EPÍLOGO

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Centro de rehabilitación.

2 semanas después.

Mi cabeza estaba a punto de explotar, las vías respiratorias me fallaban, no encontraba mi voz, gotas de sudor se deslizaban por mi frente, caían en el suelo y en la caminadora.

El gimnasio se había vuelto mi lugar desde que llegué. La actividad física es muy buena en estos casos, pero ese día parecía que la abstinencia me estaba dando con todo lo que tenía.

No había nadie más ahí. Los pacientes estaban en las áreas verdes haciendo lo que yo no quería. Salir de la parte técnica de las instalaciones.

Ya, no podía más.

Salté de la caminadora y caí flaqueando en el piso.

Necesitaba la droga, o al menos los calmantes para no necesitarla, pero no me daban nada. Nada desde hace dos semanas. La primera estuvo bien, pero al empezar la segunda todo se volvió más gris.

Mis piernas fallaron una vez más y terminé en el suelo. Me pasé una mano por la cara, frustrado. Arrastré mi cuerpo hasta quedar con la espalda recostada sobre una pared y me hice un ovillo. Tenía frío, y estaba al borde de un colapso. Poco después escuché la puerta abrirse.

1 mes después.

—No quiero verlos... —dije con la voz temblándome.

Lali me miró desde su posición. Le pedí que no se acercara, me sentía molesto y agresivo. No quería hacer daño a nadie, aunque tampoco me creía capaz, aunque... Ash, ya ni sabía nada, estaba frustrado.

—Pero ya pueden visitarte, ¿no crees que te haga bien verlos? —insistió, paciente.

—¿Crees que me hará sentir mejor que me vean así de destruido? —le espeté con la mandíbula tensa.

—No has querido salir a hablar con nadie, solo hablas conmigo y a veces ni eso, está bien que hables con los que quieres —aseguró —. Ellos saben por lo que estas pasando, no te van a juzgar.

La miré con un dejé de posibilidad y ella me sonrió un poco.

—¿Y si quiero verlo a él? —le pregunté cómo un niño pequeño, perdiendo la poca dignidad que me quedaba.

Lali respiró, calmada.

—Sabes que no. —negó con la cabeza.

—Lali, pero...

—Les voy a decir a los chicos que vengan el fin de semana que viene, a ver si estás más animado. —dijo, empezando a irse.

Me levanté rápidamente y la tomé de la muñeca.

—Lali, por favor, lo necesito, a ella... a él... —ya estaba desvariando.

—Luke, querido...

—No puedo más, no puedo... no está funcionando.

Caí de rodillas al suelo sin soltar su muñeca. Ella se tiró conmigo.

—Luke ¿Qué has hecho para que estar aquí funcione? —me preguntó ella.

Abrí la boca para responder pero la cerré enseguida.

Nada, no había hecho nada.

—En el mes que llevas aquí solo te has encerrado en el gimnasio y en tú habitación. No has querido salir a las terapias de grupo, ni siquiera a mi consultorio, debo venir yo para que así hables conmigo —si, así había sido durante todo el mes —. No funciona porque tú no quieres que funcione.

Una Última Oportunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora