—¡Mira eso! ¡Parecen estrellas bajadas del cielo! O parte de la realeza de los países nórdicos. Si es que tienen monarquía. La verdad es que soy un ignorante en esos temas. Por eso mi padre no me toma en serio. Me han dejado sin palabras —exclamó Esteban junto a la oreja de Amara. ¿Sin palabras? Si no dejaba de hablar. La muchacha también tuvo que soportar los tirones que su compañero le daba a su brazo para llamar su atención. Como si necesitara indicaciones para ver a los tres anfitriones. Los ojos de todos los concurrentes estaban puestos en ellos como si fueran la mejor obra de arte en exhibición. Seren, la muchacha que la había sorprendido una semana atrás, estaba de pie en medio de los dos hombres. Su cabello lacio caía como una cascada de algodón sobre sus hombros. Llevaba un sensual vestido metálico de plata corto que se ajustaba a su tonificado cuerpo. Eso la convertía en la estatuilla más preciada de la noche. A su izquierda, estaba un chico más alto que ella. A ese miembro de la familia Amara no lo conocía. Él llevaba el pelo corto y un poco levantado arriba de manera descuidada, haciéndolo ver sexy. Su camisa blanca entallada tenía algunos botones desprendidos y su mirada gris era penetrante. En un momento Amara pensó que sus ojos se habían posado en ella y se sintió indefensa pensando en cómo esa mirada oscura la había encontrado entre la multitud. Sin embargo, luego entendió que el muchacho estaba viendo a su amigo. En ese instante fue ella quien tiró del brazo de Esteban.
—¡Mierda! Me está mirando, ¿no es así? Esos ojos... —comentó Esteban por lo bajo, mordiendo su labio inferior. Su poder de raciocinio parecía haberse perdido porque se quedó en un trance observando al hombre de cabello blanco. Cuando no obtuvo más respuesta por parte de su amigo, Amara se dedicó a contemplar a los invitados. Todos allí parecían haber caído bajo una especie de embrujo o quizá, era el simple poder de la adulación. La música de los violines y la champaña debían haber ayudado a que se creara un ambiente como ese. Se quedó pensando en eso hasta que el otro hombre aclaró su garganta. A él lo conocía bien. Podía recordar su cuerpo y sus labios en la penumbra del bosque. Sus ojos fueron atraídos por un misterioso magnetismo y se quedó observando a Viggo. Estaba vestido del mismo modo que su hermano. Llevaba un pantalón oscuro y una camisa blanca con zapatos de moda. Su cabello blanco estaba arreglado al igual que el día que lo había visto durante su trote por el bosque. Pero esta vez llevaba una leve sombra de barba alrededor de sus labios rojos. De camino a la fiesta, Amara le había contado acerca de eso a Esteban y el la aniquiló con la mirada por enterarse de ese encuentro tan tarde. Le hizo prometer que, si alguna vez volvía a suceder algo así, ella le contaría todo con lujo de detalles de inmediato.
—En nombre de mis hermanos, les doy la bienvenida a nuestra casa y a esta hermosa velada. Agradecemos la amable presencia del alcalde y esperamos que tengan una buena noche. Nuestra idea es que podamos conocernos mejor para formar lazos fuertes como vecinos. Esa siempre ha sido nuestra intención desde que nos mudamos a Aguas Negras. No vamos a robar más de su tiempo de disfrute. Pueden seguir bebiendo y comiendo cuanto gusten. La comida y la bebida no van a acabarse. ¡Buenas noches!
Ante un estruendoso aplauso y el regreso de la música, los hermanos ofrecieron sus brazos para que Seren los entrelazara con los de ella y así descendieron la gran escalinata. Parecían estrellas de Hollywood haciendo su gran entrada en una entrega de premios. Amara tomó la mano de Esteban y lo obligó a perderse por un pasillo lleno de cuadros y jarrones sobre mesas de patas altas a la derecha del gran salón. Ese corredor los condujo al patio trasero. La fiesta no terminaba en el interior de la mansión, continuaba en el patio. Había mesas y sillas dispuestas alrededor de una piscina rectangular iluminada por reflectores. Había gente comiendo allí y la chica divisó una mesa vacía hacia el fondo. Más allá de eso estaba el bosque que se veía espeluznante con garras y dientes de ramas puntiagudas.
—¿Qué te sucede? ¿Por qué tuvimos que huir de donde está la acción? —cuestionó Esteban, moviendo su cabeza de un lado a otro para intentar ver hacia el interior de la casa por los grandes ventanales—. Deberíamos habernos quedado a saludar. Pensé que con ese encuentro que tuviste con Viggo en el bosque, vendrías a socializar un poco más.
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Condena de sangre [Escarlata #1]
ParanormalAmara Iglesias se muda a una pintoresca cabaña en Aguas Negras para escribir su libro nuevo; una isla sobre un lago donde viven los misteriosos hermanos Svensen. Un extraño herido en una noche de tormenta caerá junto a la puerta de la escritora y le...