Capítulo 30: El amor de mi vida.

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Me quedo petrificada al escuchar eso, solo puedo mirarle anonadada, se nota que está destrozado, las lágrimas no dejan de salir de sus ojos ya bastante hinchados al igual que su boca, la nariz la tiene algo colorada, los párpados los tiene bastante hinchados y las pupilas pequeñas, eso ocurre cuando llevas unas cuantas horas o incluso días llorando.

—¿Que pasó cuando el coche cayó? —Intenta tranquilizarse, respira y me mira fijamente, el corazón se me acelera.

—Te saqué del coche y te llevé corriendo al hospital, has estado dos semanas en coma. —Se me paraliza todo el cuerpo—. Los médicos no sabían si ibas a volver a despertar —exclama muy serio.

—Dios mío —digo casi sin aliento, él se quita las lágrimas que recorren por sus mejillas.

—No sabes lo mal que lo he pasado Valentina. —Desvío mi mirada hacia la puerta.

—Te hubiera hecho un favor si hubiera muerto, y a mí misma también...

—¡No vuelvas a decir eso, si hubieras muerto no me lo hubiera perdonado nunca, hubiera muerto detrás! —exclama muy enfadado, yo le miro desafiante.

—Mejor, así ya habría terminado todo este calvario. —Tengo los ojos llorosos, él se tranquiliza un poco.

—¿Aún no lo entiendes verdad? —Le miro.

—¿No entiendo qué?

—Eres el amor de mi vida Valentina.

Le miro petrificada por lo que acaba de decir, una lágrima recorre mi mejilla, él la quita con su dedo delicadamente.

—No digas eso, es mentira. —Toco mi nariz, su rostro se vuelve serio.

—No, no es mentira, fuiste el amor de mi vida, eres el amor de mi vida y siempre serás el amor de mi vida, sin ti no puedo vivir, si tú no estás yo me muero. ¿Por qué te crees que he puesto tanto empeño en buscarte todo este tiempo? Yo mi tiempo no lo pierdo, lo sabes perfectamente, y hubiera seguido moviendo cielo y tierra para encontrarte. No puedo vivir sin ti Valentina. —Coge mi mano.

—Me dijiste que ya no sentías nada por mí. —Le miro triste, él se toca el cabello nervioso y se muerde el labio.

—Todo mentira, por supuesto que siento cosas por ti, cosas muy poderosas, cosas que jamás podría volver a sentir con otra persona que no fueras tú. —Me muerdo el labio, nerviosa, él me mira con su mirada penetrante y fija.

—Tom... no entiendo nada, ¿por qué me dices ahora todo esto? —Me mira fijamente.

—Casi te pierdo Valentina, estas dos semanas me han hecho pensar mucho, y me he dado cuenta de muchas cosas, no puedo estar sin ti, no puedo imaginar una vida que no sea junto a ti, te juro que si no hubieras despertado no sé qué habría sido de mí.

—¿Tan preocupado estabas?

—No te haces una idea, yo nunca lloro por nadie ni por nada, aunque no te lo creas nunca antes había llorado por nadie, ni siquiera sabía lo que se sentía, hasta que apareciste en mi vida. Estas dos semanas lo único que he hecho ha sido aprender a llorar, no me he separado de tu lado, no te he podido dejar sola, incluso cuando dormía tenía pesadillas donde los médicos me decían que habías muerto, por eso cuando te he visto despierta pensaba que estaba soñando, muchas veces también soñaba que despertabas y que estábamos juntos como en Zeus. —Intenta sonreír.

—Yo te agradezco que te hayas preocupado tanto por mí Tom, gracias por traerme al hospital cuando el coche cayó, es un milagro que siga viva después de lo que ha pasado. —Le miro fijamente a los ojos seria—. Pero tú tienes la culpa. —Algo se rompe dentro de él, lo noto en su mirada—. Hice lo que hice porque estaba huyendo de ti.

Oscuridad, peligro y... ¿amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora