Capítulo 9: Baile de invierno.

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Tom no deja de tocarme por encima de la toalla, disimuladamente y con sutileza la levanta un poco con su mano para poder tocar mejor mi pierna, me entran escalofríos por todo el cuerpo, es una sensación increíble, mucho más increíble que los besos que me da, estoy deseando que me bese, pero no de esta forma, tengo que parar esto cuanto antes, se nos está yendo de las manos, pero no puedo, mi propio cuerpo me impide parar y quiere que siga así, besándome de esta manera encima de mí, es tanto el placer y la satisfacción que estoy sintiendo que no puedo detenerme, mi cabeza me lo pide a gritos, mi cuerpo todo lo contrario.

—¡Para!

Exclama Tom muy alterado levantándose de encima de mí rápidamente, comienza a tocarse el cabello nervioso y no deja de mirarme serio y preocupado, yo no sé dónde mirar, estoy muy nerviosa y avergonzada por lo que acaba de suceder.

—Per-perdón... —logro decir tartamudeando y algo agitada por lo que acaba de pasar.

—¡Mierda, Evans, no me pidas tú perdón cuando debería de ser yo el que te lo dijera! ¡Pero por qué mierdas no me has parado antes, y si no me hubiera detenido, qué hubiera pasado entonces!

—Yo... —no puedo mirarle a la cara, solo miro al suelo muy avergonzada y con un hilo de voz.

—Dime qué no vas a ir con ese gusano al baile.

Le miro rápidamente, no esperaba que dijera eso para nada.

—Tom, ya le he dicho que sí que iría con él, lo sabes perfectamente.

—Pues dile que has cambiado de idea.

—No es tan fácil, además quiero ir con él, nadie más me lo ha pedido.

—Bueno yo podría hacerte el favor de acompañarte, sería algo patético que fueras sola.

—No voy a ir sola, voy a ir con Alfred —respondo muy convencida, él sonríe de lado, pero su mirada se vuelve más fría de repente.

—Tú sabrás lo que haces. —Se me escurre un poco hacia abajo la toalla, rápidamente la cojo con mi mano y la coloco bien para que no se vuelva a escurrir, miro a Tom rápidamente para que desvíe su mirada, pero no lo hace—. Si vas a estar más tranquila, cámbiate, me tienes que explicar aún que hacías en el lago, no te va a librar tan rápido de mí, Evans.

Ruedo los ojos, me levanto de la cama con cuidado para que no se me caiga la toalla y cojo la ropa limpia del armario. En todo momento Tom no despega su mirada de mi cuerpo, lo noto perfectamente, no se corta un pelo para ser sinceros.

Cuando ya estoy cambiada salgo del cuarto de baño y le explico lo que me ha sucedido en el lago mágico de Zeus y lo que han hecho Alan y Cristian, su querida pandilla de fuegos psicópatas.

—Tendrán su merecido —menciona tranquilamente, pero sus manos están cerradas en puño.

—Se lo voy a decir al director Tolbert, es lo mejor, él sabrá qué hacer con esos dos.

—No, tú no hagas nada ni digas nada, déjamelo a mí. —dice cogiéndome de la muñeca—. Por cierto, te podías haber quedado con la toalla, a mí no me incomodaba verte así en absoluto Evans.

—¡No digas tonterías!

—No las digo. —me mira fijamente, yo estoy roja como un tomate.

Me intento apartar de él un poco, pero lo único que consigo es que se acerque más, coge mis dos brazos para que no pueda escapar.

—Tom, por favor... —exclamo con un hilo de voz y algo asustada por su cercanía.

—No me temas Valentina, no te voy a hacer daño, a ti no.

Oscuridad, peligro y... ¿amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora