15- Liberación.

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Luke

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Luke.

Estaba nervioso, ansioso y con nauseas. No por las razones que piensan, no aún, pero si por el hecho de estar por entrar al departamento de Carter, porque me había citado allí para hablar.

Había preferido ir yo, ya que hablar en el departamento de Mason no me parecía la mejor opción. Ya habían pasado dos días desde que salí del hospital, y me había estado quedando con mi amigo. Fue una de las condiciones, quedarme con alguno de los chicos mientras terminaban las carreras y yo me iba a rehabilitación.

Se me hacía raro pensarlo tan tranquilo, pero desde la conversación con Mason me sentía un poco más relajado, menos inseguro.

Mi corazón dió un vuelco cuando la puerta se abrió lentamente, dejando a la vista a un Carter con una toalla rodeándole la cintura y el cabello goteándole.

—Perdón —fue lo primero que dijo y yo subí la mirada a sus ojos con todas mis fuerzas —. Me tardé más del tiempo debido en el baño, pero pasa, no tardo en vestirme.

Asentí con la cabeza y pasé rápidamente. Le rocé su hombro desnudo sin querer y un escalofrío me recorrió desde el abdomen hasta mi garganta.

—Ya vuelvo. —dijo antes de irse corriendo hacia su habitación.

Tenía recuerdos algo borrosos de la última vez que estuve ahí, y pues era obvio dado a que estaba drogado y borracho. Me alegraba volver en términos mejores.

Me recosté en el mueble tras quitarme la chaqueta y saqué mi celular. Susan me había recomendado empezar a leer para salir un poco de mi realidad. Al principio no me convenció, pero igual decidí abrir uno de los pdfs que me mandó. Los juegos del hambre de Suzanne Collins. A penas iba por el capítulo dos, pero ya tenía claro que odiaba a Gale.

Me acomodé en el asiento cuando leí que escogían a las hermana de Katniss como tributo y casi me caigo de culo cuando leí el "me presento como voluntaria" de Katniss.

—¡Oh por Dios! —abrí mucho los ojos.

—¿Que pasa?

Me sobresalté y el teléfono salió volando hacia el sillón. Me llevé una mano al corazón, alterado y miré muy mal a Carter, que tenía el ceño fruncido.

—¿Es que me quieres matar o qué?

—Exagerado —se acercó al sofá y tomó mi celular, pensé que revisaría pero solo me lo extendió con una sonrisa —. ¿Qué hacías?

Tenía que volver a acostumbrarme al hecho de que ninguna persona en mi entorno era controladora.

—Leía.

—¿Lees? —enarcó una ceja, sentándose a mi lado.

—A penas empecé ayer —me encogí de hombros, poniéndome el celular en el regazo —. Estoy leyendo los juegos del hambre.

Una Última Oportunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora