Capítulo 2: Mal comienzo.

5.2K 252 159
                                    

A la mañana siguiente, despierto muy emocionada, me arreglo para ir a desayunar, ya tengo mi uniforme y mis jerséis verdes, que, por cierto, me encantan. Se me ha olvidado comentar que los jerseys tienen en un lado encima del pecho, la insignia del instituto.

A primera hora, tenemos la historia de la magia. Yo no puedo estar más nerviosa, encima nos toca con los de fuego.

Al entrar a clase, Candy y Jessa se sientan juntas y yo me quedo ahí de pie, sin saber dónde sentarme. Los asientos en esta clase son de dos, a mí normalmente me gusta sentarme en primera fila, porque si no, no me entero de nada, y más aquí, pero para mi mala suerte el único asiento en primera fila vacío, es donde está sentado el idiota ese.

—Valentina, siéntate aquí conmigo. —Noto como Tom se gira de repente y me mira fijamente al escuchar la voz de Alfred, llamarme—. Vamos, ven mujer.

Parezco tonta, estoy aquí pasmada mirando como el imbécil mira a Alfred, con cara de asesino en potencia.

Aparece el profesor por la puerta.

—¿Qué hace aquí en medio, querida?

—Perdón. —Me siento rápidamente al lado de Alfred—. Alfred, es que yo aquí no me entero de nada, prefiero estar en primera fila, la verdad.

—Está todo ocupado, el único sitio libre es donde está Blake, y ahí no te recomiendo que te sientes, te podría envenenar —yo sonrío con su comentario.

Aparece por la puerta el director, Tolbert.

—Profesor, ¿puede salir un momento? Necesito hablar con usted.

—Me encanta tu cabello, es muy bonito —Alfred, sonríe y comienza a tocarme el cabello.

—Gracias, Alfred —digo tímidamente, las mejillas me arden.

No me lo puedo creer, mira que si me echo novio aquí, sería un sueño... Y la verdad es que, Alfred no está nada mal, él ha sido el primero en hablar conmigo y desde luego, es muy simpático y guapo. Yo no sé ni cómo actuar, me siento tan perdida en este tema... Tendré que hablar con las chicas para que me aconsejen.

—Repugnante—miro rápidamente a Tom.

—¿Lo dice por nosotros, Alfred? —le digo en susurro, él fulmina con la mirada a Tom.

—Pasa de él, ya te he dicho que es un amargado psicópata —pone su mano encima de la mía, yo me tenso—. ¿Te molesta si pongo la mano aquí? —niego con la cabeza rápidamente, él sonríe tiernamente—. Que mano más pequeñita tienes, Valentina —vuelvo a sonreír ante su comentario.

—No puede ser más patético —exclama Tom fríamente sonriendo.

—¡¿Tienes algún problema Blake?! —grita Alfred, algo alterado, Tom saca su varita, pero la guarda cuando aparece el profesor por la puerta.

—Señorita Evans, levántese, por favor.

Ya está, me cambian de clase, por fin han entendido que no puedo estar en esta clase, más que nada, porque no tengo ningún nivel de nada y no pueden pretender que en meses llegue al nivel de la clase.

—Siéntese al lado del señor, Blake —abro los ojos como dos platos.

—Dis-disculpe, ¿por qué me tengo que sentar con él?

—Tolbert, ha llegado a la conclusión que técnicamente es imposible que usted pueda llegar sola al nivel de la clase, ya que debería de estar en primer curso. —Asiento—. Pero claro, tampoco le podemos poner con los pequeños. El señor director, ha decidido ponerle un tutor, y ese tutor no puede ser uno cualquiera, tiene que ser una persona capacitada para enseñarle en poco tiempo mucha materia y prepararla para los exámenes del curso: ese alumno es el señor Tom Blake, por supuesto, es nuestro mejor alumno con diferencia, muy disciplinado, trabajador, audaz e inteligente.

—Me siento muy halagado por sus palabras profesor, pero yo no puedo perder mi tiempo enseñando a esta chica todo lo que no ha aprendido en seis años, es imposible. Además, no quiero perder mi tiempo enseñándole todo para que luego no apruebe ni hechizos.

—Tom, estás capacitado para enseñarle todo perfectamente, no es imposible, tendrá que ponerle muchas ganas, señorita Evans: y nada de tiempo libre, tendrá que estudiar todos los días con el señor Blake. Según el director, a usted no le da miedo nada y no le teme al trabajo duro, ¿verdad que no, señorita?

—No profesor, pero... lo veo muy difícil, no sé, yo si... —respondo con un hilo de voz.

—¿No hay otra manera de que pueda llegar a nuestro nivel y pueda pasar los exámenes?

—¿Y no podría tener otro tutor que no sea él? —pregunta Alfred, todos lo miramos.

—Tolbert, ha dicho que tienen que ser él, y no hay más que hablar, a partir de ahora, se sentará en todas las clases al lado del señor Blake, señorita Evans.

—Está bien... —miro al profesor desanimada y seria.

Recojo mis cosas y me siento junto al imbécil, no sé por qué, pero me da la impresión de que no le ha molestado tanto todo esto, como él pretende mostrar.

—¿Y qué gano yo con todo esto, profesor? Debe de entender que yo voy a perder mucho de mi valioso tiempo, algo ganaré a cambio.

—Por supuesto, señor Blake, tiene que ir a hablar con el director al finalizar la clase, él le dirá las ventajas que consigue al hacer esto.

Tom, no me quita la mirada de encima, no me entero de nada, y tampoco me puedo concentrar bien, teniendo la mirada constante del imbécil fija en mí. Espero que esto no sea siempre así, sino no habrá manera de que me pueda concentrar en las clases.

Al finalizar la clase, me quedo de última recogiendo mis cosas, se me ha hecho la hora eterna.

—Valentina, ¿qué tal? ¿Te has enterado de algo? —Alfred, pone su brazo alrededor de mi espalda, yo le miro desanimada.

—La verdad es que no, y encima con el otro mirándome todo el rato... ha sido insoportable —él me mira sorprendido.

—¿Te estaba mirando, por qué?

—Seguro que lo hacía a posta para que no me concentrara, el muy... —cierro el puño enfadada.

—En fin, tu no le hagas ni caso, pasa de él. —Intento sonreír, él toca mi mejilla—. Tengo que ir al baño, nos vemos en pócimas mágicas.

Sale él primero bastante cabreado, no entiendo por qué está él cabreado. Acto seguido, salgo yo, pero, cuando estoy en marcha unos fuertes brazos cogen por detrás mi cintura, me tapa la boca para que no grite y me mete en un cuarto que parece ser un baño de chicas, acto seguido me estampa contra la pared bruscamente y al fin puedo ver de quién se trata.

—¡Tú! ¿Pero qué mosca te ha picado? ¡Estás mal, déjame! —Es en vano, sus brazos están en mi cuerpo apretando fuertemente para que no pueda huir—. ¿Qué es lo que quieres, idiota? —digo muy alterada, elevando la voz.

—Tú y yo tenemos que hablar —responde Tom, fríamente.

Me mira fijamente y poco a poco se va acercando más y más.
Espera, no pretenderás...

Oscuridad, peligro y... ¿amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora