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Era de noche, las luces del coche alumbraban lo suficiente para ver 1 metro o dos por delante.

Nunca le había gustado conducir a esta hora y después de esto, aún menos le gustaría.

No había nadie más en la autopista, pero el conducía como si estuviera siendo perseguido.

Si se ponía a pensarlo, prefería que fuera así.

•••

Había conseguido escabullirse de nuevo, sabía que Ambrosius comenzaría a sospechar dentro de poco, que a Gloria le daba igual y que los demás no se atrevían a decirle nada.

Pero no le quitaba los nervios.

Nimona era especial, y no por su forma de ser, era especial en el sentido de que nadie le hacía reír en los malos momentos, ni disfrutar de su entorno como ella.

Y también disfrutaba de las tardes en silencio sin hacer nada salvo relajarse porque la preocupación y la impotencia por su hermano desaparecido era mucha.

Glorieth había perdonado a Ballister en el momento que le había dicho donde estaba Ambrosius, aunque nunca había estado enfadada al completo con el, de todas formas.

—¡Glorieth!

En frente estaba Nimona saliendo del refugio donde trabajaba, caminaba despacio como si le pensara el cuerpo y tenía una expresión cansada, pero aún así sonreía.

Nimona la alcanzó y le tomó la mano, fueron en silencio hacia el coche y en 10 minutos habían llegado a la casita de Bal y Nimona.

—¿Te quedas?

—Solo un rato.

Bajaron del coche y Nimona se peleó con la puerta, nunca admitiría que era hora de cambiarla.

La casa seguía igual, como si no se atreviera a cambiar algo de sitio, por si Ballister volvía y su hogar ya no era el mismo, fueron directamente a su habitación y se tiraron en la cama.

No sabía que eran, pero si tenía algo claro es que los amigos no actuaban como ellas, o tal vez sí, no lo sabía porque nunca se había preocupado por tener un amigo.

—¿Nina?

—Mhm...

—¿Que somos?

Nimona levantó la cabeza y la miró somnolienta.

—¿Que quieres que seamos?

No lo sabía, nunca había estado en esta situación, pero si lo pensaba, decir que Nimona era suya le hacía flaquear las piernas.

La miro a los ojos y no dudo en acercarse lo suficiente para que sus narices se rozaran, pero aún así fue Nimona la que se terminó de acercar.

Nunca había besado a alguien así, y ahora se arrepentía, si hubiera sabido de que se perdía lo habría hecho pero aún así empezaba a formular la teoría de que no todos los besos eran como fuegos artificiales, los besos se sentían como se sentían las personas.

Si hubiera besado a Ambrosius habría sentido asco y resignación.

Si hubiera sido Todd no habría sentido nada.

Pero a Nimona la quería y Nimona era como mil fuegos artificiales en su cabeza, en sus labios y en su estómago.

—Novia.

Lo susurro entre un beso y el otro y solo hizo que Nimona se tirará encima de ella.









•In Your Arms•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora