubierto a él. Sus hermanos sí podían usar sus dones sobre ella. Sin embargo, había algo que él se guardó como secreto para reírse luego de su hermana cuando su misión fracasara. La escritora les había retirado la bienvenida. Seren se iba a llevar una gran sorpresa cuando no pudiera meterse a la cabaña de la muchacha. Eso lo hizo sonreír mientras su respiración agitada se calmaba. ¿Por qué había decidido mostrar compasión por ella? ¿Era porque se veía como Evanna?

Como cada vez que pensaba en ella su dulce voz llegó hasta él. La escuchó contarle uno de esos cuentos mágicos que su mente inventaba con tanta facilidad. ¡Eso era! Amara era una escritora, una creadora de historias como ella. Recostó su espalda contra el árbol y se deslizó hacia abajo para sentarse. ¿Serían las historias de Amara tan atrapantes como las de Evanna? Decidió que por la mañana siguiente iría hasta la librería más cercana a conseguir un libro de ella. Tenía que conocerla, saber cómo era.

—¿En qué demonios estoy pensando? ¡Estúpido! —maldijo, sacudiendo la cabeza. ¿Por qué quería saber más acerca de ella? Al final sus hermanos terminarían por ganar la apuesta, pero él estaba en camino a perder la cordura. Había enterrado sentimientos y emociones con el cuerpo de Evanna hacía siglos en una tumba gris y olvidada en Edimburgo. Había dejado toda esa historia atrás y se había prometido no dejar nunca que algo parecido al interés amoroso visitara su puerta. Aunque la vida se volviera larga y tediosa había puesto barrotes a esa puerta. Los días eran siempre solitarios a pesar de que tenía a Finn y Seren. Ellos sí se permitían enamorarse. Apenas Davina desapareció de sus vidas de forma misteriosa, dejaron de lado las barreras que él se negaba a derribar. En ese momento no tenían parejas formales, más que la obsesión de Finn por Esteban. En el pasado, cuando lo habían deseado, convertían a los humanos en vampiros para que los acompañaran por el resto de sus vidas. Sin embargo, muchas veces esos nuevos vampiros no se quedaban. Los recién creados estaban llenos de excitación y ganas de conocerlo todo. La sangre nueva era incontrolable y la monogamia no entraba en sus proyectos de vida. Y ellos, que eran vampiros tan antiguos, deseaban tener un compañero de vida. Tal vez eran anticuados y traían esos valores al haber observado la relación de sus padres. Pero cuando ya habías podido tener todo, saciarte hasta el cansancio de los placeres y la lujuria que la vida podía ofrecer, ¿qué cosa real quedaba? Nada. Solo vacío, uno tan grande que podía hacerte caer en un pozo oscuro. A Viggo le llevó mucho tiempo entrenar sus emociones para no enamorarse una vez que superó la muerte de Evanna. No quería tirar todo eso a la basura por una simple escritora de historias paranormales. Se puso de pie, tomó una bocanada de aire fresco y decidió salir a cazar a algún criminal. Había criaturas humanas peores que ellos en la oscuridad y necesitaba sacarse el estrés de encima. Esa noche la sangre correría bajo la luz plateada de la luna.


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Condena de sangre [Escarlata #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora